El 31 de enero de este año es ya una fecha inolvidable para Tomás Maya Giraldo y su familia. Ese día debutó profesionalmente con Atlético Nacional, con solo 19 años y ante más de 20 mil personas en el estadio Atanasio Girardot.
“Cuando entré tenía muchos nervios y ansiedad, pero después de la confianza de los compañeros pude hacer un buen partido”, dijo.
Al ingresar a su hogar inmediatamente se siente calidez. Su madre, Aidé Giraldo, es de una amplia sonrisa y llena de amabilidad. Una mujer que le recalca a Tomás mantenerse humilde y que sepa que “una hormiga es igual de importante que un elefante”.
Tomás, por su parte, es un joven tímido pero centrado. En él, de inmediato resalta una Rosa Mística que tiene tatuada en su brazo izquierdo, de la que dice lo protege para no tener lesiones graves y esa imagen comparte un lugar muy especial junto a los nombres de sus papás y la figura de San Miguel, también tatuada en una de sus piernas.
Y es que sus padres le inculcaron esa devoción y el amor a Dios por sobre todas las cosas.
Detrás de él hay una familia sólida, llena de amor y sacrificios para apoyar a esta figura naciente del fútbol colombiano.
Sus padres, Juan Diego y Aidé, ambos delineantes de arquitectura, delinearon un joven solidario, humilde, lleno de amor y un luchador que no renuncia a sus sueños.
Jugó baloncesto, hizo bicicrós y practica el tenis de mesa, pero en el fútbol encontró su pasión.
Su historia comenzó en el colegio Salazar y Herrera, en el que se mostró para que el club Internacional de Medellín viera sus condiciones y lo enrolara hasta la categoría sub-14.
“De ahí me presenté en 2015 por convocatoria a Nacional, me eligieron y desde septiembre me pusieron a jugar con los profesionales”.
Recuerda que sucedió en un entrenamiento en el que el técnico Humberto Sierra, que trabaja con las inferiores de Nacional, lo vio y al otro día lo llamó para entrenar con el equipo principal.
La oportunidad le llegó en un momento en el que estuvo a punto de tirar la toalla y abandonar el fútbol: “el año pasado dije que no iba a jugar más al fútbol, pero mi tía y unos amigos me contaron que había salido una convocatoria en Atlético Nacional y ahí tiré mi último cartucho. Llegué a las 7:00 de la mañana y había unos 800 jóvenes, pero entré, me dieron 15 minutos y le gusté al profesor Hernán Darío Herrera, que fue quien me seleccionó”.
Allí le tocó tomar una decisión difícil: dedicarse de lleno al fútbol y aplazar sus estudios de Administración. Tanto su papá como su mamá lo apoyaron para que siguiera su sueño.
“El fútbol es como cualquier carrera y él está muy joven, le insisto que sea juicioso y más adelante puede retomar sus estuxdios, pero el fútbol le da para vivir como cualquier otra profesión. Para estudiar hay mucho tiempo, pero para jugar al fútbol hay solo una oportunidad”.
Esas palabras son sabias para Tomás, porque su padre ha sido su gran cómplice. “Va a todas partes conmigo, no sabe casi de fútbol pero siempre está ahí para mí”.
Tomás Maya es un convencido de que hay sueños, como el suyo, que solo se alcanzan con los pies, pero para eso debe seguir con paciencia los consejos de sus padres y del técnico Reinaldo Rueda, que le insiste en que hay que trabajar responsablemente y esa actitud se traduce en la cancha. En hora buena para el lateral verdolaga.