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Si vio la película Roma, de Alfonso Cuarón, es difícil que haya olvidado esa escena en la que no se ve, pero se escucha, se siente como el espacio del hospital se llena de texturas, de movimiento, de personajes que el espectador no puede divisar en pantalla, pero que oye detrás, a los lados, alrededor. El miedo de Cleodegaria Gutiérrez, su protagonista, se comparte. Ella sabe que va a parir. Llega “en estado de expulsión”, dice la doctora. Otro médico que la mujer nunca había visto le hace un tacto. Cleo respira aceleradamente. “¿A qué hora se te rompió la membrana?”, le preguntan. Ella no puede hablar, solo jadea. “Doctora, está perineando. Está completa, directa, tercer plano. Líquido meconial”, grita el doctor asistente. El lugar se percibe gélido, la comunicación es distante.
El dolor se intensifica. La primera experiencia de una madre, ya en la vida real, también es así de fría. Algunas veces.
¿Parto humanizado?
La secuencia despersonalizada dirigida por el mexicano Cuarón y que se ubica en la década del setenta es, en parte, común hoy en día, anota Sandra María Vélez Cuervo, fellow en perinatologia de la Universidad de Florida y especialista en Ginecología y Obstetricia de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia. Ella misma se pregunta, ¿qué hacen los obstetras para favorecer que un parto sea placentero?, ¿se puede hacer menos doloroso?
Evidencia científica y práctica, dice Bernardo Agudelo Jaramillo, ginecólogo y obstetra de la U. de A. y creador de la Corporación Acundando, soporta que “cuando se favorece un parto natural, espontáneo, en el que la mujer toma decisiones, tiene libertades, opciones de gozar y en lo posible de prepararse, disminuyen la morbimortalidad materna y la perinatal (hechos o fenómenos ocurridos alrededor del nacimiento, bien sea antes, durante o después del alumbramiento)”. Esto, sumado a la disminución de prácticas como las del caso ficticio de Cleo, que evidencia un exceso de tecnicismos y despersonalización de la paciente.
Actualmente hay un proyecto de ley de parto humanizado 063 de 2017, con dos debates en la Cámara de representantes, pues según el Ministerio de Salud y Protección Social de Colombia la humanización es fundamental para mejorar la calidad en la atención. En este sentido definen la humanización como “la condición esencial que garantiza que los servicios de detección temprana y protección específica dados a las mujeres gestantes se fundamenten en el respeto a la dignidad y condición humana. De sus creencias, costumbres, credo, raza y todo aquello que hace al ser humano único e irrepetible”.
Sobre tabúes y sexualidad
En Colombia hay un gran veto cuando de educación sexual se trata, dice Vélez. Ella asegura que se plantean y aplican estrategias para educar al personal médico –más allá de las técnicas–, pero que es igual de importante trabajar en la educación sexual de la ciudadanía, no solo para favorecer mejores partos sino para evitar embarazos adolescentes e indeseados, que a la vez impactan en las cifras de mortalidad materna. “Hay que educar a los profesores y padres, y también a los niños en cuanto a los riesgos de la sexualidad; con información apropiada para cada nivel. Actualmente, lamentablemente son las adolescentes las que están muriendo con mayor frecuencia”, apunta.
La población mayor igual engrosa las cifras y Sandra Vélez agrega que en parte se debe a la falta de información y educación. De hecho, lo recalcó Gladis Adriana Vélez, directora del Centro Nacer, Salud Sexual y Reproductiva en reunión citada por la Gobernación de Antioquia el pasado 25 de abril: “Entre mayor nivel educativo, menos muertes se presentan”.
Las causas
En Antioquia hace unos 15 años –tiempo en el que los especialistas de la U de. A llevan investigando esta problemática con detalle–, una de las causas frecuentes de muerte materna era las hemorragias posparto. De 22 fallecimientos por cada 100.000 mujeres en 2004, se pasó a 4 en 2018, según cifras del proceso de vigilancia epidemiológica de muertes maternas de la región para las secretaria de salud de Medellín y Antioquia.
Entre otras causas actuales de muerte, los trastornos hipertensivos ganan terreno representando el mayor porcentaje (67,7 % en 2018), así como las complicaciones relacionadas con los partos quirúrgicos y las cesáreas.
Esta última (césareas) es la intervención más frecuente en el mundo. Su aplicación —en muchas ocasiones usada con abuso—, tiene como fin último preservar la vida de la madre y el niño en situaciones complicadas, pero no siempre tiene éxito por riesgo de hemorragias, lesiones abdominales o infecciones y hasta de depresiones posparto.
Los países de ingresos medios y bajos se llevan la peor parte: en ellos, las madres tienen 100 veces más probabilidades de morir que en los desarrollados. De acuerdo con la Organización mundial de la Salud (OMS), la tasa ideal de cesárea debe oscilar entre el 10% y el 15%. En Colombia es del 46 %.
Eso es lo que ha develado una investigación que se publicó en la revista médica The Lancet en marzo de este año luego de analizar 12 millones de embarazos. Según Soha Sobhy, de la Universidad Queen Mary de Londres y una de las autoras, este es el mayor estudio sobre la materia y los datos en países en desarrollo son “peor de lo esperado” .
En un informe de 2015 de la OMS se lee: “las cesáreas son efectivas para salvar vidas maternas e infantiles, pero solo cuando se requieren por razones médicas indicadas” (Ver anécdota en Para saber más).
Estrategias de exportación
Por invitación de la Universidad Harvard en EE. UU, el pasado 7 de abril, Vélez compartió las experiencias lideradas por el departamento de Ginecología y obstetricia de la Facultad de Medicina de la U. de A. para combatir la mortalidad materna. Esto debido al impacto que ellas han tenido en los indicadores a nivel nacional. Los invitados al panel de salud fueron Juan Luis Castro (médico psiquiatra general-infantil y político colombiano), Gabriel Mesa Nicholls (CEO de la EPS Sura ) y la doctora Sandra Vélez, quien también es jefe del departamento de Ginecología y obstetricia de esa universidad.
Ella presentó su estrategia bandera, a la que le atribuyen el pronunciado descenso de muertes asociadas con hemorragias posparto. Se bautizó Código rojo y es un protocolo de bolsillo que consiste en crear un esquema de trabajo organizado, de tal manera que cuando se presente una hemorragia obstétrica le permita al equipo asistencial seguir los pasos sin desviarse del objetivo. Desde 2006 se ha diseminado por toda Antioquia entre otras regiones del país; México, Panamá, Cuba y próximamente se llevará a otros países de Latinoamérica.
Profesores que trabajan en la región son sus precursores. Y de hecho no es lo único. Vélez asegura que, como ninguna otra parte en el país, están diseñando clínicas de atención especializada para continuar impactando la mortalidad materna. “Tenemos clínica para pacientes embarazadas con cardiopatías o con enfermedad hepática; consulta preconcepcional y sobre anticoncepción de pacientes de muy alto riesgo”, informa. Estos son servicios que prestan a través de la Universidad de Antioquia en asociación con el Hospital San Vicente Fundación.
Las historias relatadas por las mamás que tuvieron hijos en la década del setenta y ochenta dejan una sensación de angustia. Algunas no sabían siquiera a qué se enfrentarían, no estaban preparadas y menos pensaban en un embarazo como una maratón para la que hay que prepararse en lugar de un sprint. Seguro que a pocos se les ocurriría competir en una de estas carreras sin investigar, entrenar y planificar