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En el mundo cada año se desechan 1.300 millones de toneladas de alimentos, la mayoría son frutas y verduras que no llegan a consumirse porque los almacenes o los compradores no las consideran lo suficientemente estéticas, aunque sean aptas para el consumo. Los agricultores se quedan con una gran parte de su producción y deben botarla porque no alcanzan a consumirla, mientras muchos mueren de hambre o caen enfermos por consumir alimentos modificados genéticamente, llenos de conservantes y pesticidas. Cambiar esa estética tradicional que manejamos con respecto a la comida e incentivar un consumo más responsable de los alimentos es lo que llevó a Alejandro Osses a buscar un enfoque diferente para su proyecto de fotografía gastronómica. La cultura raw y el estilo de vida ambientalista, le dio un vuelco total a su trabajo: “Empecé a investigar cómo se estaban manejando la fotografía gastronómica en Londres, Nueva York y los países nórdicos que están a la vanguardia y tienen una imagen gastronómica muy diferente. Allá nunca se maquilla un producto, tienen una cultura gastronómica más cruda”.
Aunque empezó por la fotografía publicitaria y de moda, Osses decidió apartarse de eso para descubrir en la fotografía gastronómica su vocación: “Esto es mi verdadera pasión, es en lo que pienso todo el día, lo que estudio e investigo. Estoy en proceso de seguir aprendiendo y conociendo para construir una firma de fotografía”.
En 2016, Alejandro recibió el premio Pink Lady en la categoría fotógrafo del año a elección del público, fue seleccionado entre 25.000 candidatos lo que es una prueba de que la gente está abierta a estas nuevas estéticas y tiene otros intereses con respecto a la cultura gastronómica que las publicaciones tradicionales deberían aprovechar: “Me parece que las revistas van a lo seguro, les da miedo innovar y que pierdan su público, pero la gente tiene una conciencia más amplia, lo veo por su reacción a mi trabajo. Es importante dejar de engañarlos con maquillaje y volverlo completamente real, mostrar la comida como es verdaderamente”.
Aunque nació como una tendencia, el consumo de productos orgánicos se ha convertido en todo un estilo de vida en Europa y cada vez adquiere más importancia en Colombia. “La gente quiere saber qué se está comiendo, de dónde viene su comida, qué ingredientes tiene”, dice Alejandro, y es por eso que sus fotografías, sin mucha producción y con luz natural, causan un impacto positivo, sorprenden al mostrar la belleza en lo cotidiano, al convertir un instante mundano en algo trascendente. “Hay que encontrar la belleza en las cáscaras, en los limones exprimidos, en el tenedor que se unta con la comida del plato, darle un valor diferente”.
La comida es omnipresente en la vida humana, todos los días pensamos en ella y nuestra relación con los alimentos es determinante en muchos campos. No solo se trata de la epidemia del sobrepeso, la diabetes o los desórdenes alimenticios; los productos que consumimos también dejan una huella en el mundo que podemos mitigar o ayudar a cambiar, pues ya son perceptibles sus fatales consecuencias en el planeta. “Debemos buscar una relación diferente con el medio ambiente por lo que está pasando en el mundo, hay que ayudar. Comer carne todos los días es insostenible, así que podemos reducirlo a una vez por semana, tratar de reciclar, de consumir orgánico, hacer compostajes. [...]. Todo ese proceso de crear conciencia ambiental también me parece súper importante, por eso me encanta tomar fotos crudas”.
Alejandro es un fotógrafo de cultura gastronómica, cree que a partir de la comida podemos entender al otro y ver su forma de relacionarse con el mundo. Uno de sus trabajos, publicado por la revista The Carton de Beirut, es una serie de retratos tomados en Turquía para mostrar la cocina popular y su consumo. Para él, la gastronomía va más allá de la comida en el plato: “Me gustaría trabajar en un revista que resalte la gastronomía latinoamericana, los granjeros, los chef nuevos y sus restaurantes, cómo mezclan los ingredientes autóctonos con la cocina internacional, los sabores, las técnicas, de dónde salen los productos, cómo los siembran, cuánto duran, usar los platos típicos de manera diferente...”. Espera tratar de promover en Colombia esta nueva concepción de la gastronomía, que apunta a un cambio de mentalidad. “Explotar nuestra agricultura y nuestra cultura gastronómica podría tener un impacto gigantesco en la economía del país, tenemos un recurso importantísimo y lo desaprovechamos”.
Periodista cultural del área de Tendencias de EL COLOMBIANO.
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