“Se encendió el fósforo en el pajar”, expresó por estos días el penalista Iván Cancino para tratar de explicar lo que ocurría en la cárcel de Villavicencio, “una verdadera tragedia anunciada desde hace tiempo”.
Y es que el coronavirus fue descubierto en ese establecimiento prácticamente por un azar del destino, el primer paciente murió cinco días después de haber recuperado la libertad, el 7 de abril, y de ahí pasó casi una semana hasta que salió el resultado positivo.
Las alarmas se encendieron, porque no estaba muy claro si la enfermedad la había adquirido en la cárcel, aunque no parecía muy probable que en solo cinco días el virus lo llevara a un término fatal. Pero pocos días después otros reclusos fueron manifestando síntomas, dos fueron hospitalizados y murieron rápidamente. Ya era imposible saber quién fue el paciente cero en el penal, seguramente alguien de la guardia o algún preso que había llegado del hospital, ya que las visitas estuvieron prohibidas desde el 6 de marzo, cuando se conoció el primer caso en el país.
El virus se ensañó con el pabellón Santander, donde permanecen recluidos en su mayoría adultos mayores. “Desde que se supo del primer caso afinamos los protocolos, empezamos a aislar a quienes dieron positivo y buscamos estrategias para mantener tres niveles de aislamiento: uno para los casos confirmados, otro para los que esperaban resultado y otro para los negativos”, contó el general Norberto Mujica Jaime, director del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec).
Así que echaron mano del pabellón recién construido que iba a servir para recluir mujeres y dispusieron las condiciones para realizar allí los aislamientos, el problema es que estos lugares ya están saturados porque la propagación del virus ha sido tal que en el último reporte hay 508 contagiados, entre ellos hay al menos 41 funcionarios y un contratista, los demás serían privados de la libertad.
“Aquí nos están condenando a la pena de muerte, por favor que alguien nos ayude, no vamos a volver a ver a nuestras familias”, lamentó ante este diario Nelson, un preso de ese penal.
El sábado se conoció la muerte de Andrea, una mujer de 24 años esposa de uno de los guardias, lo que muestra cómo el foco de contagio en esa prisión ya salió de la cárcel y amenaza a la ciudad que ya tiene 36 casos confirmados, independientes a lo que pasa en el penal. Según el Ministerio, en este reporta tanto Meta como Amazonas aparecen con más casos que el promedio, porque están priroizados para la aplicación de pruebas.