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“Algunos medios tradicionales perdieron la conexión con su público”: Ronderos

Ganadora de varios premios de periodismo, María Teresa Ronderos conversó con EL COLOMBIANO sobre los retos de la prensa.

  • La carrera periodística de María Teresa Ronderos incluye experiencias en el campo de la reportería y la edición. FOTO Getty
    La carrera periodística de María Teresa Ronderos incluye experiencias en el campo de la reportería y la edición. FOTO Getty
22 de noviembre de 2021
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El mundo cambia, sí. Cada vez más rápido el presente se vuelve obsoleto. En el periodismo esta premisa tiene el peso de la ley. Hoy los medios noticiosos tradicionales no son los ojos, oídos y manos de la ciudadanía, como lo pensó McLuhan. Ante esto, el gremio mediático –en su mayoría– ha asumido posturas antónimas: por un lado, la de adoptar las narrativas de las redes sociales: darle al público toneladas de notas parciales. Por el otro, resistirse a las mutaciones. Lo primero lo convierte en un facsímil de Facebook; lo segundo, lo condena a perder el contacto con la ciudadanía. ¿Tremenda sin salida, no?

La reportera María Teresa Ronderos conoce al detalle las dinámicas habituales y de vanguardia del oficio. Su experiencia en disimiles salas de redacción le permite opinar con solvencia y conocimiento sobre un mundo líquido, evanescente. Fue la primera editora política de El Tiempo, columnista de El Espectador y editora general de Semana. Hace parte del Consejo Rector de la Fundación Gabo, entidad interesada en ofrecer a los periodistas herramientas conceptuales para ejercer con decoro la profesión más hermosa del mundo, según los premios Nobel Albert Camus y Gabriel García Márquez. También, Ronderos fundó VerdadAbierta y Clip. La suya es una carrera exitosa: en 2007 recibió el Premio María Moors Cabot, en 2014 el Simón Bolívar a Periodista del Año y en 2021 el mismo pero en la categoría Vida y Obra.

Su bibliografía incluye el best-seller “Guerras recicladas”; “5 en humor”, perfiles de caricaturistas, y “Migrantes de otro mundo”, donde ofició de editora. EL COLOMBIANO conversó con ella sobre los desafíos del periodismo en un mundo escéptico.

Hablemos sobre su inicio en el periodismo. Su carrera comenzó en Buenos Aires, ¿qué recuerda de esos años, qué aprendió de sus primeras experiencias?

“Llegué a Argentina en un momento muy emocionante: se terminaba la dictadura militar. Me inicié como periodista en ese momento tumultuoso. Este periodo me marcó muchísimo, me ayudó para el trabajo que hice años después en Colombia: el de documentar las verdades del conflicto, de investigar qué era lo que había pasado, de sacar a la luz la memoria. Allá hice muchos artículos de freelance para Buenos Aires Herald, pero también escribí colaboraciones para la revista Semana contando todo lo que estaba pasando. Había transiciones democráticas en Uruguay y en Chile. Escribí sobre todos esos temas. Ese tiempo me dejó la conciencia del valor de documentar lo que está pasando aun cuando las cosas se vean muy negras”.

Ha trabajado en Semana, en El Espectador y en El Tiempo. ¿Cuáles han sido las diferencias y las similitudes de laborar en medios tradicionales y en otros virtuales?

“Cuando regresé a Colombia empecé en televisión, en el programa Testimonio. Hacíamos un mini documental de 25 minutos a la semana sobre un tema. Las productoras eran empresas pequeñitas, pero se lograba hacer muchísimo y era un lujo dedicarse a investigar un tema cada semana. Estuve cuatro años. Después ingresé a El Tiempo. Fue un cambio total. En general trabajar con los medios tradicionales me enseñó que se puede hacer trabajo en equipo. En ellos uno tiene más independencia de la que cree tener: muchas veces la gente cree que en los grandes medios no se puede ser independiente. Siempre me he sentido muy libre donde he trabajado. En los medios grandes tenía mucha flexibilidad, no sé si era porque yo me inventaba maneras de hacer historias que iban abriendo camino pero yo siempre sentí que tenía independencia. La ventaja que tienen los medios tradicionales es que tu pensabas en el periodismo y nada más, no tenías que preocuparte ni por los ingresos del siguiente mes ni cómo ibas a sostener la nómina. No eran preguntas que uno se hacía ni El Tiempo ni en Semana. En los medios digitales es mucho más duro: es uno quien tiene que ir y buscar los recursos. En todo caso, la independencia del periodista no la condiciona si trabajas en un medio chiquito, grande, tradicional, antiguo, novedoso, digital”.

