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El embarazo adolescente aumenta las posibilidades de ser pobre, porque se puede perder la opción de estudiar y tener un desarrollo profesional. Parece una frase de cajón, pero las cifras así lo demuestran.
La Encuesta Nacional de Calidad de Vida 2018, del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), muestra que en el promedio nacional, el 26 % de las mujeres fue madre entre los 10 y 17 años, mientras que el 52 % lo fue entre los 18 y 25 años y el 15,3 %, entre los 26 y 35 años de edad y el 6,7 % restante, de 36 años en adelante.
Uno de los ejemplos contundentes es Guainía, que reporta el indicador más alto de embarazos en mujeres entre 10 y 17 años, con el 51 % (ver infografía), y también es la zona del país donde la pobreza multidimensional es más alta, alcanzando el 65 %, según las cifras del Dane.
Xiomara Pulido, consultora e investigadora del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), explica que cuando una mujer queda en embarazo a esta edad se bloquean las posibilidades de acceder a educación y tener un mejor empleo.
La madre dedica la mayor parte del tiempo en la crianza de su hijo, no puede desarrollarse profesionalmente y por ende no tiene las capacidades para acceder a un empleo de calidad o encuentra una posibilidad laboral en la informalidad. Es una imagen que se puede ver en las ciudades, donde los semáforos se convierten en una oportunidad para vender dulces o cualquier elemento que les permita tener un ingreso.
“Las decisiones que se toman en la juventud están asociadas a los resultados laborales y de bienestar en la adultez, pues una decisión que se tome a los 15 o 17 generará impacto en la adultez y la sociedad, para toda la vida”, expresa Pulido.
Carlos Sepúlveda, decano de la Facultad de Economía de la Universidad del Rosario, coincide con lo que plantea Pulido, al destacar que ser madre joven, no estudiar y pobreza son tres fenómenos que se relacionan y que acentúan, por ende, las brechas de pobreza.
“La causalidad entre estas tres variables es compleja, porque es multidireccional”, señala el experto, al explicar que si usted tiene condiciones económicas precarias puede perder oportunidades, como no acceder a educarse.
“No es un solo fenómeno, las personas más pobres tienden a tener una mayor tasa de embarazo adolescente”, agrega Sepúlveda, reconociendo la coincidencia entre las cifras que el Dane ha mostrado sobre este tema.
Juan Daniel Oviedo, director del Dane, leyendo las cifras de la Encuesta nacional de calidad de vida 2018, explica que en el país las mujeres más educadas desplazan su decisión de ser madres y, efectivamente, “lo que vemos cuando pensamos en el embarazo temprano (10-17 años) es un inductor de pobreza en el curso de vida de la madre y del hijo”, explica Oviedo.
Además, el Dane muestra que hay 26 departamentos que superan la media nacional de madres entre 10 y 17 años, incluyendo Guainía, Vaupés, Guaviare, Vichada, La Guajira, Chocó y Antioquia, mientras que por debajo del promedio nacional (26 % de embarazos entre 10 y 17 años) aparecen Bogotá, San Andrés, Atlántico, Santander, Boyacá, Cundinamarca y Risaralda.
Pulido plantea el escenario del bloqueo de oportunidades, teniendo en cuenta la investigación que realizó el BID junto a la Universidad de Los Andes, en la que se enfocó a analizar el fenómeno de los “Nini”, es decir, ni estudian ni trabajan.
Aplicaron 1.500 encuestas a jóvenes que residían en Bogotá y que se encontraban entre los 15 y los 24 años, lo que les permitió publicar en febrero pasado el estudio “Decisiones de vida de los jóvenes en Bogotá: ¿Pobreza, habilidades o comportamientos de riesgo?”, capítulo incluido en el libro del BID “Millennials en América Latina y el Caribe: ¿trabajar o estudiar?”. Aquí, hay que destacar que la población millenial es la que nació entre los años 1982 y 1994.
Pulido asegura que, durante la investigación, en la que además de las encuestas realizaron grupos focales para conocer cuáles eran los factores que estaban asociados, encontraron que el embarazo adolescente sí estaba vinculado a sus decisiones.
