Dos manos tejen en una pared de fondo amarillo. Es el primer mural que se ve al llegar al Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (Etcr), en Mesetas (Meta). Lleva un mensaje claro: Tejiendo sueños.
Quienes habitan el Etcr lo asumen más allá de un ideal, como una realidad que día a día construyen. Aunque los 213 excombatientes que allí viven lo ven cada día, las 66 mujeres lo tienen como un mantra: soñar y construir, porque, como lo plantea Patricia Jaramillo, presidenta de la Cooperativa Multiactiva Libertad Simón Trinidad, “todas tenemos ganas de algo propio, nuestro, para no esperar que el marido sea el único que lleve el sustento al hogar”.
Atrás quedaron las armas. Su rol, ahora más empoderado, no les permite olvidar que en el monte asumieron responsabilidades como escuderas o enfermeras, hechas a pulso entre combates, pero ahora, en la vida civil, y con camisas con rosas rojas bordadas en su pecho, se esfuerzan por encontrar un proyecto que les permita salir adelante. En este proceso encontraron en el café, la ganadería y el trabajo comunitario, la mejor excusa para emprender.
EL COLOMBIANO estuvo en la zona tres días y conoció cómo las mujeres le apuestan a la consolidación del Acuerdo de Paz con proyectos productivos.
Ganado y cerdos
En este sector hay dos proyectos en los que están avanzando las excombatientes. Lina María Borrero, representante legal de la Cooperativa, explica que son 40 reincorporados los que hacen parte de la iniciativa de cría de cerdos, dentro del proyecto de fortalecimiento de la cadena productiva, el cual se encuentra en un 40 % de ejecución. “La financiación surge del sostenimiento que los excombatientes recibimos y apoyados por la Organización Internacional para las Migraciones”.
No es el único proyecto en el que trabajan. En el Comité Femenino, ahora cuentan con ocho vacas y sus crías, para avanzar en la consolidación de lechería con ganado silvopastoril. Sobre este, destaca que son 24 mujeres, pero solo 10 excombatientes, las otras 14, según explica, “son de la comunidad. Es un ejemplo de que los reincorporados podemos adelantar trabajos colectivos con la comunidad”.
Ernestina Quevedo, vecina del Etcr y esposa de un excombatiente, califica este trabajo como “positivo y armónico”, pues les ha permitido “trabajar con legalidad y cultivando el campo, que es lo que hemos aprendido”.
Sobre el papel de la mujer, asegura que ha sido clave la unión, a pesar de las “dificultades que se presentan”.
¿Y el café?
Con este proyecto, los excombatientes hacen un homenaje a dos de los iconos de su lucha. El café, que los ayudaba a sopesar sus recorridos y noches. También a máximo líder, Manuel Marulanda Vélez, por lo que decidieron llamar este producto como Café Maru.
Claudia Milena Guerra, quien estuvo 19 años en las Farc, explica que es una iniciativa en la que están trabajando los ocho integrantes de su familia, incluido Rigo Marulanda, hijo del máximo jefe de esa guerrilla.
Y en cuanto al rol femenino, dice que “las farianas venimos a trabajar con la comunidad para intercambiar experiencias”, que es el fin último de la reconciliación.
La meta es crecer y aumentar las 2,5 hectáreas que tienen cultivadas, pero dejando claro que el principal reto es “la reconciliación”, sin dejar a un lado el sueño de todo pequeño empresario, “crecer como empresa para mantenernos unidos con la comunidad, que es nuestro principal apoyo”.
Aunque Rigo no estaba cuando se hizo este recorrido, Guerra explicó que se mantiene en la finca revisando los cultivos y, cuando tienen cosecha, llevándolo hasta Mesetas, donde lo “secan, muelen, trituran y empacan”.
Aunque la Pastoral de Granada (Meta) les donó máquinas para cumplir con estas tareas, han tenido dificultades técnicas para ponerlas a funcionar, pero no desisten.
* Invitado por la ARN.