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Las rutas del Eln en el narcotráfico internacional

Estas son las conexiones transnacionales del grupo ilegal, en medio del debate sobre los fallidos diálogos.

  • Para sostener sus enclaves de narcotráfico, el Eln está en guerra con el clan del Golfo y disidencias de las Farc. FOTO Manuel Saldarriaga
    Para sostener sus enclaves de narcotráfico, el Eln está en guerra con el clan del Golfo y disidencias de las Farc. FOTO Manuel Saldarriaga
07 de abril de 2021
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Entre las 4.500 personas que integran el Eln, según datos de la Policía, hay una que se roba las miradas de las agencias antinarcóticos extranjeras. Su expediente dice que tiene ojos cafés, 86 kilos de peso, 1,75 m. de estatura y nació en el municipio cesarense de Curumaní. En el bajo mundo le dicen “Carlos el Puerco” y es, a los 39 años, el presunto cabecilla narcotraficante de esa organización criminal.

Se llama Wilver Villegas Palomino y la Casa Blanca ofrece 5 millones de dólares por su captura, con lo que supera la recompensa de otros personajes que dieron el salto de guerrilleros a narcos, como “Romaña” y “Grannobles”, disidentes de las Farc por los que los estadounidenses pagan la mitad de esa cifra.

A “Carlos el Puerco” lo persiguen el FBI, la DEA, el Ejército, la Policía y la Fiscalía colombiana. La Corte del Distrito Sur de Texas solicitó su extradición el año pasado, bajo tres cargos de narcotráfico y terrorismo (Indictment 20-CR-00091), alegando que tiene evidencia de su traqueteo desde 2019, cuando habría conspirado con otros para exportar cocaína por una ruta que sale de la subregión del Catatumbo y atraviesa Venezuela.

Según el dosier en su contra que manejan las autoridades colombianas, lleva 17 años en la facción subversiva, en los cuales ha manejado asuntos financieros del Frente de Guerra Nororiental. Por su desempeño, fue nombrado cabecilla del Área La Magdalena de dicha subestructura, con influencia en los municipios de Cúcuta, Ocaña, El Tarra, Ábrego, Convención, Tibú (Norte de Santander); y en Río de Oro y Aguachica (Cesar).

Sus lugartenientes en el frente también están pedidos en extradición por el mismo tribunal: los hermanos Jaime y Yamit Picón Rodríguez (“Chencho” y “Choncha”), Henry Trigos Celón (“Henry”) y José Álvarez Ortiz (“Gabriel”); la misma medida pesa sobre su supuesto socio Diomedes Barbosa Montaño (“Diomedes”), señalado de ser un enlace entre las organizaciones transnacionales de narcotráfico y grupos que producen el estupefaciente en Colombia.

De ellos, “Choncha”, “Henry” y “Gabriel” ya están tras las rejas, pendientes de que un avión los lleve a Texas. El pasado 29 de marzo, el presidente Iván Duque firmó la autorización para extraditar a este último, un joven de 26 años que al parecer, según el mismo dosier, fungía como operador logístico en el negocio transfronterizo de Villegas.

“Seguiremos extraditando más criminales pertenecientes a los carteles de la droga y cooperando con nuestros aliados en la lucha contra este crimen transnacional que tanto daño les hace a los colombianos y al mundo”, trinó Duque, con lo que puso de nuevo en la palestra a “Carlos el Puerco”.

Los narcofrentes

Partiendo de esta situación, EL COLOMBIANO consultó a analistas e investigadores de la Policía sobre las operaciones de narcotráfico del Eln. Las fuentes coincidieron en que ese grupo dio un viraje en la última década, al pasar del simple cobro de extorsiones (“gramaje”) a los traficantes que usaban sus territorios, a ser jugador en el concierto criminal internacional.

En esa dinámica influyó el desarme de las Farc, que hasta 2016 monopolizaba la cadena de siembra y producción de pasta de coca en los principales cultivos del país. Tras su salida del mercado, otras empresas criminales – como el Eln – entraron a la disputa por la repartición de esa torta.

Entre sus subestructuras, hay tres involucradas en toda la cadena del narcotráfico, es decir, el cultivo, producción, transporte y exportación del alcaloide. La primera es el Frente de Guerra Nororiental, el de “Carlos El Puerco”. Tiene dominio de la región del Catatumbo, incluso sobre otros grupos como el clan del Golfo, “los Rastrojos” y “los Pelusos”.

Explota las rutas de salida por la frontera venezolana, terrestres, fluviales y aéreas. “Este frente tiene presencia en Zulia, donde cuenta con varias pistas de aterrizaje. Desde ahí salen con rumbo al Caribe venezolano”, comentó Jeremy McDermott, codirector de la fundación InSight Crime.

Esta ruta suele tener puntos de acopio en Aruba y Curazao, para llegar a su destino final en Europa.

