Para el vallecaucano José Horacio Martínez (Buga, 1961) la pintura es inagotable. “Todo está por pintarse”, dice, parafraseando a Picasso. Para este artista que vive y trabaja en Cali, el arte es un medio y una herramienta que bebe de la realidad y vuelve los temas infinitos.
De ahí el título del libro en gran formato que este año le publicó Celsia, Pintura inagotable, que incluye reproducciones de sus obras, cartas y una entrevista en la que responde con dibujos. Puede explorar
Este artista plástico participará en la exposición Fortuna, diálogos de extracción economía y cultura que prepara por el Museo Universitario de la Universidad de Antioquia (Muua) para el 24 de octubre. Participará con un dibujo sobre papel de gran formato, de 1.50 x 10 metros, llamada “Dragas y dragones”, una obra que muestra la relación que hay de su trabajo de lo cotidiano y el protagonismo del color en su pintura.
Está viva
A José Horacio le gusta que “sucedan cosas” en el lienzo. Los raya y les hace trazos como si quisiera recrear un ecosistema de árboles, montañas, animales, ríos, selvas y rostros. “Quiero que pasen cosas de verdad, no que hayan efectos. Voy encontrando elementos y los incorporo con marcas, dibujos y pegados”.
Su proceso creativo es un asunto vital; los objetos y figuras son como seres vivos.
“En sus obras hay una construcción de realidades en un sin fin de alternativas que se convierten en cartografías o mapas difíciles de encasillar porque siempre dicen cosas diferentes cada que las ves”, dice el director del Muua, Oscar Roldán Alzate.
Lo llaman “el frenético del color” porque sus pinturas relucen de pigmentos. Más que tonos, son símbolos culturales y de resistencia. Le fascina el amarillo, el color “más barato”, el naranja fosforescente, el rojo brillante, el verde ácido, azul aguamarina, todos los que pueda usar. “El color es la vida misma. Contrario a lo que muere nos muestra la dimensión del individuo y exalta el espíritu”, dice.
Una vez José Horacio Martínez dijo que su pintura no era para ver a golpe de ojo. Él se encuentra a veces, perplejo, con “bichos, animalitos, seres escondidos en paisajes inciertos”, en geografías que cuentan relatos del hombre y sus metáforas. La vida y la cotidianidad es de donde bebe, la metáfora que luego plasma en colores.