La muerte de Walter Patricio Arizala, alias “Guacho”, el disidente más buscado de las Farc, era la acción contundente que necesitaba el presidente Iván Duque para cerrar su gestión de 2018.
Faltaba un resultado así, de grandes dimensiones para que, de esa forma, la favorabilidad del mandatario comenzara a recuperarse luego de verse afectada, en gran parte, por la propuesta de reforma tributaria.
Los primeros meses de gobierno han sido de turbulencia. Llegó impulsado por el Centro Democrático, que estuvo en radical oposición y que mantiene, en buena medida, el enfrentamiento con la coalición que apoyó a Juan Manuel Santos y con los sectores que se la jugaron por el Acuerdo de paz. Incluso con su partido debió unificar criterios para tener mayor unidad y coherencia.
No obstante, muchas de las iniciativas del ejecutivo no fueron acompañadas con determinación por el uribismo, ni siquiera por el expresidente Álvaro Uribe.
Con el pasar de los días, cuando la relación con el Congreso se hacía más difícil y la imagen del presidente Duque caía, Uribe se propuso enderezar el camino convocando a su partido a la unidad y a otras fuerzas políticas para lograr una coalición. Salvó la reforma tributaria.
Aunque a partir de ahí se notó mayor sinergia, también se escucharon voces críticas por el desempeño de las ministras del Interior, Nancy Patricia Gutiérrez, y de Justicia, Gloria Borrero, quienes vieron la reforma política cambió su articulado haciéndola inócua, y la de justicia fue hundida.
Lograr consensos y mayorías en el Congreso es una asignatura pendiente si desea que sus proyectos sean aprobados y su gobernabilidad no esté en jaque. Para eso ya está convocada una cumbre de partidos en enero.