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Axl Rose, Slash y Duff McKagan se subirán en abril del próximo año al escenario del Estéreo Picnic. Se escuchará el famoso Welcome to the jungle y los seguidores cantarán con ellos, agitando la cabeza. Más tarde –o más temprano, aún no hay programación–, el Binomio de Oro lanzará ese consejo famoso, Olvídala, no es fácil para mí, en el espacio en el que estará la música de Guns and Roses. ¿Rock y vallenato, juntos, en el mismo festival? Pues sí.
El 10 de octubre fue el día para el anhelado anuncio del cartel de Estéreo Picnic. La fecha de esa revelación no es aleatoria. Como hace parte de un circuito de festivales en América Latina, pues comparten hasta cierto punto algunos artistas, destapó sus cartas el mismo día que Lollapalooza en Chile, Brasil y Argentina, y con ellas, la inclusión del Binomio de Oro de América, uno de los grupos vallenatos de mayor tradición en Colombia.
Como siempre, algunos quedaron dichosos y otros inconformes, y entre unos y otros surgió la pregunta: ¿cabe el grupo fundado por Rafael Orozco e Israel Romero, ese que tiene canciones famosas como Señora o El Mochuelo que ha sido una escuela formadora de intérpretes como Jorge Celedón, Jean Carlos Centeno, Morre Romero y Juan Piña, en un festival en el que se va a escuchar a los británicos de The Chemical Brothers (música electrónica), a los neoyorquinos The Strokes (rock) y al holandés Armin Van Buuren (trance)?
En la página web del Estéreo Picnic, en la presentación del grupo, dan una primera respuesta: “El Binomio demostrará que es un espacio de libertad donde todas las músicas, todas las leyendas y todos los discursos sonoros caben”. Es su opinión, y no es la primera vez que este evento mezcla géneros. Tampoco es una novedad en el mundo. Pasa en otros festivales.
Luis Grisales, periodista y gestor cultural, explica que es una tendencia mundial “en la que el público está reacio a que lo encasillen en un género musical determinado. Esa diversidad, precisa, es la que está atrapando a la gente en los grandes festivales.
No es la primera vez que el Picnic trae sorpresas. En 2010, cuando la propuesta bogotana y privada arrancó, el artista principal fue Matisyahu, un grupo que se mueve entre reggae y hiphop. El año siguiente Calle 13 y Jiggy Drama, representantes de dos polos de lo que se considera música urbana, hicieron parte del cartel. Rap y reguetón, desde el comienzo presentes. “Estéreo Picnic es una expresión de un lugar donde converge cualquier tipo de música”, dice Philippe Siegenthaler, uno de los fundadores de Páramo, la empresa que lo organiza, y uno de los bookers (quienes agendan los artistas).
Para ellos fichar a Jiggy Drama en 2011, por ejemplo, no fue nada fuera de lo común. “Básicamente, en ese momento, hacía parte del contexto alternativo”, dice Siegenthaler. No veían que Jiggy hubiera transgredido su carrera ni cambiado de camino y tampoco sentían que fuera un enorme referente del género urbano en el país. “Para ese entonces fue alguien que inclusive era alternativo en ese contexto urbano. En términos de ritmos y géneros, nunca hemos estado cerrados o apartados a algún tipo de género. Hemos sido muy abiertos a una paleta de sonidos bastante amplia y rica durante toda la historia del festival”.
El Picnic ha ido creciendo, alcanzando audiencias cada vez más grandes y, en ese sentido, buscando propuestas que muevan masas. Otro ejemplo es la idea que tienen de que J Balvin toque en sus escenarios, lo que significaría música urbana en ese espacio que se ha vendido como alternativo, y que les traería un público diferente y grande: el Estéreo Picnic reunió a más de 90.000 personas este año, en tres días, y J Balvin, en su concierto Vibras en Medellín en 2018, y en el que estuvo acompañado por Marc Anthony, Silvestre Dangond y Pipe Bueno, sumó más de 40.000. La mitad, en un solo espectáculo.
Finalmente, se trata de desarrollar una personalidad. El festival se fue perfilando y proponiendo artistas que pudieran ser afines al público que iba ganando, pero al ganar tantos adeptos era imposible guardar una sola línea. El booker siente que sería muy atrevido decir que ese festival, hoy en día, se considerara de nicho.
Así que traer al Binomio no es raro para ellos. También hay un antecedente exitoso, este año, con el Grupo Niche, que vieron, según el cálculo oficial, unas 20.000 personas, en una mezcla de distintas edades: de 18 a 40 y más.
“La discusión internamente de invitar a Niche o al Binomio –cuenta Siegenthaler– siempre corrió en la vía de pensar si estábamos haciendo lo correcto para nuestro público natural, porque si bien hemos crecido nos le debemos a ellos, y viene esa pregunta: ¿será muy atrevido abrirnos tanto?”.
Es curioso que la gente haya protestado por el vallenato, pero no tanto por ver allí a artistas como Paulo Londra, Micro TDH, Tomasa del Real o Bad Gyal que están anclados en el género urbano, quienes se presentarán igual en abril.
Mezclar ritmos ya ha pasado en Rock al Parque, el festival público más importante del país. Chucky García, programador del evento y periodista musical, cuenta que la escena festivalera va creciendo en Colombia y que de todas formas “quienes hacemos festivales estamos experimentando”. No es como en Estados Unidos que puede haber varias generaciones consumidoras de cultura, eso aquí se está formando y asimismo es una cuestión de prueba y error para los organizadores.
El año pasado el anuncio del cartel de la edición de 25 años generó discusiones al ver que Juanes se encontraba en lo más alto del cartel. Algunos se rasgaron las vestiduras: ¿Juanes hace rock?
