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La plata del Instituto de Cultura no alcanza para Antioquia

Las dinámicas culturales de los municipios antioqueños son muy distintas a las de Medellín. Presupuestos pequeños y brechas formativas son piezas del rompecabezas.

  • Las finanzas del Icpa y su planta de trabajadores están lejos de tener la fuerza suficiente para atender las necesidades culturales de las subregiones de Antioquia. FOTO EL COLOMBIANO
    Las finanzas del Icpa y su planta de trabajadores están lejos de tener la fuerza suficiente para atender las necesidades culturales de las subregiones de Antioquia. FOTO EL COLOMBIANO
21 de agosto de 2022
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En esta historia hay dos cartas, dos preocupaciones. En la primera —de marzo—, los 25 consejeros culturales de Antioquia le dicen al gobernador Aníbal Gaviria que el presupuesto del Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia (Icpa) “viene sufriendo una sostenida disminución (...) debilitando la ya de por sí precaria situación del arte y la cultura en todas las subregiones del departamento”.

El texto incluye un gráfico comparativo del recorte de los dineros destinados para la cultura entre 2017 y 2022. Las cifras fueron tomadas de las páginas web del Icpa y de la Asamblea departamental. En ninguno de los años mencionados el recurso alcanza la recomendación de la Unesco para los presupuestos culturales —el 3 % del general—, fluctuando siempre por debajo del 1 %.

En la respuesta —de agosto— la saliente secretaria regional y sectorial de desarrollo humano, Alexandra Peláez Botero, habla de una adición al presupuesto de 2022 de $9.212.000.000 En plata franca, la cartera del Icpa llega a $24.978.000.000. Sin embargo, en la misiva Peláez Botero no alude de manera directa a la suerte del próximo año, algo que produjo consternación entre los consejeros.

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En pocas cosas coinciden los artistas y los funcionarios públicos. Curiosamente en el tema del dinero sí lo hacen: ambos sectores afirman que nunca es suficiente. No obstante, en las causas las divergencias vuelven: los gestores culturales conectan los montos con la voluntad política del gobernante de turno mientras los funcionarios mencionan un sinfín de razones para explicar las cifras.

Ahora el argumento esgrimido es el de la atención a las contingencias de la covid-19. Entre tanto estas discusiones se dan en los recintos del Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe —sede del Icpa— y en las redes sociales, crece la brecha entre los artistas afincados en las regiones y los que viven en el área metropolitana.

La realidad de un guitarrista de Caramanta es muy diferente a la de uno radicado en los barrios Belén o El Poblado. Un pintor de Liborina compite en desventaja con un colega de Laureles o San Javier. En la capital hay mayores recursos, mejores posibilidades de formación, un amplio espectro laboral. Hay, por decirlo de algún modo, más chances para alcanzar la madurez estética y de gestión.

Las suertes son tan distintas que la mayor parte de los estímulos otorgados por el Icpa la ganan proyectos postulados por habitantes del área metropolitana y de la región oriente, las más cercanas a Medellín. Byron Berrío —consejero de cinematografía y jurado en varias ocasiones de las convocatorias— sintetiza el asunto: “La diferencia entre los proyectos es grande: en la justificación o en la presentación uno se da cuenta cuando un proyecto es de una región y cuándo del Valle de Aburrá”.

Ese abismo entre las regiones y la capital comienza con los presupuestos. El monto de la secretaría de cultura ciudadana de Medellín ($ 80.000.000.000) no tiene punto de comparación con el invertido en el resto de Antioquia (y eso que este año fue menor que en otros). Esto ha sido así desde siempre y en todos los renglones: infraestructura, salud, deportes, vivienda.

Marcela Isabel Trujillo Quintero, exdirectora del Icpa, lo confirmó: “Antioquia nunca ha tenido un presupuesto mayor al de la ciudad de Medellín”. Las rentas de EPM son cruciales para marcar la diferencia.

Ahora, la lupa de la opinión pública y de los medios ha estado puesta en Medellín. En pocas ocasiones ha enfocado lo que sucede con la cultura del Magdalena medio o en el Bajo Cauca o en el Urabá. Por ejemplo, un gestor cultural de Medellín —que ha ocupado cargos de importancia en el sector público y participa en debates mediáticos— reconoció ignorar casi por completo el estado de las inversiones de cultura en las distintas regiones de Antioquia.

Tras unos segundos de silencio, hizo un acto de contrición colectivo: “Disculpe que no le pueda responder, pero en líneas generales creo que en Medellín sabemos muy poco de la cultura en el departamento”.

Esa conclusión se ratificó a lo largo de las entrevistas con consejeros departamentales de cultura, funcionarios de los estamentos oficiales y artistas de los municipios: las condiciones objetivas y simbólicas de la cultura en Antioquia son en general ignoradas en Medellín.

¿Y la plata que hay qué?

Los presupuestos tienen dos ítems: el de funcionamiento (burocracia y administración) y el de inversión (el que a la postre recibe la comunidad). Los números se deben tomar con pinzas y lentes de aumento. No toda la plata llega a los artistas. Una crítica constante de los consejeros y de los gestores culturales es la atomización de los apoyos.

Para Hildebrando Flórez —consejero en representación de las Ongs culturales y director del grupo de teatro Tecoc—, las convocatorias recientes tienen tres grandes reparos: son pequeñas, son escasas y se realizan tarde. Dicha circunstancia le hace ser concluyente: “El instituto no es un buen aliado para los artistas”.

