Sobre el suelo los músicos colocaron, uno por uno y estratégicamente, pequeños carteles sobre el escenario. Eso que el Sargento Remolacha, el Caballero del Bajo, Catt y Diggy Pajarito tenían alrededor eran recordatorios de cómo pronunciar ciertas frases en ruso con las que esperaban conquistar a esa audiencia europea que esperaba escucharlos.
La experiencia le ha enseñado a Puerto Candelaria, después de tres giras por Europa (luego de hacer parte del festival Womex ) y más de 150 conciertos en ese continente, que en cada país, sea Letonia, Azerbaiyán o Rusia, deben hacer el mayor esfuerzo para llevar con ellos la alegría de ese lugar imaginario del que ha brotado su música, independientemente del idioma.
Cuando llegó la hora de esa función en Moscú, una de las palabras que más dominaron es ptichka, que traduce “pajarito” y la usaron para describir a su baterista Diggy Pajarito. No importaba que no pronunciaran las palabras de forma exacta, “a la gente le gusta ver ese esfuerzo”, concluyó Didier Martínez, a quien llaman Pajarito.
Dos puertos
En 2019, el grupo llevó su Ilógico Tour a más de 30 ciudades en Europa y Asia. Allí, se han dado cuenta de que hay una ebullición de interés por la música latina. Intentan alcanzar esos otros públicos y al mismo tiempo mantener a los que tienen en este continente y eso hace que “a veces pareciera como si hubiera dos Puerto Candelarias”, comenta Juancho Valencia, una por cada hemisferio que buscan conquistar.
Ambas son vivarachas y juguetonas, pero en Latinoamérica está la facilidad del idioma para enlazar esa conexión entre culturas muy similares. Su versión europea tiene un mayor enfoque en la música. “La complejidad rítmica que se permite en Latinoamérica no está tan permitida en Europa, tienes que buscar otro tipo de musicalidades para complementar el humor que se usa aquí” y cranearse cómo poner hasta a los más serios a bailar.
Ha sido un propósito declarado fortalecer su crecimiento en Francia, Alemania y España, además de América Latina, pero traducir eso en un proyecto homogéneo en cuanto a la música es complejo. “Tres años después tenemos seguidores europeos que están esperando un componente musical diferente al que esperan en México o Chile”, añade Valencia. “Cada disco se vuelve un reto, para captar el público completo al que estás haciéndole la música”.
Tres discos, un año
Cantina La Foule, estrenado este 13 de diciembre, es el tercer disco que publican en 2019, un año que corrió a un ritmo frenético.
La Foule es una apuesta por conectar esos dos mundos en los que se ubican sus públicos y que para ellos, a veces, parecen antagónicos. Le hacen versiones de “cantina” a canciones de Frank Sinatra y de Edith Piaf, y se permiten interpretar a Julio Jaramillo. Francés, inglés y español se mezclan en un álbum de siete canciones.
Los otros dos no fueron menos importantes, Cinema Trópico fue un proyecto que pulieron con tiempo y su gran apuesta antes de irse en su gira internacional a mediados de año. Yo Me Llamo Cumbia es el disco que les consiguió su primer Latin Grammy en la categoría Mejor Álbum de Cumbia.
En ese disco, que se construyó de la mano de Peer Music, fue un homenaje al género. Celebraron su nominación y victoria en los Latin Grammy como un reconocimiento a la música independiente, la que toma más riesgos, la que nada sola y se levanta a punta de música, sin otras palancas.
Es una travesía que ha durado dos décadas y en la que han sudado para sostener su proyecto enfocado, vigente, sorteando retos económicos, valiéndose de su propia gestión y disciplina. “El reto que viene es cumplir 20 años más con la mitad de la energía”, bromea Valencia.
“Desde que entré al grupo siempre hemos estado en riesgo”, responde también Diggy Pajarito en chiste. Pero creen que es por eso que Puerto Candelaria es como un ser vivo, uno que cambia de integrantes, se mueve y baila, baila muchísimo. “Pero todo eso es lo que ha mantenido 20 años a Puerto Candelaria”, cree Catt Calle, quien este año entró a la agrupación luego de la salida de Magaly Alzate.
Y avanzan a toda velocidad, Yo Me Llamo Cumbia lo grabaron hace un año en un lapso de dos semanas. Cinema Trópico se produjo en un par de semanas y Cantina La Foule se grabó en una semana que tuvieron libre hace poco.
Dicen que ese es el lado positivo de ser músicos independientes, que como tienen su propio estudio y todo el tiempo están creando álbumes en la cabeza, no están atados a límites y se la pasan creando.
“Todos estos retos los vivíamos antes de ser nominados a un Grammy, llevamos 20 años sin necesitar un Grammy para vivir”. Cuentan, de todas formas, que es una oportunidad grande, “el Grammy es una llave para puertas muy específicas”. Por eso en 2020 no tienen miedo, “tenemos la experiencia de 20 años para afrontarlos”, sella Valencia.
Han sido tantos los motivos para celebrar que en el año que viene tienen pensado hacer una gira por escenarios que han visitado a lo largo de su carrera, como el Festival de Jazz de San Sebastián, Vive Latino o el Lunario de México.
Ya el 20 de enero vuelven a arrancar otro frenético viaje, tienen proyectos que van entre homenajes a Mozart y Beethoven hasta la grabación de un concierto sinfónico con sus canciones.
Aunque Puerto Candelaria nació en la imaginación, lleva 20 años viviendo en un mundo muy real, donde lo que ha hecho es seguir sus propias reglas y defender su derecho a crear música sin importar que tan disparatada suene la idea.