El gobierno de Gustavo Petro se gestó alrededor de una gran coalición que abarca distintos matices y talantes. De allí que sea natural que haya discusiones y diferencias internas alrededor de un sinnúmero de temas. Sin embargo, lo que se vive hoy dentro del gabinete Petro son fuertes pulsos entre dos marcados bandos y sus desencuentros —cada vez más caldeados y públicos—, desnudan la división y el dejo de crisis que aqueja al gobierno del cambio.
Las disputas sobrevienen sin que Petro haya completado su primer semestre de Gobierno en año electoral y cuando el presidente se apresta a someter a discusión del Congreso su agenda reformista que demanda unidad, cohesión y, si se quiere, orden, tanto en su gabinete como en la misma bancada.
La puja interna en el Gobierno viene de tiempo atrás, pero se ha acentuado por la “reformatón” que propone el Presidente. La pelea —advirtieron fuentes cercanas al Ejecutivo—, está decantada entre un grupo que aboga por que la mayor cantidad de puntos sean concertados con varios sectores, y otro que parece ser más radical e insiste en que el mandatario cuenta con un mandato popular expresado en las urnas.
En el primer bando se encuentran quienes podrían considerarse más experimentados y con un perfil más técnico, mientras que en el otro prevalece un rol mucho más ideológico y activista. En la primera facción se cuentan los ministros José Antonio Ocampo (Hacienda), Cecilia López (Agricultura) y Alejandro Gaviria (Educación). En la orilla opuesta aparecen las ministras Irene Vélez (Minas), Carolina Corcho (Salud) y Gloria Ramírez (Trabajo).
Justamente, uno de los pulsos más evidentes lo han venido librando los ministros Alejandro Gaviria y Carolina Corcho. El detonante no podría ser otro que la reforma a la salud y la idea de acabar las EPS que defiende la ministra de Salud. Gaviria —quien ocupó esa plaza en el gobierno de Juan Manuel Santos—, “no se ha guardado nada”, según comentó una voz del Ejecutivo y en los consejos de ministros ha sido incisivo a la hora de expresar sus reparos.
Esta semana fue más allá e hizo públicos sus reclamos. A través de su cuenta en Twitter, el ahora ministro de Educación revivió un texto que escribió en 2017 titulado “¿Bastaría con eliminar las EPS?” y en este llega a una provocadora conclusión que bien parecería hoy una respuesta a Corcho y que —detallaron en Palacio— no dista de lo que ha dicho el ministro en las reuniones de los lunes: “Unos cuantos datos pueden destruir una ideología recalcitrante. La evidencia es clara, contundente: los problemas financieros de la salud tienen causas complejas y su solución va mucho más allá del eslogan conveniente ‘No más EPS’”.
También en Twitter, Gaviria terminó por destaparse de manera indirecta cuando le respondió a un usuario que le recriminó por sus reparos a Corcho y por supuestamente “hablar muy bien del pésimo sistema de salud y de las corruptas EPS”. El ministro le contestó que “el gobierno tiene un gabinete plural” y que su responsabilidad “es aportar con respeto y conocimiento”. Y hubo remate: “No me voy a dejar intimidar”.
Otro frente de batalla
Los reparos de Gaviria han sido secundados por los ministros de Hacienda y Agricultura, como quedó en evidencia en la reunión del pasado 11 de enero. Allí, Ocampo y López le dieron un espaldarazo a Gaviria al cuestionar a la ministra Corcho por los tiempos de la reforma y la falta de información.
Pese a estar en la cartera de Agricultura, López tiene experiencia en el sector salud y durante los años 90 presidió el Seguro Social. Por ello, también ha sido más punzante con sus reparos y ha cuestionado cómo será la transición entre los esquemas de prestación de servicios de salud.
Por otro lado, Ocampo ha figurado como protagonista en otro frente de batalla: el que sostiene con la ministra de Minas, a quien en más de una ocasión ha tenido que salir a desmentir por afirmaciones sobre los contratos de exploración de petróleo y gas. De hecho, las dudas por el informe sobre las reservas de gas y petróleo o las declaraciones de Irene Vélez durante el Foro Económico Mundial en Davos (Suiza) la semana pasada, donde insistió que no habría más contratos, pese a que después tuvo que salir a aclarar, acentuaron las diferencias y le sirvieron como gasolina a la oposición, que nuevamente atizó con pedir su renuncia o citarla otra vez a moción de censura.
El rifirrafe entre Vélez y Ocampo, coincidieron las fuentes, no ha sido tan intenso ni mediático por el rol que viene desempeñando el ministro de Hacienda, a quien muchos reconocen como metódico y sosegado, al punto que lo han graduado de “bombero” con capacidad de corregir inclusive al propio Petro. No obstante, las frecuentes imprecisiones de la ministra de Minas —con coletazos, por ejemplo, en el precio del dólar—, llevaron a Ocampo a citarla a una reunión la próxima semana para aterrizar las cifras sobre las reservas de hidrocarburos.
