Daniel Muñoz representa la esencia del ser humano que nace con un sueño y que lo consigue con esfuerzo y dedicación.
Tiene 23 años y la vida le ha dado momentos difíciles y otros muy felices como el que vive hoy al llegar al Atlético Nacional, club del que es hincha desde niño.
El COLOMBIANO dialogó con él sobre varios aspectos de su vida, luego de una positiva experiencia en Rionegro.
¿Donde nació?
“En Amalfi, allí crecí hasta los cinco años cuando mi familia decide mudarse a Bello, y ahí es donde hice mis primeros pinos como futbolista”.
¿Cómo empieza ese camino en el deporte?
“Vivía en el barrio Niquia Camacol y había una escuelita que se llamaba Cosmos. Con el grupo de amigos que tenía empecé a entrenar en ese semillero”.
¿Cómo se aleja de los vicios y de la violencia?
“Desde un principio tuve una familia que me supo guiar, en la que crecí con valores y ética, y tenía muy claro que si quería ser futbolista no podía tomar caminos equivocados. Necesitaba ser disciplinado”.
¿Y después que pasó?
“En Cosmos empecé a mostrar mis condiciones y el entrenador me dijo que me podía llevar al Envigado, con el que jugué el Ponyfútbol. De allí pasé a Arco Zaragoza, desde los 13 hasta los 16 años. Volví al equipo juvenil de Envigado y después me dejé tentar de una persona que me engañó para ir al exterior, yo estaba muy chico. Estuve en México, España e Italia y por ser menor de edad no tenía un contrato de trabajo y pasé muchas necesidades durante dos años. Afortunadamente pude regresar a Medellín. En ese momento pensé en retirarme y ponerme a trabajar, pero seguí gracias al profesor Gabriel Sepúlveda, de Total Soccer, quien me brindó la mano en el 2015. Allí, jugando en la categoría sub-20, muestro mis cualidades y Rionegro se fija en mí gracias al profesor Juan Eugenio Jiménez que le habló de mí a Fernando Salazar y con ellos pude llegar al profesionalismo”.
¿Era hincha de Nacional, de ir al estadio?
“Sí, iba a la tribuna Sur a alentar al equipo. Desde que tengo uso de razón soy hincha de Nacional por mi papá Germín Muñoz y mi mamá Franci Mejía que eran muy aficionados”.