El ciclismo colombiano cobró tanta importancia que en los medios de comunicación nacional se volvió una necesidad, como sucede con el fútbol, hablar sobre este deporte diariamente.
Las satisfacciones que generan los embajadores de esta especialidad son constantes, más allá si quedan o no en un podio. Los corredores gozan de tanto reconocimiento que, cuando sufren una lesión, la noticia también despierta interés.
Luego de épocas en las que los triunfos o gratos resultados en Europa llegaban de manera esporádica (en las décadas de los 80, 90 y 2000) y hasta se destacaban posiciones secundarias, el pedalista criollo, conocido popularmente como escarabajo en alusión a sus habilidades para trepar cuando la carretera se empina, se consolida entre los mejores del pelotón mundial.
Y no solo por su destreza para rendir en la alta montaña, también en terrenos en los que muy pocas veces se creyó figurar, como suele suceder en el sprint.
Hace poco tiempo muchos se preguntaban si saldría una camada exitosa como la que integra la denominada generación dorada del ciclismo colombiano, en la que sobresalen Nairo Quintana, Rigoberto Urán y Esteban Chaves.
Lo que sorprende es que los mencionados y otros, aún vigentes, se codean desde hace buen rato con otro grupo de coterráneos que goza de respeto, liderado por Egan Bernal, campeón del Tour de Francia y el Giro de Italia. Y detrás de Egan y compañía vienen más pisando fuerte con la ilusión de lograr prestigio.
Ya lo decía en charla con EL COLOMBIANO el exciclista español Pedro “Perico” Delgado, campeón del Tour (1988) y de dos vueltas a España (1985-1989), que en Colombia, debido al potencial que existe para el pedalismo, se hace más fácil apreciarlo y hallarlo. “Es como levantar una piedra y encontrar oro”.