La última vez que Juan Manuel Santos lloró fue el pasado 18 de junio, cuando su hija María Antonia se casó con el empresario Sebastián Pinzón. “Lloré varias veces (durante la ceremonia), pero cuando más lloré fue cuando le dije a Sebastián: le entrego lo más precioso de mi vida”.
Así es el presidente de Colombia, un hombre que no oculta sus sentimientos, sobre todo cuando se trata de su familia, quien a pesar de cientos de críticas que recibe a diario por la negociación con las Farc, cree que la entrega de armas de esa guerrilla será la mejor noticia para el país.
Sobre la carta que envió al expresidente Álvaro Uribe Vélez para invitarlo a un diálogo sobre los grandes temas del país, Santos dice que era su última esperanza para restablecer algún tipo de relación con el expresidente.
El Acuerdo Final con las Farc, la convocatoria al plebiscito refrendatorio, las elecciones en EE. UU., sus delegados en la junta del Metro y otros temas. Santos responde así a los interrogantes de EL COLOMBIANO:
¿Ya tiene fechas para los días del Acuerdo Final y el plebiscito?
“No, porque eso depende de la fecha de la terminación de todos los acuerdos. Recuerde que yo he dicho que nada está acordado hasta que todo esté acordado. Cuando todo esté acordado puedo enviarle la carta al Congreso y convocar al plebiscito y lo que el registrador me ha dicho es que requiere, mínimo, seis semanas entre la convocatoria y el momento del plebiscito. Todo depende de qué tan pronto podemos terminar lo que falta”.
Como nada está acordado hasta que todo esté acordado, hay unos asteriscos pendientes que son justamente los puntos quizá más álgidos de la negociación. ¿Cuáles son los que más le preocupan?
“Una parte muy importante, casi la mayoría de esos asteriscos pendientes ya han sido resueltos. ¿Qué falta fundamentalmente en este momento? La manera como se van a elegir o denominar y nombrar los magistrados del Tribunal Especial de Paz. Falta definir la forma de participación política de las Farc, en qué momento se pueden convertir en partido político y cuál será su participación a partir de ese momento. Faltan algunos protocolos de cómo se van a reinsertar a la vida civil apenas terminen las zonas de transición veredal, qué van a hacer apenas entreguen la última arma porque van a tener que entregar hasta la última pistola. Faltan cuestiones asociadas con el tipo de amnistía y en qué momento se dará para aquellos que son susceptibles de beneficiarse, porque no hay que olvidar que aquí los máximos responsables van a pagar por sus delitos, van a ser investigados, juzgados y sancionados con penas que garanticen que no habrá impunidad”.
Por qué cree usted que a pesar de explicar tantas veces e insistir en que no hay impunidad en lo negociado, hay un sector de la población que sigue cuestionando ese punto...
“Por un lado no hay peor sordo que el que no quiere oír, pero por otro hay personas que piensan que la única forma de castigar a la gente es meterla en una cárcel con barrotes y que no hay posibilidades de tener algo alternativo. La justicia transicional lo que precisamente establece es que hay penas alternativas, restaurativas, que tienen un elemento punitivo, pero también un elemento restaurativo y reparador. De eso se trata la justicia transicional. Hay gente que no acepta eso y están en todo su derecho. Lo que no entienden ellos es que si no es así, no podría haber paz”.
Ha hecho cálculos de cuántos votos podría sacar el Sí el día del plebiscito...
“Pues mire, yo con un voto por encima del umbral quedo contento, pero por supuesto creo que será mucho mayor. No soy muy dado a hacer estimativos, porque siempre que los hago se le devuelve a uno como un búmeran”.
La palabra “vinculante” tomó relevancia por la decisión de la Corte Constitucional. ¿Después de esa interpretación que le dio el alto tribunal qué significa para usted y cómo actuaría sobre ella?
“La interpreto como lo hice desde el principio: si el pueblo colombiano le dice Sí (al plebiscito por la paz) y estoy seguro que será afirmativo, con eso comienzo el proceso de la implementación de los acuerdos que va sumado a todo lo que el Congreso determinó en el proyecto de Acto Legislativo con las facultades del presidente. O con el procedimiento rápido para las leyes estatutarias que se requieran o inclusive reformas constitucionales. Eso es lo vinculante. Si llega a ganar el No, simplemente nos regresamos a lo que teníamos al comienzo del Gobierno: un conflicto armado y este proceso, simplemente, fracasó”.
