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Los nacimientos que le dan vida a las zonas veredales

En los próximos meses serán cerca de 300 niños los que jugarán entre los guerrilleros de las Farc.

  • 73 bebés lactantes hay en las zonas veredales, en los próximos meses nacerán otros 97. En la foto la vereda Carrizal, en Remedios. FOTOS Jaime Pérez

    73 bebés lactantes hay en las zonas veredales, en los próximos meses nacerán otros 97. En la foto la vereda Carrizal, en Remedios.

    FOTOS Jaime Pérez

  • Los nacimientos que le dan vida a las zonas veredales
26 de febrero de 2017
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Los niños corretean por los zonas veredales y los más pequeños, los que acabaron de nacer, pasan de unos brazos a otros durante el día húmedo del monte.

Hoy los equipajes de los farianos no solo tienen uniformes, armas, libros que hablan de revolución y material de intendencia, también contienen teteros, pañales y algunos juguetes para los niños de la paz, como llaman a los nacidos durante la tregua, producto de una directriz de las Farc que llegó junto con el cese el fuego unilateral y las medidas de desescalamiento del conflicto por parte del Estado: los guerrilleros que quisieran podían conformar familias.

La esperanza de la paz

Con los primeros albores del fin del conflicto, las condiciones cambiaron para la guerrillerada. Ya no vivían con la tensión de la guerra ni saltando de un campamento a otro en busca de protección. Ya no daban ni recibían bala.

“Así que se hizo el amor”, dice sonriente Teófilo, un guerrillero veterano del Frente Cuarto de las Farc, mientras ve a uno de los nuevos acompañantes de sus mañanas en las montañas. Es Andrés, un pequeño de 5 meses, al que cuidan todos los guerrilleros en la zona veredal de Carrizal, en Remedios, Antioquia. “Aquí no preocupa tanto quién es la madre ni quién el padre, todos somos familia y lo cuidamos”, anota el insurgente.

Y es cierto. El niño está en una hamaca hecha con un pedazo de tela amarrada a dos árboles. Sobre el cuerpo del menor un palo atravesado abre la tela para dejarlo a la vista, uno que otro insecto se posa sobre él pero rápidamente emprende el vuelo. Varios guerrilleros pasan y lo saludan, algunos con una voz tierna le canturrean, y otros, con tono natural, le hablan acerca de lo que les espera una vez dejen las armas.

De repente llega su madre, que ya se quitó parte del uniforme y lo saca de su hamaca. Lo lleva a su caleta, saca un tetero que conserva algunas onzas de un líquido blanco y espeso, se lo da al niño, quien llora con desespero.

–Esto es muy bonito, el niño está sano, es muy tranquilo, su única preocupación es la comida, come muy bien –dice la madre.

El bebé devora el contenido y la mujer destapa una bolsa de avena larga vida y la deposita entera en el tetero.

–De esta mañana había quedado un poco, como le digo el niño come mucho.

–¿Y es difícil cuidarlo en estas condiciones?

Piensa un momento y atina en responder: “Es que estas condiciones, como usted dice, es la única forma de vida que yo conozco”.

Su compañero, también guerrillero y padre del menor, trabaja construyendo la zona veredal transitoria de normalización. La responsabilidad de ella es adecuar la caleta en la que van a vivir en los próximos días, mientras organizan los alojamientos.

Como Andrés hay otros 73 niños lactantes en las zonas veredales del país, otros 92 superan el año –casi todos están pequeños pero hay algunos que llegan hasta los 12 años– y 97 mujeres están embarazadas, reporta la Oficina del Alto Comisionado de Paz (ver gráfico).

En Carrizal son tres bebés, pero en Los Monos, en Caldono hay 41 niños y 4 mujeres embarazadas, allí hay un poco más de 200 guerrilleros.

Gabriel Ángel, columnista de las Farc, expresó en uno de sus escritos que “hay que reconocer, claro, que no todos los niños han sido concebidos y alumbrados en los últimos tiempos. Algunas parejas, madres y hasta padres han traído a las zonas y puntos a hijos que vivían en condiciones difíciles bajo el cuidado de terceros en algún otro lugar”.

Estas nuevas y enternecedoras experiencias no habrían sido posible antes, cuando había conflicto, coinciden los guerrilleros.

A la guerra sin hijos

Ya no hay memoria del momento exacto en que las Farc prohibió los embarazos. Lo que sí es cierto es que fue muy temprano, cuando la Fuerza Pública empezó a atacar con mayor vehemencia a la guerrilla.

“A uno lo atacan por donde más duele, y ¿qué más que la familia?”, pregunta alias Fabián Ramírez, uno de los líderes históricos de las Farc y miembro del Estado Mayor Conjunto, quien hoy está en la zona veredal de Llanogrande, en Dabeiba (Antioquia).

A Ramírez, tener hijos le causó muchos “problemas”, pues fueron el objetivo por el cual el Ejército lo hallaba por las pistas que dejaba después de encontrarse con ellos o al llevarlos al campamento.

