Le decían que solo era cuestión de días, que en unas semanas el nuevo coronavirus sería historia y que el ritmo de la vida continuaría su paso, sin mayores complicaciones, como siempre había ocurrido. Era el 29 de febrero de 2020 y apenas se contaban poco más de 85.000 casos confirmados de la covid-19. Ahora el número supera más de 3.116.000. Ese fue el primer día en que el físico y escritor italiano Paolo Giordano, recordado por La soledad de los números primos, redactó y teorizó cuanto pudo sobre la expansión de la enfermedad y cómo entender la amenaza que estaba llegando.
Escribió durante una semana y de allí surgió En tiempos de contagio, un libro cuyo eje no es simplemente la llegada del nuevo coronavirus, sino una profunda reflexión frente a cómo cada decisión particular termina definiendo a una comunidad que es absolutamente globalizada. “Antes de ser emergencias médicas, las epidemias son emergencias matemáticas. Porque estas no solo son la ciencia de los números, sino ante todo la de las relaciones”, escribió.
Aunque Giordano no se dedica a la ciencia en la cotidianidad, dice que siempre busca la manera de colarse en sus demás proyectos. Este no es la excepción, pero está lejos de ser un libro repleto de fórmulas. Es un ensayo cargado de reflexiones basadas en una experiencia de la cual usted es partícipe. “La vida ha cambiado completamente”, cuenta el autor que estuvo visitando Colombia en enero para el Hay Festival. Lleva casi dos meses en confinamiento.
Aunque está acostumbrado a trabajar desde su casa, “empiezo a encontrarlo un poco pesado, honestamente”. En Roma, donde vive, el golpe de la covid-19 no fue tan fuerte como en zonas más al norte del país. Tiene familiares allí, pero nadie de sus cercanos ha sido afectado directamente.
Libera su mente cocinando pizza, es uno de sus pasatiempos favoritos. Le ha costado sentarse a leer ficción, se la pasa conectado leyendo artículos científicos o noticias. EL COLOMBIANO conversó con él, quien pasa el aislamiento con su esposa.
Después de casi dos meses en cuarentena, ¿cómo ha percibido la sensación de la gente que conoce a través de estas semanas?
“Hemos pasado por muchas fases, como casi todos los países probablemente, pero en Italia todo ha sido un poco más dramático hasta el momento, con mayor preocupación. Creo que la primera fase, en la cual escribí el libro, fue dominada por la confusión quizá y esa es una de las razones por las que lo escribí tan rápido. Fue cuando el contagio ya estaba sucediendo, se sentía abstracto.
Luego, la peor fase empezó que fue la profunda emergencia sanitaria cuando veíamos los cadáveres, los hospitales que no podían dar abasto con las personas contagiadas y eso fue dominado por el shock. Hubo algunos momentos, durante los primeros días de cuarentena, de gente que cantaba desde los balcones y las ventanas. Eso fue lindo de ver como reacción, pero solo duró unos días. Luego una verdadera preocupación y una sensación de respeto entró. Todo se volvió más silencioso.
Ahora estamos en una fase diferente. La gente sigue muriendo mucho, pero de alguna manera hay una visión del futuro cercano y estamos tratando de organizarlo. Las tendencias poco a poco van siendo mejores, entonces hay algo de esperanza de nuevo aunque hay preocupaciones relacionadas mucho más con la economía. Esta fase está dominada en parte por la esperanza, también por un poco de confusión y frustración. Muchos de nosotros no tenemos una visión clara de cómo se verá nuestro trabajo en un mes o dos”.
En su libro dice que comenzó a escribir porque no quería perderse lo que la epidemia estaba revelando de nosotros. Desde la publicación, ¿qué otros aspectos ha descubierto?
“Muchas cosas, cada día es un descubrimiento de cierta manera. De hecho, llevo un cuaderno donde escribo pensamientos todos los días. En una escala ancha, uno de los factores más importantes fue la dificultad que tuvieron muchos países para cooperar en esta situación, lo cual fue una enorme decepción para mí. Esto es algo que nos concierne a todos y fue claro desde el comienzo que llegaría a todos lados y afectaría a todo el mundo de alguna manera. De todas formas, los países reaccionaron con incredulidad en el comienzo. Todos, incluyendo a Italia, actuaron con la misma reacción instintiva que fue decir: ‘No, no podemos parar, no podemos apagar la economía, no podemos ralentizarla. Tenemos que seguir’. Ahí las cosas se pusieron peores y tuvieron que dar un paso atrás con esas primeras decisiones. Eso reveló cómo cierta idea del mundo es dominante, que es básicamente sobre el crecimiento de la economía, ganancias y esta vez no era posible que se aplicara, así que aprendimos algo de nosotros mismos, supongo”.