¿Por qué la campaña del proceso de paz habla de una promesa de paz y no de un acuerdo con las Farc?
“Lo que he dicho muchas veces es que lo que firmemos significa el fin del conflicto y la paz la tenemos que construir entre todos y no va a ser algo que se dé en el corto plazo, tenemos que construirla y eso va a durar muchos años. Si terminamos el conflicto, desaparecen las Farc, eso es muy importante y ojalá la gente de aquí de Medellín y de Antioquia entiendan que la firma de este proceso significa que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia dejan de existir y ese es un paso importantísimo en la historia de nuestro país”.
¿Pero no es un mensaje manipulador al hablar de paz en vez del fin del conflicto?
“Pero es que están inexorablemente ligados. No hay paz porque existe el conflicto armado. Si desaparece el conflicto sin duda que habrá paz. ¿Cuál es la definición de paz? Cuando no hay un conflicto armado”.
Hay personas que han cuestionado que este proceso ha sido tan importante para usted, que ha descuidado otros aspectos del Estado. ¿Qué respondería?
“Respondería con un inventario de todo lo que hemos hecho en este Gobierno. En materia de lucha contra la pobreza la hemos disminuido en más de 12 puntos porcentuales, más que cualquier otro país de América Latina. Le hemos dado a cinco millones de colombianos agua potable que antes no tenían y a 5,2 millones alcantarillado que tampoco tenían, estamos haciendo una verdadera revolución en infraestructura. Antioquia lo está viviendo en carne propia, es decir aquí todos los días pueden ver lo que estamos construyendo. En educación hemos avanzado enormemente, ya tenemos cobertura universal en salud, decretamos la educación gratuita para todos los niños y niñas de Colombia del grado cero al grado 11 y podría seguir con otras cosas como por ejemplo: conectamos a todos los municipios de Colombia con fibra óptica, es decir que resultados hay por todos lados”.
El problema es que, por ejemplo en el caso de la infraestructura alguien más cobra por usted, mientras que se le ve concentrado y presente en los temas de paz...
“Es un estilo de Gobierno. Soy una persona que delego, no me importa que cobren si hacen las cosas porque al fin y al cabo es mi Gobierno y eso lo he discutido mil veces con el propio vicepresidente (Germán Vargas Lleras) que me dice: venga a cobrar esto, a cobrar aquello y le digo vaya usted tranquilo que eso que usted hace es del Gobierno, somos todos, somos un equipo. Hay formas. Yo no necesito más aplausos, yo no quiero seguir en la política, yo no quiero seguir dirigiendo un partido político, apenas termine mi mandato lo que quiero es dedicarme a ser profesor, ayudar en lo que pueda pero no estoy buscando ni halagos ni aplausos”.
Retirarse realmente de la política cuesta mucho trabajo...
“Pero a mí no me va a costar mucho porque creo que cuando uno hace las cosas a conciencia, correctamente y está desprendido de esa palabra que es tan envolvente como el poder, uno sabe que es efímero y que un día lo tiene y al otro no. Hay otra gente que no se puede desprender del poder. Yo les tengo a esas personas cierta lástima porque son prisioneros y en el fondo eso hace mucho daño”.
Presidente volvamos al tema del proceso de paz. ¿Se van a comprometer las Farc, financieramente, con el posconflicto?
“Yo les he dicho a las Farc, de forma muy clara, que si tienen recursos, no importa cuándo aparezcan, se los vamos a incautar porque son ilícitos. Ellos dicen que no tienen. Yo todavía no les creo. Pero por otro lado no he podido descubrir dónde tienen esas cuentas criminales porque todavía no se han podido descubrir. Ni las ha podido encontrar la CIA, ni la inteligencia militar, pero repito, si descubrimos la plata que tengan, la vamos a incautar. Sí tenemos información de tierras que están en manos de testaferros de ellos, esas tierras serán incautadas y entregadas a los campesinos que eran sus dueños originales”.
¿Cómo convencer a la sociedad que ha sido víctima de la violencia guerrillera, que es éticamente admisible que quienes hasta hoy cometieron crímenes, mañana vayan a ser legisladores o gobernantes?
