Rubio, delgado, con 1,92 metros de estatura. Su leyenda en el cine comenzó en el viejo Oeste norteamericano (western) con una poncho enfundado, un puro y un revolver al cinto. Clint Eastwood se hizo popular con ese personaje forajido que apareció en la Trilogía del Dólar, tres largometrajes de la década del 60: Por un puñado de dólares (1964), La muerte tenía un precio (1965) y El bueno, el malo y el feo (1966).
Juan Carlos González, editor de la revista especializada Kinetoscopio, ve a Clint Eastwood como el último autor de cine clásico: “Es el continuador de la tradición de John Ford, no solo por su gusto por el western, sino por el estilo de narración sosegada, que pone el énfasis en el humano y sus circunstancias”.
En su etapa más reciente, explica la crítica de cine Liliana Zapata, el autor se ha decantado por dramas biográficos –Sully, Million Dollar Baby, Mula– con personajes que son héroes “de férreas convicciones, cuyo destino está ya signado por sus creencias”. Gran Torino es la historia de un veterano de guerra norteamericano, católico y viudo de un matrimonio de 50 años que desprecia lo nuevo.
Por su parte, el crítico e historiador Oswaldo Osorio lo ve como el enlace entre la época dorada de Hollywood y la actual. “Uno no conoce una sola cinta de él que no esté en el clasicismo, esa manera tradicional de contar historias con una narrativa sólida y las convenciones del relato aristotélico, el montaje invisible”.
Nació en San Francisco, un 31 de mayo de 1930. Cumple años con cinco Oscar a sus espaldas y sin ganas de retirarse