“Yo siempre dije, el debate no es si Juanes es rock o no es rock –cuenta García–, es qué puertas podemos abrirle al festival a través de él. Eso fue lo que sucedió”.
La idea entonces fue atraer más público, uno que algunos no irían porque todavía a Rock al Parque hay quienes lo ven como peligroso o “satánico”, y logró que quienes nunca irían a un concierto del artista, lo escucharan. Además que no tenía cualquier horario, era el de cierre. La conclusión: fue un éxito. Asistieron unas 157.000 personas y hasta la banda Metallica habló de él por su interpretación de Seek and Destroy. “Estamos impresionados con el recibimiento de Juanes en Bogotá con su versión de Seek”, escribieron por Twitter.
Sobre el debate de si solo debería haber rock en ese festival que desde sus comienzos, además de rock, tuvo ska, reggae y hiphop, García se defiende: “Nuestro contexto de rock siempre ha sido mestizo, hay mucha gente que cree solo está abierto al rock y no. Tampoco es que el festival decida qué es el rock y qué no es, no estamos redefiniendo el género”.
Para el programador es inevitable poner a dialogar propuestas diversas. “Siendo los festivales eventos de ciudad, como también lo es Altavoz (Medellín), es imposible cerrarles las puertas a la ciudad”, y con eso se refiere a que no solo hay géneros musicales sino grupos que merecen ser tenidos en cuenta al programar eventos de esta talla.
Y hay más argumentos: con la inclusión de Liniker e os Caramelows, grupo brasileño de R&B, Rock al Parque inauguró el primer acto trans en su historia, sucedió en 2018. “Hace mucho tiempo el festival no tenía interés en tener artistas de la comunidad Lgbtiq, y ahora sí porque es una comunidad que hace parte de Bogotá y a la final hacemos un evento de ciudad, no podemos dejar gente por fuera que quiere al festival”.
Y los ejemplos siguen afuera. En Lollapalooza, que nació en EE. UU. y se ha replicado por Suramérica y Europa, conviven multiplicidad de propuestas. En el de Chile, en 2020 estarán Lana del Rey, quien va del indie pop al rock alternativo, Travis Scott con su rap, Kacey Musgraves, quien hace country, y Cultura Profética, con reggae. En Rock in Rio, en Brasil, ha estado Shakira (2011), y este año pasaron por allí cantantes pop como Jessie J, Charlie Puth, Bebe Rexha, Ellie Goulding y Anitta (electropop), además de incluir actos grandes de rock como Muse, Iron Maiden y Foo Fighters. Porque incluso aunque un festival lo lleve en el nombre, el rock no es lo único.
El tema es de abrir las posibilidades. Luis Grisales, explica que se arman carteles diversos como un gancho comercial, es decir, jalonar otros públicos a partir del nombre de un artista, “con la idea de que se vea traducido en la compra de boletas”. Y si es público, como Rock al Parque, de llegar a otras personas que no irían al evento de otra manera.
El gestor cultural tiene un ejemplo más en Bogotá, el Festival Centro, que ha mezclado géneros desde hace varios años: “Alternan tranquilamente Pastor López y el Binomio de Oro al lado de músicos electrónicos y roqueros”.
Santiago Camargo, empresario de espectáculos, expresa que hoy día el mercado de los espectáculos exige más innovación y esa mezcla de géneros es una opción para responder.
Definitivamente, aclara, tiene una mirada económica, llegar a más personas y más edades. No obstante, él no está convencido. “Personalmente me gusta más hacer conciertos de un género específico, salsa y reguetón”.
Hay más explicaciones. Felipe Grajales, director del Festival Altavoz, suma una: que las apuestas arriesgadas no siempre son por incluir dentro del cartel a un artista de un género en particular, “se toman riesgos de programación con otras bandas o sonidos más extremos para así tener la posibilidad de mostrar bandas que la gente no conoce”.
Siegenthaler precisa que Colombia tiene muchos ritmos, talento y formas de expresarse a través de la música, que vale la pena mostrar. Aunque, queda claro, no hay que apostarlo todo porque el riesgo económico es muy alto, sobre todo en un festival privado.
Chucky García lo comenta así, después de la sorpresa de Juanes: “Uno sabe por dónde empiezan las cosas, pero no donde terminan, y el 99 % de las ocasiones terminan en cosas buenas a pesar de la polémica”.
Por ahora, si está bien que el Binomio de Oro cante en el Estéreo Picnic no pasa de una opinión allí, que se enfrenta a otra de allá. Habrá que esperar hasta abril para saber qué tanto poguearon con el vallenato
Un ejemplo internacional este año: Coachella
En este 2019, J Balvin y Rosalía llegaron a este festival que se realiza en California, que está entre los más importantes del mundo y es considerado como el más “cool” y hípster del planeta. Fue en abril, y marcó un hito porque por primera vez el reguetón sonaba allí. J Balvin, desde el escenario principal, lo expresó así: “Nos demoramos quince años para que llegara el reguetón a Coachella. Soy J Balvin y soy de Medellín, Colombia”.
Marc Anthony y Daddy Yankee en el festival vallenato
Sucede también del otro lado, un festival que lleva por nombre al vallenato le ha dado la bienvenida a otros géneros. El Festival de la Leyenda Vallenata, que se realiza cada año en Valledupar, ha recibido en varias oportunidades al reguetonero puertorriqueño Daddy Yankee, la más reciente fue en 2017. Ese mismo año, el concierto le dio espacio a la salsa de Marc Anthony y al venezolano Ricardo Montaner. En 2013, hasta las letras del cantautor Ricardo Arjona tuvieron cabida en el evento.