“Es que nosotros ya vivimos eso. Mire lo que pasó con el M-19, por ejemplo. Si queremos vivir en paz tenemos que aceptar esa transición. Sé que para mucha gente eso no es fácil, pero el proceso tiene sentido si un grupo armado deja sus armas y se somete a la justicia transicional y puede hacer política. De otra forma para qué van a entregar las armas. Explicar todo esto hace parte de la pedagogía que debemos hacer, que es tan difícil. Por eso este proceso de paz ha sido tan difícil y costoso para mí, porque liderar en tiempos de guerra era muy fácil. En guerra fui el ministro más popular del Gobierno anterior, porque mostraba trofeos y todo el mundo aplaudía. En cambio, el liderazgo en un proceso de paz se trata de cambiar sentimientos, odios por reconciliación, sed de venganza por aprender a perdonar. Eso es mucho más difícil”.
¿Cree que al optar por el plebiscito, donde la respuesta es Sí o No a una sola pregunta, es el mejor mecanismo de participación popular para refrendar los acuerdos? ¿No teme que mucha gente vote que No al sentir que está obligada a comprar todo el paquete?
“Lo que pasa es que una negociación de este tipo es un paquete con cosas buenas y cosas malas, no hay paz perfecta. Por definición la paz tiene que ser imperfecta. Y, por supuesto que hay asuntos que no nos gustan. A mí no me gusta que las Farc puedan tener beneficios jurídicos, pero eso es parte del paquete integral para lograr la paz. Si pusiéramos ante el pueblo cada pregunta, por supuesto que escogería unos puntos para el sí y otros para el no. Entonces, la paz como paquete, como un acuerdo integral desaparece y sería imposible”.
Han pasado varios días del episodio del Foro Económico Mundial donde muchos entendimos que había usado el miedo como estrategia para fomentar el apoyo a lo acordado en La Habana. ¿Qué lecciones le dejó ese momento?
“La lección es que hay que tener mucho cuidado con lo que uno dice. No lo dije a manera de amenaza, fue a manera de realidad en el sentido de que un grupo como las Farc, aquí y en cualquier parte del mundo, que está debilitado militarmente, que se le cierran las puertas, si el proceso no funciona, va a acudir al terrorismo, porque esa es una evolución normal, inclusive dentro de los propios cánones de su estrategia. Yo estaba respondiendo a una pregunta, muy capciosa, de un periodista, pero con la verdad, no con la intención de amenazar a nadie”.
Definitivamente no hay en el camino un posible entendimiento con el expresidente Álvaro Uribe Vélez, o podemos esperar un siguiente capítulo después de la carta que usted envió y la respuesta que recibió...
“Esa carta era como la última esperanza de que pudiésemos establecer algún tipo de relación. Al día de hoy todavía no entiendo la actitud del expresidente Uribe. Si se trata de sus tres huevitos, hoy están convertidos en unos gallos de pelea: en seguridad democrática, nadie les ha dado más duro a las Farc que este servidor y sé que a mucha gente no le gusta que yo diga eso, pero es la realidad; de su cohesión social, mire los resultados sociales en los últimos cinco años; la confianza inversionista, mire las cifras de inversión, son las más altas en la historia y este proceso (de paz) realmente es algo que él también quería hacer, entonces, yo no entiendo francamente esa actitud”.
Pero la confianza inversionista y las expectativas económicas han disminuido y así lo han dicho recientemente informes de Standard & Poors, Fitch Rating, la Cepal...
“Sin duda estamos viviendo una situación mucho menos buena que la que estábamos viviendo hace unos años, pero fíjese que las propias agencias de riesgo como Standard & Poors, Fitch así como todas las organizaciones multilaterales, reconocen que Colombia es un ejemplo sobre cómo se ajustó frente a una situación tan difícil como fue ver que sus ingresos se disminuyeron en un 20 %. Seguimos creciendo a unas tasas que son de las mas altas de la región. Nosotros no vamos a crecer un 5 o 4 %, será alrededor de un 3 % o un 2,8 %, pero es un crecimiento muy positivo frente a una situación tan compleja como la que estamos viviendo y hemos mantenido algo muy importante y es la confianza de los inversionistas. Mire la inversión por ejemplo en papeles del gobierno en bonos de Estado eso se ha mantenido. Y las advertencias que nos hacen las agencias de crédito cuando por ejemplo disminuye la perspectiva, nos dice ojo, si ustedes no aprueban la reforma tributaria van a tener problemas fiscales y esa es una realidad que aceptamos. Por eso estamos comprometidos para hacer aprobar la reforma tributaria antes de que termine el año”.