En palabras de la investigadora: “Tener un hijo en estas edades está asociado a una mayor probabilidad de que sean “Nini” y la relación se da en que si una joven tiene un hijo a los 15 años y está cursando educación media, si no cuenta con el apoyo de la familia, se retira de estudiar”.
Estos casos se ven mucho más complejos en la población de jóvenes vulnerables (estratos bajos), pues se retiran del sistema educativo para dedicarse de lleno a las labores del cuidado de sus hijos.
El fenómeno es opuesto, según las cifras, en los varones. No se dedican al cuidado, pero sí abandonan sus estudios para encontrar un sustento que les permita llevar esa nueva responsabilidad: ser padre.
“Salen al mercado sin tener educación, lo que implica que tienen oportunidades laborales precarias o llegan a un empleo informal, dado que no cumplen con los requisitos”.
Así lo asegura Luis Fernando Mejía, director del Centro de investigación económica y social Fedesarrollo, quien se refiere a este fenómeno como “una trampa de pobreza”, que no solo se registra en las regiones lejanas y sin acceso a bienes y servicios, sino que también es evidente en las zonas vulnerables de las regiones con ingresos medios.
“La pobreza está asociada a los bajos niveles de educación del jefe de hogar”, explica Mejía, quien destaca que aunque no es constante, es un camino que “podrían repetir sus hijos, aunque ese es el momento en que el Estado y sus políticas deben actuar para que la trampa no se mantenga”.
Andrea Londoño, coordinadora de un proyecto de investigación que aborda la situación de las trabajadoras domésticas, señala que uno de los hallazgos más preocupantes tiene que ver con que aunque el embarazo es un derivador de pobreza, no “todos eran no deseados, sino que sí eran buscados por ellas”.
La explicación reside en que sienten que su único proyecto de vida es ser madres y desconocen que un bebé es uno de los mayores obstáculos para salir de la pobreza. Tienen tanto que ver la inmadurez propia de la edad como las condiciones sociales.
Con esto coincide la investigadora del BID, quien destaca que a veces se dice que el embarazo adolescente es accidental, pero con los resultaron, se dieron cuenta que ser madres es una decisión de las jóvenes, en alrededor del 30 % de los casos analizados.
Según los análisis, esto sucede “al no encontrar más opciones, porque ven difíciles o alejadas las posibilidades de acceder a educación superior, entonces su única posibilidad es el hecho de conformar una familia y tener hijos. No es que solo ocurra por accidente”.
Para Londoño, “es necesario que, desde muy temprana edad, ojalá desde los primeros años de colegio, se dé formación en educación sexual y reproductiva, y hablemos de sexo y procreación como un asunto más cercano”.
La respuesta está en la educación. Retomando el caso de Guainía, donde coinciden los mayores indicadores de pobreza multidimensional y embarazo adolescente, también se encuentra que la cobertura educativa no supera el 80 %, con una población educativa de 11.965 estudiantes, pese a sus 44.431 habitantes.
El director de Fedesarrollo coincide en que esa es la clave. Cita como ejemplo el caso de Bogotá, donde en los últimos tres años se logró una reducción de 6.215 casos de recién nacidos entre 2014 y 2018, pasando de 17.614 madres de entre 10 y 19 años, frente a las 10.949 del año pasado.
“Crearon una página de internet (sexperto.co), de la Secretaría de Salud, en la que los jóvenes preguntan cualquier inquietud sobre su desarrollo sexual o anticonceptivos, porque les daba pena hacer las preguntas a sus padres, familiares o profesores”.
El BID plantea otras propuestas. Por ejemplo, explica Pulido, en caso de que la mujer se convierta en madre, las empresas que las vinculen pueden ofrecerles horarios flexibles o que “les brinden posibilidades de educación de primera infancia de calidad para sus hijos”, para que desde niños se empiece a romper la “trampa de pobreza”.
Otro reto es que los modelos de educación pasen por un filtro de género para entender en qué puntos reproducen roles de género que limitan física y emocionalmente tanto a hombres como mujeres.
El director de Fedesarrollo reconoce que en la mayoría de los casos se habla de las mujeres, pero ignoran las responsabilidades de los hombres. “Ellos –nosotros– también deben conocer qué tipo de métodos anticonceptivos existen y cómo emplearlos al iniciar su vida sexual”.
Esta labor es una responsabilidad de parte y parte.