La segunda subestructura es el Bloque Occidental, con influencia en Chocó y el Suroeste antioqueño, bajo el mando de Ogli Padilla Romero (“Fabián”). Explota las vías fluviales del Medio Atrato y el Baudó, para sacar droga por el Océano Pacífico, rumbo a Centroamérica y de allí a EE.UU.

Y la tercera es el Frente de Guerra Suroccidental, con presencia en Valle, Cauca, Nariño y los límites con Ecuador, cuyas rutas también salen al Pacífico. De este grupo, EE.UU. pidió en extradición a cinco integrantes: Eudes Ojeda Obando (“Martín el Tuerto”), quien participó en los recientes diálogos con el Eln (2016-17) y actualmente estaría coordinando los negocios en suelo ecuatoriano, según la Policía.

La lista para las autoridades sigue con Ovidio Parra Cortés (“el Tío”), supuesto cabecilla financiero del frente; Jairo Escobar Martínez (“Richard”) y Franco Ruiz (“Motorola”), presuntos encargados del narcotráfico en Cauca; y Oliverio Pai Rodríguez (“Rubén”), coordinador de Nariño, puntualmente en Samaniego, Ricaurte y Tumaco.

De acuerdo con los investigadores, el Eln cuenta con otras dos subestructuras que, si bien no participan directamente en la exportación, son vitales en otros procesos de la cadena. El Frente de Guerra Darío Ramírez controla cultivos y laboratorios en el Bajo Cauca, Nordeste y Norte de Antioquia, así como en el sur de Bolívar, para surtir de la mercancía al resto de la organización. Su jefe es Felipe Alcocer Alvarino (“Pirry”).

El otro es el Frente de Guerra Oriental, liderado por Gustavo Giraldo Quinchía (“Pablito”), miembro del Comando Central (Coce) de esa guerrilla, cuya base de operaciones está en Arauca. Su hegemonía en la zona le permitió establecer un corredor para el tránsito de drogas y tropas al estado de Apure (Venezuela), para desde allí usar una ruta que sale a Barinas, Valencia y el Caribe, o hacia Guyana y Surinam, en la senda al Viejo Continente.

Para sostener estos enclaves estratégicos, el Eln está en conflicto con otros grupos, como el clan del Golfo y las disidencias de las Farc, situación que tiene disparados los índices de violencia en el Catatumbo, Nariño, Chocó, Cauca y Murindó (Antioquia).

Las fuentes policiales explicaron que, para sus movimientos en el país vecino, el Eln tiene una alianza con el cartel de los Soles, un grupo narcotraficante conformado por exmiembros y oficiales corruptos de las Fuerzas Armadas venezolanas. Otros socios para el tráfico internacional son los carteles mexicanos de Sinaloa y Jalisco; y en Colombia, redes de narcos de Cali y Quibdó, que le compran la pasta de coca.

El fallido diálogo bilateral

Pese a la evidencia, el Eln sigue describiéndose como una organización rebelde, con intereses políticos. A juicio de McDermott, “ellos sufren una esquizofrenia respecto al narcotráfico. En el Coce hay miembros como ‘Pablito’, pragmáticos frente a ese negocio y sus ganancias; y otros como ‘Gabino’, que son de un carácter más ideológico”.

Esta faceta del Eln volvió a ser noticia esta semana, cuando se revivió el debate por los fallidos diálogos de paz de 2016, que comenzaron en Quito (Ecuador) y se congelaron en La Habana (Cuba).

El lunes, en un conversatorio con la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), el expresidente Juan M. Santos dijo: “Estuvimos a punto de firmar un cese al fuego, infortunadamente hubo un vocero del actual gobierno que fue a decirles a los del Eln que no lo firmaran con mi gobierno, sino con el próximo (el de Duque), y mire en lo que estamos”.

El alto Comisionado para la Paz, Miguel Ceballos, indicó ayer que eso contradice el comunicado de la Misión de Verificación de la ONU del 1 de agosto de 2018, en el que ese organismo constató, luego de reunirse con la delegación del gobierno Santos y la del Eln, que “no existían condiciones para llegar el cese al fuego”.

Recordó que la presidencia de Duque comenzó el 7 de agosto de 2019 y que a él lo designaron en el cargo a los cinco días, “desde ese momento ni el presidente ni yo autorizamos ni a Angelino Garzón ni a nadie para que se reuniera con el Eln”.

Y aseveró que habló en ese entonces con “Pablo Beltrán” (miembro del Coce), “y ninguna de esas conversaciones se acerca a algo de lo insinuado por Santos”.

El embajador de Colombia en Costa Rica, Angelino Garzón, a quien le cayó el agua sucia por ser el supuesto vocero que interrumpió las negociaciones, desmintió al expresidente, alegando que no tiene ningún poder sobre el Eln y que no va a Cuba (donde están sus cabecillas) hace 10 años.

La posibilidad de nuevos acercamientos sigue oscureciéndose, a medida que esa organización cabalga sobre más acciones terroristas, conflictos con otros grupos criminales y negocios de cocaína

5
millones de dólares ofrece el gobierno de EE.UU. por la captura de “Carlos el Puerco”.

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