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El arte, la búsqueda de la paz y la reivindicación de las mujeres son algunas características que hicieron que Patricia Ariza fuera elegida para recibir el Premio Nacional a las Artes y las Letras, en la edición 51 de los Premios Nacionales de Cultura que entregará la Universidad de Antioquia el 17 de octubre. Es la única categoría por postulación, las demás son propuestas por los autores.
Son 50 años en los que no se ha detenido como artista. Tiene 74, pero su fuerza y sus ganas de continuar la hacen sentir con espíritu de joven. Esta mujer, que nació en Santander, no solo se dedicó a construir un legado teatral, ha demostrado que quienes las rodean hacen de ella lo que es.
Resalta que tiene un compañero que se llama Carlos Satizábal, una hija editora de televisión, Catalina, y dos nietos. Se considera una abuela tradicional, de esas que cree en el amor. Ella, a quien le gustan las plantas, bailar salsa, maquillarse y tomar cerveza cuenta sobre su trayectoria.
“Desde muy pequeña escuché a mi padre declamar poemas, cantar y tocar la bandola. Creo que fue durante ese tiempo que se me despertó la sensibilidad. Además, en mi adolescencia mi hermano solía hablarme de los nadaístas, y esas historias me conmovieron. Realmente iba tener otro destino, estudié bachillerato y me expulsaron del colegio, ese hecho fue dramático para mi familia, entonces me fui de la casa. Mi hermana mayor vivía en Medellín y allí conocí a Gonzalo Arango, un gran poeta nadaísta. Empecé una etapa artística que me marcó para siempre. Éramos un grupo muy rebelde y rompíamos con la cotidianidad”.
“Entré a la Universidad Nacional a estudiar artes y para aquella época (años 60) se vivía una autonomía universitaria fuertísima. Eso ayudó a cultivar mi instinto. Ingresé al movimiento estudiantil y a la política, desde ahí empezó mi lucha por un mundo distinto”.
“A Santiago García lo acompañé en ese proceso constructivo del teatro, es una persona muy noble, con él aprendí y en esa aventura estuvimos junto a Carlos José Reyes. Para esa época fundar ese tipo de espacios independientes era una locura total, acá en Colombia no había público, no había movimiento teatral, eso fue un acto verdaderamente transgresor. Fue el primer teatro independiente que no fracasó en su construcción, ahora se sigue manteniendo gracias a que se maneja el entusiasmo del primer día”.
“En primer lugar hay que diferenciar, la política es coyuntural y como concepto filosófico está lo político. Nosotros queremos incidir en la segunda, en la percepción que los espectadores tienen de la realidad. El teatro es como una construcción de la realidad, es para que el mismo público descubra la trama. Es de gran importancia contar estas historias, porque muestran lo que está detrás. Por ejemplo las mujeres nos relatan como han sido oprimidas por la sociedad y el teatro rompe esos estereotipos”.
¿Cómo ha sido el trabajo con las víctimas?
“En primer lugar quiero decir que a veces esa palabra víctima es sinónimo de cárcel. Quienes han padecido los estragos de la violencia son muchas otras cosas más: son mujeres, sobrevivientes y personas fuertes. En la escuela que tengo ellas me enseñaron a transformar el dolor en fuerza y resistencia. Muchos a través del arte logran convertirse en líderes sociales extraordinarias, pero no solo han sido los talleres o conversatorios que tenemos, en gran parte logran salir por ellas mismas. El teatro es solo uno de los medios de expresión para desahogarse”