En este contexto, hay una pregunta que salta a la vista: ¿por qué Petro se la sigue jugando por Vélez y Corcho? Quizá uno de los aspectos que más influyen es precisamente su papel de activistas, especialmente decisivo ahora que el presidente convocó a una marcha el 14 de febrero para que la ciudadanía “discuta en las calles” las reformas que prometió en campaña.
En un plano menos combativo aparece la ministra de Trabajo, Gloria Ramírez, quien se ha inclinado por las ministras de Salud y Minas. Si bien no ha tenido enfrentamientos públicos, ha estado bajo escrutinio constante tanto en el gabinete como en el Congreso por el peso de las reformas que se echará al hombro: la pensional y la laboral, consideradas piedras angulares del plan de gobierno. “La ministra viene de ser presidenta del Partido Comunista y de la Federación Colombiana de Educadores (Fecode). Fue defensora ferviente de (Hugo) Chávez y de Rafael Correa. ¿Cómo va a concertar ahora desde el Gobierno? ¿Se quitará esa camiseta de sindicalista y dirigente de extrema izquierda?”, cuestionó un congresista de la Alianza Verde, hoy partido de gobierno.
Coletazos en la bancada
El cruce de cables que comienza a acentuarse en el gabinete de Petro tiene consecuencias en su bancada, el Pacto Histórico, con afectaciones que se extienden a los partidos que conforman las mayorías. Una muestra del descontento frente a ciertos ministros fue la postura que asumió el presidente del Senado, Roy Barreras, un timonel determinante para el Presidente en las aguas del Congreso.
Al hablar sobre la reforma a la salud, públicamente Barreras abogó por “transformar” y no acabar las EPS, a “construir sobre lo construido” y a no poner en riesgo la salud de los colombianos. “¿Acabar con el sistema de salud y construir otro? El actual sistema lleva 30 años de construcción y aún requiere mejorar. Y mientras se construye el nuevo, ¿quién atenderá la salud de los 50 millones de colombianos? ¿Sin transición? Reforma sí, pero sin poner en riesgo la salud de todos”.
Adicionalmente, el presidente del Senado habló sobre las manifestaciones convocadas por Petro, que coinciden con las de sectores de derecha, y dejó entrever su molestia porque aún no se conocen la totalidad de los textos: “Lo que es indeseable es que por desconocimiento de los textos de las reformas, sectores extremos de izquierda o derecha terminen enfrentándose en las calles”.
De hecho, trascendió que hubo malestar en el petrismo con Corcho tras el encuentro que sostuvieron esta semana en Paipa (Boyacá), donde el Gobierno socializó con senadores y representantes del Pacto su “reformatón”. Al parecer, algunos se quejaron porque la ministra no les presentó el documento completo de la reforma a la salud.
Frente a la queja de Barreras por citar a marchas sin conocer el contenido de las reformas, respondió el presidente de la Cámara, David Racero, quien reivindicó que “sin discusión ciudadana no hay proyecto de ley que importe en el Congreso”.
En medio de estas fracturas, la senadora María José Pizarro habló con EL COLOMBIANO y —contrario a varios de sus colegas que prefirieron el silencio para no acrecentar el ruido— detalló las dificultades. Según ella, es normal que haya discusiones por las reformas y, en el caso de los congresistas, el debate hace parte de su labor parlamentaria. Frente a lo que ocurre dentro del gabinete fue enfática y elevó un llamado a la unidad y la convergencia, llegando a cuestionar la coherencia política de algunos ministros. “Hacemos una reflexión desde la autocrítica. Elevamos un llamado a los ministros: el objetivo es hacer las reformas por las que votaron los ciudadanos y los ministros deben actuar con coherencia política con el proyecto. Son quienes más deben mantener el espíritu de unidad y articulación”.
Desde la oposición han sacado rédito de las peleas y, de acuerdo con la senadora Paloma Valencia (Centro Democrático), las peleas se dan entre “unos ministros que son sensatos y otros que son extremistas ideológicos que parecen más activistas que técnicos”.
En esa línea, vaticinó que la confrontación irá subiendo de tono a medida que “esos ministros activistas sigan presentando proyectos sin cifras ni sustentos”. Sin embargo, lamentó que “no va a pasar nada” dentro del gabinete, porque “esas ideas ridículas e irracionales que defienden los ministros son las que Petro quiere: sin fundamento y populistas”.
Más allá de las posturas de cada bando, lo cierto es que la manera como Gustavo Petro dirima los conflictos y zanje el pulso será decisivo para fortalecer su gabinete y evitar fracturas. La pelea amenaza con subir de tono y, si no ajusta tuercas, el Presidente podría quedar en una encrucijada: tomar partido a favor de algún bando, en contravía de las pretensiones del otro. ¿Apostaría Petro por los radicales o por los técnicos.