Wall-E: Chatarra enamorada

Es fácil creer que, por ejemplo, en La dama y el vagabundo dos perros se enamoren o en Shrek lo hagan un par de ogros. Pero en Wall-E no sólo lo hace un robot de otro, sino que éstos, salvo por un par de palabras, ni siquiera hablan.

Mucho se podría decir de las cuestiones acerca de la inteligencia artificial propuestas por el cine en relación con las emociones de las máquinas, desde Hall 9000, el computador de 2001: odisea espacial, que canta una canción mientras lamenta que lo desconecten, pasando por los androides de Blade Runner que se niegan a tener fecha de caducidad, hasta el tierno y desprotegido niño de Inteligencia artificial que quiere ser humano.

Pero bueno, aquí estamos es ante una película infantil, donde además de la fantasía, la metáfora juega un papel fundamental, de manera que es del todo posible que dos robots se enamoren, porque en últimas importa es todo el trasfondo de amor, solidaridad, perseverancia y ecología que propone la historia, además de lo entretenida y divertida que es.

Aún así, se me ocurren un par de preguntas: ¿Existe una empatía de los niños hacia estas máquinas, por más humanizadas que estén, de la misma manera que la hay con personajes que son animales, seres fantásticos o personas? ¿Qué repercusiones puede tener que los niños se “encariñen” –como ocurrió con los peces dorados luego de ver Buscando a Nemo o con los búhos tras la saga de Harry Potter- con estas máquinas y traigan ese sentimiento al mundo real?
O.O