El argentino Leonardo Nieto Jardon cumplió 94 años en enero de este año y murió a las 5:20 a. m. por causas naturales el sábado 20 de junio, según confirmaron su hija Marcela Nieto y Carlos Enrique García, su amigo, y quien trabajó con él por cuarenta años.
García es el representante legal de Versalles y trabajó con don Leo, como le decían, desde que tenía 14 años y cuenta que “era una persona muy extrovertida y le encantaba saludar a los visitantes. Si veía a un solitario se sentaba a tomar café con él. La razón de ser de Versalles, decía, son los clientes”.
Don Leo llegó a Medellín en 1961, quería conocer la ciudad en la que murió el cantante Carlos Gardel. Era amante del tango y aseguraba que “se escucha más tango en Medellín que en Buenos Aires”, recuerda García.
Se enamoró de la ciudad. Intentó tener una cantina pero prefirió quedarse con un restaurante: el tradicional Café Versalles. En el segundo piso de este lugar ubicado en la Calle Junín del centro, Manuel Mejía Vallejo escribió su obra “Aire de tango”.
Desde 1962 se hizo un lugar de reunión para poetas que colmaron este espacio y Marcela recuerda que incluso fue su padre quien orquestó la visita a la ciudad de Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato.
“Tuvo muchos sueños y la mayoría los cumplió”, agrega Marcela. Algunos fueron la Casa Gardeliana en Manrique y el primer Festival Internacional del Tango que también tiene su nombre inscrito en sus inicios y que generaron la presencia de artistas uruguayos y argentinos desde 1968.
El escritor y periodista Reinaldo Spitaletta resalta que “a don Leo lo empezamos a querer hace muchos años cuando éramos estudiantes y solo comprábamos un tinto para pasar toda la tarde conversando, hablando de la ciudad. Nunca nos reclamó por ello, ni nos pidió consumir más para quedarnos por largas horas”.
Spitaletta lo rememora como un referente de la amistad, un gran repostero que trajo novedades culinarias a la ciudad y un impulsor de la cultura: “Su legado, Versalles, sigue siendo un referente de la ciudad, un lugar en Medellín donde se encuentran todas las generaciones”.
Marcela, que vive en Bogotá, rememora a través del teléfono que era un hombre “generoso, amigo de sus amigos, comprometido con el equipo de trabajo de Versalles y muy carismático”. También cuenta que el cariño que sembró en Medellín y en Buenos Aires fue muy grande: “Siempre estuvo interesado en unir los dos países”.