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La primera vez que Lina Parra publicó un cuento fue en las páginas del suplemento cultural Generación, de EL COLOMBIANO. Desde entonces sus ficciones han sido incluidas en antologías, han sido agrupadas en dos libros. Ahora Alfaguara editó su primera novela, La mano que cura. Hablamos con ella sobre la escritura, sobre las obsesiones que atraviesan su trabajo estético, sobre las diferencias del mundo editorial independiente y el comercial.
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¿Cuál fue la diferencia en la escritura de una ficción corta y una ficción de largo aliento?
“En mi experiencia, lo que propone el cuento, debido a su brevedad, y lo que propone la novela, por su longitud, son cosas distintas. Yo siempre insisto que nunca se debe caer en la idea de que algo es mejor que otra cosa. Le hago el quite a esta idea de que el cuento es el colegio, entonces uno se gradúa y escribe una novela. Eso me parece un poco tonto, porque realmente el cuento propone también unos retos de escritura muy interesantes, no sólo por el asunto de la brevedad.
En la escritura de los cuentos y de la novela, al menos para mí, sí cambia la metodología, la forma de acercarme a las historias. No tanto porque yo decida a priori si va a ser un cuento o si va a ser una novela. Yo me meto en las historias y ahí es cuando descubro si se trata de un cuento o de una novela. Eso fue lo que pasó con La mano que cura. Primero surgió la idea, me empezó a rondar y en un momento yo digo esto no es un cuento, están saliendo muchas ramas y muchas aristas”.
Le crecieron ramas a La mano que cura... ¿Cuál fue el origen de la historia?
“Después de Malas posturas mi mamá empezó a contar historias de su infancia. Ella hablaba de una maestra que le enseñó cosas secretas. Esa imagen quedó ahí. En la historia que escribí le enseñó a hacer brujería, porque se dio cuenta que la niña tenía el talento para eso.
En la escritura esa es la parte no premeditada. Las ideas están en uno, alimentándose, flotando en el éter de la cabeza. De repente hay algo que está en uno y otra cosa hace que todo cuadre de una manera. En mi mente quedó la imagen de la niña y la maestra”.
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¿Cuál ha sido la experiencia de pasar de una editorial universitaria o independiente a una comercial?
“Pues creo que cuando uno empieza a publicar siempre aparece la pregunta por el mundo editorial y por todas las caras que ese mundo tiene. Ese es un mundo muy amplio, que tiene muchas facetas y horizontes. A mí me ha parecido muy bello publicar en lo independiente y lo universitario porque esos escenarios te proponen unas posibilidades distintas. Ahora se me presentó la oportunidad de que mi novela saliera en una editorial más grande, que tiene otro tipo de músculo y que también te permite otras condiciones para poner lo que estás escribiendo en manos de un público más amplio”.
¿Cuáles son los elementos centrales de su escritura?
“Pues creo que hay uno que es muy evidente que es la familia, específicamente mi familia. En los tres libros de maneras distintas hago una especie de proyecto de autoficción con mi familia. Aparecen personajes que se llaman como mi mamá, como mi papá, como mi hermana, como yo, como mi abuelo. Estoy desdoblando la familia que tengo en una familia completamente ficcional, porque lo que pasa en las historias es ficción.
En mi escritura están las preguntas por el cuerpo y el dolor, sobre todo pensando en la enfermedad y el dolor. También está el asunto del género, está la pregunta por ser mujer y por ciertas condiciones de ser mujer. Además, me pregunto por lo sobrenatural, que es algo de lo que últimamente vengo hablando mucho. En esta la novela lo exploto de una manera más evidente. Me gusta pensar en el asunto de lo sobrenatural en el mismo plano de existencia de lo que nosotros consideramos real”.
Usted también ha dictado cursos en algunas librerías de la ciudad sobre el tema de la brujería...
“El asunto de la brujería es un tema que me interesa mucho. Llevo muchos años investigando de manera informal y formal sobre ese tema. Entonces, en un momento me dije “yo puedo montar un curso con todos estos años de lectura, de investigación, de reflexión” y monté un curso que se llama “Las hogueras, breve historia de la brujería”, y en ese curso propongo una mirada histórica, feminista y política alrededor de qué es la bruja y cómo la idea de la bruja ha ido cambiando a lo largo de las zonas geográficas y de las épocas. No es lo mismo una bruja en Alemania en la antigüedad y una bruja ahora aquí en el centro de Medellín.
Esas ideas de lo que es una bruja se relacionan con el pensamiento feminista, con ser mujer, con las opresiones a las que nos hemos visto sometidas”.
De alguna manera la brujería también está emparentada con la escritura...
“Digamos que esa es una forma simbólica de hablar de las palabras y el lenguaje, que son también una forma de la invocación y de la magia. El quehacer mágico está basado en las palabras correctas para decir o no algo. Entonces sí hay simbólicamente una relación muy fuerte entre la literatura y magia. Pero yo no le atribuyo a mi escritura ningún poder sobrenatural”.