¿Qué hicimos mal los periodistas y en general el gremio para perder la confianza del público?

“Hay una crisis de credibilidad en el mundo contemporáneo. Básicamente, creo que tiene que ver con que el internet le posibilitó a cualquier ciudadano dar su versión de los hechos y contar sus propias historias sin intermediación. Eso descolocó a los medios tradicionales. Antes eran los únicos que mediaban, que le contaban a la gente lo que hacía el gobierno y le contaban al gobierno lo que pensaba la gente. El periodista era el único que estaba en ese cruce de información y ahora hay miles en ese cruce. El periodista quedó un poco perdido ahí. Creo también que algunos medios tradicionales perdieron la conexión con su público y se convirtieron en fichas de conglomerados económicos o se acercaron demasiado al poder. El papel de los medios es el de contar lo que pasa e investigarlo y documentarlo y volver a verificar porque la moneda de existencia del periodismo es su credibilidad”.

¿Cómo se le puede explicar el mundo a una sociedad escéptica?

“Ahí hay otro reto: cómo contamos las cosas. Antiguamente, solamente había una minoría que leía el diario. Hoy en día un medio lo pueden estar leyendo diez millones de personas: el salto en volumen es enorme. Entonces, cómo les cuentas tus historias a gente que ya no es un grupito selecto que se lee unos artículos larguísimos, sino que tienes que llegarle con otras maneras de narrar y ahí el reto es narrativo. El otro gran reto es cómo contarle el mundo al que de entrada no te cree. El ambiente en Colombia, en México, en EE.UU., Inglaterra, en el mundo se ha polarizado mucho y las redes sociales tienden a premiar esa opinión radical. ¿Cómo haces para llegarle a esa persona, romper esa fragmentación y que te empiecen a leer? Tienes que armar estrategias para construir esa credibilidad. No solo depende del contenido, la calidad, verificación sino también de una estrategia de comunicación donde compites con mucha gente que quiere desinformar. El diálogo toca construirlo incluyendo las razones del otro y escuchando al otro, no podemos conversar para nuestro propio grupito”.

Hablemos ahora del periodismo hecho para formato de libro. Además del tiempo y del espacio, ¿en qué se diferencia este registro de escritura del de los medios frecuentes?

“Es como una magia. Duré seis años en VerdadAbierta, con todo mi equipo, investigando y publicando todo lo que fue la historia del paramilitarismo. Fue el momento que nos tocó vivir: el proceso de Justicia y Paz, las confesiones de los paramilitares. También investigamos sobre las verdades de la guerrilla y el efecto que tuvo el accionar guerrillero sobre la población, que fue tremendo. A pesar de que contamos eso en miles y miles de artículos, un libro le da sentido, congruencia. Alguien que quiera saber qué fue el paramilitarismo y cuál es su historia tiene la alternativa de leerse los diez mil artículos o de leerse un libro. Con ‘Guerras recicladas’ sentí la necesidad de que eso había que ponerlo en un libro para darle redondez y sentido”.

¿Qué examen hace de su carrera, cómo ha cambiado el país durante estos cuarenta años?

En estos cuarenta años hemos conseguido cosas impresionantes. Colombia ha logrado muchas cosas: mantener una institucionalidad financiera, estricta, relativamente organizada, confiable. Colombia ha logrado ampliar su cobertura educativa sustancialmente, ha logrado ampliar su cobertura en salud exitosamente comparada con la mayoría de los países. En cobertura hemos logrado muchísimo. Es un país que se abrió más al mundo, modernizado, se ha vuelto más contemporáneo, ha logrado apreciar mucho más su diversidad. Hace 40 o 35 años Colombia no celebraba la diversidad, étnica, cultural, geográfica como la celebra hoy. Las mujeres hemos ganado un espacio grande. Por supuesto, logramos ponerle fin a ese conflicto con las Farc y a los horribles años de los paramilitares. En otras cosas tristemente no hemos podido cambiar o estamos incluso peor que en esos tiempos: somos un país que sigue siendo escandalosamente desigual, uno que no consigue resolver el problema del narcotráfico. El tema de la violencia no lo hemos logrado extirpar: siempre está ahí, vuelve y se recicla.

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