El pasado, de Asghar Farhadi

O el futuro de una familia

Oswaldo Osorio


Alguien decía que la angustia es exceso de pasado. Y en esta película, como su título lo indica (también en el original: Le Passé), el pasado es el responsable de muchas de las angustias y tristezas de sus personajes, porque se trata de un intrincado drama en el que, sin discriminar entre niños, jóvenes o adultos, todos se ven agobiados por serios problemas de la cotidianidad y de la vida en familia. Y con este marial el director de Una separación (2011) de nuevo nos entrega un filme lúcido, complejo y contundente.

Todo empieza cuando Ahmad regresa adonde su ex esposa, quien tiene dos hijas, a tramitar el divorcio entre ambos. Allí se encuentra con que ella está comprometida con un hombre que tiene un hijo y su ex esposa en un hospital. En este cuadro de personajes y situaciones Amhad llega no solo a firmar unos papeles, sino que será una surte de juez de paz, un mediador en una serie de sutiles pero intensos conflictos que bullen silenciosos en ese hogar a punto de estallar.

Como en Una separación, en esta cinta el director iraní utiliza un esquema que aún sorprende y que puede ser su marca distintiva, y es que estos dramas cotidianos y realistas, en los que se pone de relieve la construcción y relaciones entre personajes, así como un fuerte despliegue de emociones y sentimientos, son tratados con la lógica de un thriller, es decir, son relatos donde el espectador, muy dosificadamente, va descubriendo los sucesos e intenciones de los personajes, con lo que su trama se sostiene sobre la expectativa, la tensión y las sorpresas permanentes.

En esta historia se ponen en juego distintas situaciones, que van desde el descontento de la hija mayor por la nueva familia en formación, pasando por las dudas que tiene la pareja por la conveniencia de esa unión, hasta un sentimiento de culpa casi generalizado pero por distintas razones en cada personaje. Así mismo, el miedo al fracaso de las relaciones, a las pérdidas y las ausencias (es decir, al futuro) también está presente en las motivaciones de los personajes y sus acciones.

Son tantos y tan intensos los conflictos, que solo es posible desarrollarlos por partes, de ahí una singular y afortunada características de este relato, y es que va desplazando el protagonismo y la mirada de un personaje a otro, de un conflicto a otro. Por eso es imposible saber la dirección que tomará la historia a cada momento y ésta es una razón más para agradecer ese tono de “thriller sin suspenso” que maneja tan hábilmente Farhadi.

Pero como todo buen thriller, si bien no hay aquí un crimen de por medio, este elemento es reemplazado por las decisiones éticas de los personajes y las sutilezas de los secretos y las mentiras, aunque dichas desprovistas de mezquindad. El resultado de todo esto es, entonces, una historia cargada de realismo y choque de sentimientos, un relato estimulante en su construcción y un logrado estudio de personajes.