Fue un inconforme del cine. Mientras preparaba su última película, Todo comenzó por el fin (2015), un documental autobiográfico sobre el Grupo de Cali, colectivo de artistas audiovisuales de los años 70 y 80, le descubrieron un cáncer gastrointestinal. Los médicos le dijeron que tal vez no podría terminar su producción por lo que, en lugar de desistir, Luis Ospina incluyó su enfermedad y posible muerte en la historia.
“No es seguro que me vaya a morir, pero si muero, el filme tiene qué cambiar”, habló frente a la cámara en un fragmento del largometraje.
Su cinta, finalmente, la terminó y ayer, a las 12:40 de la tarde, fue confirmada la muerte del cineasta caleño, uno de los referentes del séptimo arte en Colombia y del periodo denominado como Caliwood (por la cantidad y calidad de cintas hechas desde esa ciudad). Aunque había superado la enfermedad, falleció a los 70 años por complicaciones médicas relacionadas con una infección diagnosticada dos meses atrás.
Con 34 producciones, entre documentales, largos y de ficción, dejó uno de los legados cinematográficos más importantes del país.
Primeros pasos
Estudió cine en California, entre 1968 y 1972. Durante esta época participó en movimientos estudiantiles y colaboró en producciones militantes. “Todos pensamos que podíamos cambiar el mundo”, dijo Ospina, en una reseña del portal Proimágenes.
A su regreso a Colombia, quiso hacer un cine desafiante y rebelde. El crítico Orlando Mora cree que su formación en Estados Unidos fue fundamental en esto. “Le aportó al Grupo de Cali todo lo que había visto de los directores nuevos y radicales. Tenía una dimensión de modernidad muy influyente, más de lo que se le reconoce”, comenta Orlando, amigo de Ospina desde 1965.
Entre los trabajos que marcaron esta primera etapa está Agarrando pueblo (1978), realizado con Carlos Mayolo, un corto sobre el subdesarro-llo y la marginalidad de los países latinos y de cómo los extranjeros se aprovechaban de eso. Con el tiempo se convirtió en un manifiesto en contra de la “pornomiseria”.
Hizo dos películas de ficción: Pura sangre (1982) y Soplo de vida (1999), pero fueron sus documentales (más de 30) los que le brindarían mayor reconocimiento.
Adelantado
La profesora de cine, Adriana Mora, cuenta que en muchos sentidos era un adelantado a su época. “Renunció a elaborar películas en 35 milímetros y asumió hacer videos. Fue un acto que vio antes que todo”.
La docente explica que ahora hay mucha sorpresa por el llamado cine híbrido, el que mezcla el documental con la ficción, pero Luis lo hizo en su obra desde los años 70.
Por su parte, el realizador y teórico Armando Russi lo define como “el hombre que más sabía y hacía por el cine en Colombia”, y cita el alcance de su obra: cinéfilo, cineclubista, crítico, historiador, docente, actor, productor, guionista, montajista, cineasta, gestor cultural, programador.
Russi cuenta que el caleño muchas veces se desencantó del cine, porque era un oficio muy desagradecido y con pocas oportunidades. Una respuesta similar le dio al director Rubén Mendoza (Señorita María, La sociedad del semáforo) que en 2001 estaba preparando su película La tierra en la lengua y lo contactó para contarle de su proyecto. Les dijo que dejaran el cine “porque eso acababa con la vida y los amigos”.
Rubén fue cercano a Ospina en los últimos años y cuenta que nunca dejó de ser un apasionado del séptimo arte. “Era más crítico con la sociedad que con su oficio. Lo vi siempre celebrando la vida y la posibilidad de crear”.