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Regresar el reloj para hallar un Feliz Final

Isaac Rosa escribió una novela de amor invertida: empezó desde la ruptura y llegó al enamoramiento.

  • El autor español Isaac Rosa buscó que esta novela ampliara la perspectiva acerca de cómo se establecen las relaciones entre los seres humanos, más allá del amor. FOTO cortesía Iván Giménez
    El autor español Isaac Rosa buscó que esta novela ampliara la perspectiva acerca de cómo se establecen las relaciones entre los seres humanos, más allá del amor. FOTO cortesía Iván Giménez
29 de noviembre de 2019
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Hay personas a las que les gusta ir directamente a la última página cuando abren, por primera vez, un nuevo libro. Prefieren saber qué les espera cuando el texto se acaba, de pronto para prepararse y no llevarse sorpresas ingeniadas por el autor.

De pronto si en el amor se tuvieran certezas frente a cómo se terminaría todo, sería menos doloroso enfrentarlo. Tener la certeza de si una relación resultará en algo muy similar a un final feliz o si, por el contrario, se podría encontrar en ese cierre anticipado un feliz final.

El escritor sevillano Isaac Rosa se aventuró a escribir sobre eso, una historia de amor, algo que está fuera de los tópicos que usualmente maneja. El ganador del Rómulo Gallegos en 2005, mucho más inclinado hacia historias enmarcadas en coyunturas políticas, se imaginó una metáfora que recorre toda la novela: la del desenterramiento.

Para él, la culminación de una relación es como una estructura que colapsa y tras la que quedan un montón de escombros. “Toda relación amorosa tiene un componente de acumulación, cuando construyen una pareja hay una acumulación material, de vivencias, de sentimientos, de malentendidos y de rencor –dice él–. En el momento de la separación hay como un derrumbe y toca desescombrar”. Por eso decidió contar una ficción amorosa desde el final hacia el comienzo, en orden invertido.

Además, diferenció muy bien las dos perspectivas sobre ese pasado común que es el amor, versiones que a veces son tan distintas que parecería como si ambas personas hablaran de dos relaciones distintas.

“Una separación es sobre todo la pérdida de un relato común”, dice en el libro. Por eso, Rosa quiso contar la historia de Feliz Final, publicado por Seix Barral, a través de las voces de sus dos protagonistas, Antonio y Ángela. La dicotomía se nota hasta en el estilo de la letra en la que están escritas las palabras de ambos personajes.

“El amor es muy narrativo siempre. La manera en la que nos amamos es la manera en que contamos que nos amamos, como contamos nuestra propia historia”. Se teje un relato común hasta que “llega el momento de la batalla por el relato”. Repasar por qué se rompió el hilo, tratar de encontrar razones, porqués y responsables. “Lo que hacen los dos es volver a contar para ver si recontando pueden, de alguna manera, reencontrarse”.

El autor habló con EL COLOMBIANO a propósito de este libro y lo que pudo conocer acerca de los seres humanos, sus relaciones y hasta el trasfondo político que evidencian.

¿Supo desde el inicio que quería darle la vuelta a la típica historia de amor y empezar por la separación?

“Sí, el comienzo es coger al lector de traición, enfrentarle con una situación dura con la que, además, muchos lectores se identifican. Todos en algún momento hemos pasado por una ruptura o una separación y ahí hay una serie de emociones en las que uno se va a reconocer. Yo quería empezar así, no solamente desordenar la historia e invertir la narrativa sino desordenar las emociones e invertir todo el recorrido emocional que solemos hacer en una novela de este tipo. Empezar por el momento más duro, más difícil o más desesperanzado e ir recontando la relación, como lo van haciendo las dos voces, para ir acercándonos al momento más cálido, feliz e intenso, pero llevando encima todo lo que hemos ido leyendo y acumulando. Te provoca un corto circuito emocional ver que estás ya en un terreno donde quieres estar, en el comienzo del amor, pero vienes del fracaso”.

Ha dicho que es su libro más político, ¿por qué?

“Vengo de escribir una serie de novelas que en seguida se les pone la etiqueta de políticas o sociales porque tratan de temas que fácilmente reconocemos de esa manera: sobre trabajo, la dictadura franquista en España, la sociedad del miedo y la crisis, novelas que uno enseguida clasifica así. Tras esta publicación, la primera reacción de los periodistas y los lectores era ‘¡anda!, ¿y ahora una novela de amor? ¿Por qué?’. Creo que esta es la más política en doble sentido porque por un lado, hago mía una frase que se ha dicho mucho por parte de los movimientos ciudadanos: “Lo personal es político”. La esfera personal está completamente atravesada por lo político, como colectivo, como sociedad, pero más allá de eso, lo que yo intentaba con la novela era ver cómo lo más íntimo, lo amoroso... Se podía apreciar y entender lo que nos está pasando como sociedad. Esa esfera personal, íntima, está tan cruzada por lo que vivimos como ciudadano y por la forma de orden social que hemos construido”.

¿Esto ha sido, de alguna forma, un mecanismo para sanar un problema del pasado?

“Yo no me he tomado nunca la escritura como una forma de terapia, a mí no me ayuda en un sentido personal, pero es verdad que la escritura me sirve para entender, conocer y comprender situaciones. El punto de partida del libro era algo que yo quise llamar malestar amoroso, que era mío pero que veía en mucha gente a mi alrededor. Ese estado en el que se entiende que nuestras relaciones no van bien, pero en el que hay, al mismo tiempo, un sentimiento de perplejidad e incertidumbre, de incomprensión. De no entender por qué no somos capaces de imaginarnos de otra manera, porque las parejas tienen una serie de problemas, conflictos y carencias que se repiten una y otra vez. ¿Por qué, cuando ahora se supone que tenemos mejores condiciones y somos libres para relacionarnos que generaciones anteriores, seguimos teniendo ese tipo de relaciones?”.

¿Y llegó a alguna conclusión sobre por qué las relaciones siguen dándose de esa forma?

“Realmente, no he salido del libro con menos perplejidad con la que empecé. Durante la escritura y ahora que está siendo leído lo que se ha dado es una especie de gran conversación. Allí me he encontrado con mucha gente que me ha permitido poner en común un montón vivencias, inquietudes, miedos y deseos. Desde que lo escribí ya era muy conversado, me acompañé de mucha gente que quiso participar y me compartió sus experiencias amorosas. Personas que no conocía se unían y no porque quisieran desahogarse, sino porque querían poner en común su malestar y darse cuenta de que no era una cosa individual o personal, sino algo muy extendido”.

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