DIARIO DE ÍÑIGO

Abril 3 de 2010. La ciudad que Peter Greenaway visitó. Ext. Día/Noche.

Paradójicamente, el visionario director inglés vino a Medellín por el deporte y no por el cine. Si supiera el alcalde y su recua de funcionarios, que se creen tan inteligentes, que es más importante para la formación de las personas el cine que el deporte, tal vez le darían al cine solo un poco de la absurda cantidad de millones que invierten en el deporte. El caso es que vino este director y artista con su serie “Greenaway versus”, que, dicho sea de paso, es un poco oportunista. Hizo una sugestiva video instalación con el referente de los gordos de Botero, pero solo con el referente, porque ninguna de las obras del pintor antioqueño aparecían directamente, por fortuna. Ni siquiera la luz era la de las obras de Botero, sino que Greenaway iluminó a sus gordos con su bienamada luz barroca. Más parecían gordos de Rembrandt o Caravaggio que de Botero, por fortuna nuevamente. Su paso por la ciudad la hizo un poco más interesante, sobre todo para los que no nos gustan esas sobredosis de deportes.

Pero no lo fui a ver, porque la farándula me tiene sin cuidado. Busqué las cuatro películas suyas que no había visto y, al verlas, nuevamente me sorprendió. (Advertencia: a quienes les guste el cine convencional, ése que gana premios Oscar, no hagan esa gracia.) Me crucé con el bajando unas escalas del Museo de Antioquia, y a pesar de todo lo que lo admiro, no me recorrió una emoción por todo el cuerpo ni me dieron ganas de saludarlo o preguntarle una bobada. Seguí bajando como si el que pasaba a mi lado fuera otro paisano, mientras recordaba que el día anterior me había visto sus magníficas películas Las maletas de Tulse Luper (1 y 2) y eso sí me emocionó.