¿Se compromete con la reforma tributaria y con la estabilidad jurídica para recuperar esa inversión?
“La estabilidad jurídica es algo necesario y muchos inversionistas le temen más a la inestabilidad jurídica que a la inseguridad personal y por eso es importante esa palabra mágica de la estabilidad jurídica. Eso lo hemos tenido presente hace mucho tiempo. Lo que pasa es que también tenemos unas cortes bastante proactivas, que a veces cambian las reglas de juego. Eso lo hemos tenido que sufrir, por supuesto acatar las decisiones de las cortes. Pero al mismo tiempo tenemos que hacer un gran esfuerzo para trabajar en armonía con los otros poderes del Estado para dar certeza y esa estabilidad jurídica”.
El 19 de agosto se cumple un año de haber cerrado la frontera con Venezuela y se está hablando que el 14 la van a abrir. ¿La fecha es cierta? ¿Bajo qué condiciones se va a reabrir y estamos preparados para recibir una migración masiva desde Venezuela?
“La frontera se reabre, y se lo hemos dicho a las autoridades y al Gobierno venezolano, siempre y cuando acordemos unos protocolos para que no resurjan el contrabando y el comercio ilícito, no solamente de bienes, sino también de personas. Se han reunido el ministro de Defensa nuestro con el venezolano, ya se están reuniendo los comandantes regionales, cuando tengamos esos protocolos listos reabriremos la frontera. Por otro lado, para mí es un gran fantasma que a veces no me deja dormir la posibilidad de que se venga una avalancha de personas de Venezuela que quieran huir de ese país. Por eso hemos hecho tantos esfuerzos para que Venezuela ojalá logré arreglar esos problemas y que no haya una implosión. Han venido algunos venezolanos y los hemos atendido. Lo que vimos durante los días que hemos abierto el paso fronterizo para que vengan a comprar, es que no ha habido ningún traumatismo. Todo lo contrario, los comerciantes lo han apreciado, pero estamos expectantes y por supuesto siempre discutiendo escenarios ante esa posibilidad”.
Se acercan las elecciones en Estados Unidos y Donald Trump parece tener altas posibilidades de ser el presidente de ese país. ¿Ve en riesgo la cooperación anunciada por el gobierno de Barack Obama para el proceso de paz?
“La ayuda de Estados Unidos ha sido bipartidista. Hemos hecho un gran esfuerzo para mantenerla así. Las cifras que aprobaron en el Congreso norteamericano hace unos días fueron con votos Demócratas y Republicanos y esperaría que sea quien sea el presidente, esa cooperación que hemos tenido con Estados Unidos se mantenga”.
¿Están superadas las tensiones con Antioquia?
“Nunca he tenido un mal relacionamiento con Antioquia, todo lo contrario, siempre que vengo aquí siento el cariño de mucha gente. Algunos no me creerán pero como dicen por ahí, no soy santo de la devoción de mucha gente.Si el amor en la política se expresa con inversiones y presupuesto, pues creo que el amor mío por Antioquia está demostrado con creces, y como se lo he dicho al principio de esta entrevista, no ha habido en la historia de Colombia ni de Antioquia un presidente que se haya comprometido más con Antioquia que este servidor”.
¿Cuál es el compromiso suyo y de los cinco miembros de la junta que tiene el Gobierno Nacional en el Metro para protegerlo de todo aquello que es ajeno a la naturaleza de esa empresa?
“Mi compromiso es exactamente eso, protegerlo de la politiquería. El Metro es una de esas empresas ejemplares que hay que cuidar y mantenerle un buen nivel técnico. Tenga la seguridad de que por mi parte no hay la menor posibilidad que yo vaya a contribuir a que se desvíe un solo milímetro esa política que han tenido Antioquia y el Gobierno Nacional de manejar el Metro como una empresa seria, ajena a cualquier interés político”.