Eso de que los niños son una esponja durante sus primeros años de vida es un tema más que confirmado, razón por la que será determinante, en esa época, lo que ellos perciban de su entorno y sus familias. El cerebro es una máquina tan perfecta que al recibir los mejores aprendizajes, además de estimular su desarrollo cognitivo potencia otras habilidades específicas.
En el caso del aprendizaje de un segundo idioma, adicional al desarrollo del lenguaje y el oído, se estimularán otras áreas como la memoria de trabajo y la función ejecutiva. “Muchos estudios han comprobado que niños que están aprendiendo otro idioma son mejores planeadores de un día, además de desarrollar buenos niveles de atención y disciplina en sus actividades”, señala María Piedad Dulcey Cepeda, neuropediatra del Instituto Neurológico de Colombia.
Y es que estas maravillas que puede hacer el cerebro tienen un poderoso argumento: la neuroplasticidad, un término que la Organización Mundial de la Salud, OMS, define como la capacidad del cerebro para formar y reformar redes neuronales a partir de experiencias. Como explica la especialista, “las células del sistema nervioso pueden regenerarse anatómica y funcionalmente, después de estar sujetas a influencias patológicas ambientales o del desarrollo, incluyendo traumatismos y enfermedades. La neuroplasticidad es la habilidad del cerebro para moldearse con el aprendizaje”.
Inmadurez, la ventaja
En los primeros seis años de vida de un ser humano la inmadurez de sus estructuras cerebrales hace que el aprendizaje sea tan positivo como se quiera. La neuropsicóloga Natalia Esther Brandwayn señala que esa poca maduración permite en los niños, desarrollar y fortalecer sus capacidades cognitivas básicas, desde la atención, la memoria, el comportamiento y el lenguaje. “Al fortalecerlas a temprana edad se facilita la adquisición de otras habilidades más complejas como el aprendizaje de un segundo idioma. Cuando estás expuesto desde muy pequeño a una segunda lengua, las conexiones neuronales se fortalecen y las habilidades previamente entrenadas hacen que el aprendizaje sea más efectivo”.
Hasta el siglo pasado se creía que un niño expuesto al estímulo de dos idiomas se convertía en un individuo lento o crecía en medio de confusiones, hoy las investigaciones demuestran que eso está muy alejado de la realidad. “El cerebro está compuesto por materia gris y sustancia blanca. Se ha comprobado en estudios de resonancia funcional que las personas que aprendieron una segunda lengua a temprana edad activan los dos hemisferios cerebrales”, agrega Dulcey Cepeda.
Amor y contacto
Para que se abra la puerta a un segundo idioma, el entorno familiar debe tener un lenguaje basado en el cariño y el amor, según indican las expertas. En ese sentido, la lectura nocturna de cuentos cortos en ambos idiomas es una herramienta poderosa para el aprendizaje de los más pequeños. “Los niños que escuchan a sus papás en la noche hacen que el cerebro empiece a prepararse para poder dormir bien, que sea un momento muy íntimo entre padres e hijos y, de esa manera, los niños asumen ese como un tiempo de calidad que le dedica el adulto”, añade la neuropediatra.
De la mano de la lectura, en los primeros ocho años de vida se sugiere el contacto con colores, dibujos, gráficas, películas, sonidos que les permitan familiarizarse con el segundo idioma, así como juegos didácticos y actividades de su interés, “la clave está en la estimulación continua, darles siempre cosas nuevas que aprender, relacionadas con sus gustos”, explica Brandwayn.
Vale la pena destacar que la enseñanza por parte de los padres y el entorno educativo debe darse desde la paciencia y sin afanes, por lo tanto, los gritos, las palmadas o las palabras desobligantes harán que el niño quiera renunciar al proceso. Además, es importante tener claro que, por su naturaleza, los más pequeños tienen diferentes tiempos de atención: “un niño de seis años no se va a quedar media hora o 40 minutos sentado en el comedor oyendo a sus padres decir cosas en inglés o haciendo planas. En ellos, la atención promedio es de máximo 10 a 15 minutos, por eso, la idea es leer cuentos cortos. Las lecturas en inglés, por ejemplo, son muy sencillas porque usan el mismo conjunto de frases, cambian algunas palabras y van acompañadas de imágenes muy grandes, muy ilustrativas”, explica Dulcey.
Otro aspecto importante es el entusiasmo que los padres reflejen en esos momentos de enseñanza y aprendizaje familiar. Una de las formas más bonitas de que los niños aprendan es ver a sus padres entusiasmados con su proceso.