La exdirectora del Icpa no compartió el análisis: “El presupuesto del Instituto de Cultura corresponde con un histórico que ha venido incrementándose en la medida en que se incrementan porcentualmente los presupuestos de todas las entidades públicas de la gobernación de Antioquia”.

Apunta, además, algo que se escapa de sus manos y del mismo gobernador: la caída de los recursos otorgados por el Ministerio de Cultura, provenientes del impuesto a la telefonía celular. Por ejemplo, en 2022, los funcionarios del Icpa hicieron un presupuesto en el que las arcas nacionales aportarían $ 1.250.000.000. A la hora de la verdad, recibieron $ 859.000.000. “El presupuesto no es el ideal, nunca será el ideal”, dijo Trujillo Quintero.

Los recortes no se limitan a números en Excel. Impactan las prácticas cotidianas de los ciudadanos. Por ejemplo, el fin del programa de monitorias —que consistió en pagar entre el Icpa y los municipios los salarios de los profesores de música, danza y pintura— se tradujo en que 96 niños y adolescentes de La Pintada dejaran de recibir clases en música. La cifra la proporciona Juan Pablo Londoño, profesor de música de ese municipio.

La situación se repite en Caramanta, Valparaíso y otros municipios con los que EL COLOMBIANO tuvo comunicación. Los docentes dejaron de asistir a los corregimientos, veredas y de dar vida a las casas de la cultura. “Hay municipios donde el apoyo del instituto es fundamental y al ser tan bajo o inexistente en algunos casos hace que la cultura vaya languideciendo”, dice Hildebrando.

Desde el inicio del mandato de Aníbal Gaviria el programa de monitorías no se oferta. La anterior directora del Icpa afirma que la exclusión del programa se debió a razones conceptuales y técnicas: “Es un modelo que acompaña a los procesos de formación artística en los municipios, pero como se desarrollaba el modelo no estaba completo. Ni por la forma en la que se financiaba ni por los mecanismos utilizados ni por la garantía que se generara un proceso de formación artística en el territorio”.

Salvo las convocatorias —respaldadas por una ordenanza—, ningún proyecto sobrevive al paso de un gobierno al otro. Otro ejemplo es Antioquia vive la música, el emblema del primer gobierno departamental de Aníbal Gaviria (2004-2007). El programa —que consiste en jornadas de música, danza y teatro en las regiones— estuvo años sin funcionar hasta el regreso de Gaviria al palacio departamental. En opinión de un gestor cultural, que pidió no ser nombrado, tales rupturas obedecen a lógicas políticas y no a visiones de largo plazo en los temas culturales.

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La estructura misma del Icpa resulta limitada para sus funciones. El consejero del área de música Frank David Zuluaga indica que hay solo un profesional para acompañar los procesos de danza en todo Antioquia y apenas dos asesores departamentales para acompañar los procesos de gestión cultural de los municipios.

La dimensión del trabajo, por supuesto, excede las energías de los funcionarios. A renglón seguido, Zuluaga elogia el profesionalismo del equipo, pero reconoce que se queda corto. La exdirectora reconoce dicho factor y señala que entre los planes está rediseñar al Icpa: “La estructura administrativa del Instituto de cultura y patrimonio de Antioquia tiene una planta de servidores inferior a su expectativa en el territorio. Hay que hacer un ejercicio de repensar el instituto de cara al futuro”. Por todos los lados hay limitaciones: en el presupuesto y en la infraestructura.

Esta historia se cierra con otra carta. Los consejeros preparan un documento que, de nuevo, le enviarán al gobernador Gaviria. Le pedirán una reunión de urgencia para discutir el tema de los dineros departamentales para la cultura en 2023. En la carta, además, harán la sugerencia que el presupuesto del Icpa llegue al menos al 1 %. También pedirán ajustar los cronogramas de las convocatorias. Una vez más el asunto de la plata destinada a la cultura será discutido. Mientras la carta tiene una respuesta, en las casas de cultura de los pueblos pequeños los encargados del arte echan mano de la calculadora para despejar las incógnitas del presente y el mañana.

Nota: EL COLOMBIANO conversó con Marcela Isabel Trujillo Quintero cuando ocupaba la dirección del Icpa. La funcionaria dejó el puesto en las recientes modificaciones del gabinete departamental. En su lugar fue nombrado Juan Correa Mejía. Este diario se contactó con Correa Mejía y con su asesora de prensa. Por estar en proceso de empalme decidieron de momento no dar declaraciones.

Crece el presupuesto, pero es insuficiente

El Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia funciona en las instalaciones del Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe, en todo el centro de Medellín. Sus labores están reglamentadas por la Ordenanza 34 de 29 de diciembre de 2010. El objetivo del Instituto es el de fortalecer las manifestaciones artísticas y culturales en las diferentes subregiones del departamento. “En especial de las artes, las letras y el folclor, a su vez de estimular la creación y el desarrollo de la identidad regional y nacional, las bibliotecas, los centros de documentación, los museos, los centros culturales, las áreas artísticas, los archivos históricos y la conservación del patrimonio cultural tangible e intangible”, se informa en la página oficial del Instituto.

Para el 2022 el organismo cuenta con un presupuesto de $24.978.000.000. En 2021 la cifra llegó a $15.340.000.000, de ellos se invirtieron $ 11.855.000.000. El resto se gastó en funcionamiento.

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