El municipio de El Carmen, en Norte de Santander, parece suspendido en el tiempo. Quien llega a este pueblo del Catatumbo puede sentirse en la época colonial: todas las casas están hechas en tapia, son blancas, y una franja naranja que las atraviesa en su parte inferior contrasta con el rojo y verde en sus ventanales en madera.
Su ubicación, en medio de una reserva forestal que prohibe la expansión urbana, resulta ser la clave de esa aparente permanencia en el tiempo como una de las principales joyas de esta región del país.
Las calles son de piedra con algunos ladrillos que simulan las líneas continúas de las vías normales.
El parque principal es un jardín con senderos que se asemejan a un laberinto con imponentes palmeras que igualan en altura el techo de la principal iglesia de la población.
Caminar por El Carmen es como caminar por Villa de Leyva, en Boyacá, o Santa Fe de Antioquia, en Antioquia. Pero ese cuadro colonial se ve interrumpido con una que otra trinchera apostada en las esquinas que resguardan a un policía o un militar con todo su armamento, chalecos antibalas y cascos. Y esa imagen recuerda que en El Carmen se sigue sufriendo el conflicto armado.
El Eln es fuerte en esta zona del Catatumbo y sus últimas acciones han tenido una afectación directa en casi toda la población civil, que se acerca a los 14 mil habitantes.
Una de esas personas es el actual alcalde de esa población, Edwin Humberto Contreras, a quien ese grupo insurgente, en menos de tres años, le hizo un atentado del que salió ileso, le secuestró a su papá por 17 días y también a su hijo, Cristo José, durante seis días a finales del año pasado.
“Llegaron muy bajo estos delincuentes. Por fortuna, de todo esto nos estamos recuperando, poco a poco. Lo que ahora más deseamos es que dejen a esa zona en paz, a su gente tranquila”, dice el mandatario.
Ataques que dejan sin agua
En la mente de los habitantes de El Carmen todavía hay recuerdos de lo sucedido en abril de 2017 cuando el Eln dinamitó el oleoducto Caño Limón Coveñas muy cerca del corregimiento de Guamalito, zona urbana donde se concentra la mayoría de habitantes de El Carmen y que está ubicado a tan solo 25 minutos de la cabecera municipal.
Ese ataque hizo que la bocatoma del acueducto se contaminara con crudo, y todo el corregimiento (más de 4 mil personas) se pasó días rebuscándose el agua para sobrevivir.
Más de dos años han pasado y aún existen problemas con el líquido vital para muchos habitantes de El Carmen. En algunas veredas afirman que la contaminación persiste y que incluso todavía hay rastros de petróleo, mientras que en otras dicen que en el agua salen pequeños caracoles.
Fredy Flórez reside en la vereda Tamaco. Asegura que hasta hace unas semanas se dio cuenta de que las quebradas aún no están del todo limpias.
“Yo bajé a pescar y me dio por mover unas piedras y me tocó ver como salía el aceitero. Desde eso no vuelvo a ese punto”, dice.
Una historia similar cuenta Olga Milena Chinchilla, quien vive en el barrio Uribe Uribe del corregimiento Guamalito. “Desde la explosión de ese tubo a nosotros, como a todo el pueblo, nos abastecieron de agua con carrotanques, pero esos vehículos causaron un daño en la tubería del agua del barrio y desde entonces no tenemos agua decente para consumir, nos llega con unos caracoles muy pequeños y sucia”.
“Ese ataque puso en vilo a todos, el impacto fue muy grande y todavía se sufren las secuelas en algunas zonas”, agrega el alcalde de El Carmen.
El problema del agua afectada por el derrame de crudo, consecuencia de un conflicto que no descansa y que genera más afectaciones a la población civil, fue conocido por el defensor del pueblo, Carlos Negret, quien estuvo de visita en este municipio y en el corregimiento de Guamalito como parte de la correría humanitaria que efectuó en la región del Catatumbo.
Su atención estuvo centrada en el potencial turístico que tiene esta población y por eso afirma: “se tiene que trabajar de manera conjunta con el Gobierno para que la vulneración de los derechos humanos en esta zona se reduzca al mínimo, para contarle a Colombia que puede venir a disfrutar de todo lo que ofrecen este y otros municipios del Catatumbo”.
El Carmen sigue aguantando en el tiempo, esperando que los violentos le apuesten a la paz. De esa forma, este pueblo de casitas blancas sería conocido por ser una joya turística que el conflicto no destruyó.