“Esas son las violaciones a las normas que se rigen dentro de un ejército militar. La conclusión después de la Séptima Conferencia, cuando arreció la confrontación, fue que era imposible tener hijos”, cuenta el guerrillero. Así que en el interior de las Farc se inició un riguroso plan de planificación familiar.

“Las mujeres usaban la inyección o el Norplan para planificar y cuando se daban embarazos podían decidir si querían continuar con el embarazo. Tener un hijo en las condiciones en las que vivíamos durante la guerra era imposible, entonces teníamos que buscar una casa donde llevarlas, pero siempre existía el riesgo de que las cogieran”, dice Teófilo.

En medio del miedo y de la zozobra que se vivía durante el conflicto, muchos niños se quedaron sin nacer.

Información de Inteligencia Militar y de la Fiscalía dice que en las Farc se practicaban cerca de 1.000 abortos al año. La cifra es imposible de precisar ya que para hacerlo serán necesarios más testimonios, pero el material encontrado en los computadores de los cabecillas guerrilleros son buenos indicios.

Las investigaciones al respecto no están muy adelantadas, se tienen reportes de pocos episodios reconocidos ante Justicia y Paz y el caso contra “El Enfermero”, el hombre al que se le acusa de haber practicado más de 300 abortos forzosos a guerrilleras de las Farc, sin embargo, ese grupo no lo reconoce.

El exfiscal general (e) Jorge Perdomo reveló en su momento que “contamos con documentos incautados que nos muestran que los abortos forzados fueron una política en las Farc”, basando su argumento en el estudio de por lo menos 150 casos.

Alias Olga Marín, integrante de la Comisión de Género en la mesa de conversaciones de La Habana, dijo en una rueda de prensa durante la décima y última Conferencia de esa guerrilla, que “el aborto es un derecho que tenemos las mujeres a decidir sobre nuestro cuerpo”.

Marín explicó, entonces, las tres razones por las que se optaba por el aborto: “Primero porque en la guerra no pueden haber hijos, segundo porque si estos niños nacen, el enemigo los puede utilizar para combatirnos y matarnos y, tercero, porque no podemos estar trayendo hijos al mundo para después dejarlos por ahí desperdigados”.

La posibilidad de dar vida

El tiempo ha cambiado. Sorprende que quienes cegaron la vida de tantas personas en estos 52 años de guerra ahora sean sus dadores. Todavía para las madres que están en las zonas veredales es difícil pensar en lo que los espera afuera, en la vida civil.

“Nosotros vivimos muy diferente, somos una familia gigante, las labores son distribuidas por igual y es el Secretariado y los comandantes los que responden por nosotros”, cuenta Marcela, la madre de Alberto, quien no está segura de cómo va a mantener a su pequeño de seis meses cuando salga de la zona veredal. Nunca ha trabajado, no ha ganado un salario y no ha tenido un esposo que la apoye económicamente.

Sin duda la vida será difente, traerá nuevos retos y responsabilidades, asegura, pero confía en estar preparada para asumirlos.

Gabriel Ángel reconoce que desde afuera se hacen críticas a la incapacidad de las nuevas familias guerrilleras de mantener a sus niños, pero aduce: “Me temo que una buena parte de quienes así piensan, son los mismos que plantean incriminar a las direcciones guerrilleras, por haber establecido en la guerra la obligación de la planificación familiar a sus filas”.

***

Fabián Ramírez, quien acompaña al Frente 5 en la zona veredal de Llanogrande, cuenta que en su campamento hay 7 menores, cinco de ellos fueron bautizados, incluso le hicieron la petición al padre Eliseo Osorio, de la Parroquia de Dabeiba, para que les oficiara el sacramento a los que faltaban.

“La situación es muy compleja, no por los niños, sino que los padres, la familia y los padrinos tienen que tener muy clara su fe y su creencia en el Evangelio”, le explicó el sacerdote a EL COLOMBIANO. Por esos motivos los menores no han recibido el bautismo, aunque el prelado espera que cuando los padres se reincorporen a la vida civil puedan tomar libremente la determinación de hacerlo.

Por ahora, las mujeres con sus hijos en Llanograde viven como pueden en dos habitaciones prefabricadas que dispuso el Gobierno para ellas, pero no son suficientes.

“No es problema, nosotros vivimos como tengamos que hacerlo, es más importante el amor que entre todos podamos darles a esos niños y que los padres se sigan preparando para ser su ejemplo”, afirma Teófilo.

A pesar de las críticas, los guerrilleros insisten en que estos nuevos nacimientos son motivo de esperanza: “Por supuesto que si vamos de la actividad guerrillera armada a la actividad política ya no es problema poder tener nuestras familias, poderlos levantar; se nos permite eso, la vida y la paz nos permiten eso. Esta es una forma de demostrarle al mundo que no estamos interesados en la guerra sino en la paz, y en la paz es donde se puede convivir”, concluye el comandante guerrillero.

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