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Altimetría

El belga, con el maillot amarillo del Tour, ganó la fracción 4 de la prueba, en la que Nairo, Martínez y Rigo no cedieron terreno. Sigue la dureza.

  • Altimetría
05 de julio de 2022
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“¿Y por qué no Laporte?”, tiró Frans Maassen, el General Patton del Jumbo Visma a dos horas del inicio de la etapa 4, en Dunkerque, y todos se tragaron el engaño, se colmaron con él y luego pagaron el precio.

¿Y por qué no Laporte?, Christophe, francés de 29 años nacido en Seyne-sur-Mer, en el sur de Francia, localidad a diez horas y media de Lille y de todas esas montañas encorvadas, empinadas y cuyos huesos son piedras calizas: blancas, níveas, arrumadas frente al mar del Norte, la puerta de la liberación de Europa en 1944.

¿Por qué no?, si todos los años se luce en esas tierras de ventiscas, frías como el hielo. Fue segundo en la Gent-Wevelgem in Flanders Fields, este año; y octavo en el Tour de Flanders; también fue segundo en Dwars door Vlaanderen -A travers la Flandre, el año pasado, y segundo en el Saxo Bank Classic, hace poco más de un mes.

La jornada, teñida de historia, salía de Dunkerque, el puerto del “milagro inglés” durante la Segunda Guerra Mundial, y terminaba en Calais, ciudad que sirvió de ardid para atacar al ejército Nazi desde Normandía.

Fueron 171,5 kilómetros a todo vapor, siempre con el pelotón del Jumbo por delante, y con los soldados del Ineos a rueda, silenciosos, estratégicos y expectantes.

Magnus Cort Nielsen, danés del EF Education, y Anthony Perez, francés del Cofidis, tensaron la cuerda en medio de los valles del nordeste de Francia, recolectados en infinidad de paisajes en tonos pastel, en los cuadros de Manet, Monet y Renoir. Se marcharon en fuga, solitarios, aunque con el cartel de “se busca” pegado a sus espaldas sudorosas.

No les duró la aventura, pues el lote marchaba a toda prisa, engullendo cada kilómetro como una bestia voraz. Los alcanzaron a 45 de meta y los pasaron de largo.

El Jumbo domina

Luego vino el gran embuste del Jumbo, de su general Maassen. Van Hoydoonck y Benoot atacaron sorpresivamente y alertaron a los demás equipos.

Entre tanto, Laporte se ponía por delante, como preparando su zarpazo. El ritmo creció y los más fuertes velocistas terminaron cediendo ante el poderoso expreso de Países Bajos.

Ni Roglic ni Vingegaard asomaron sus narices, pero los demás favoritos al título, incluido Pogacar, expusieron sus nervios y se dejaron llevar por el maravilloso engaño.

Y entonces salió el sol, alado como Mercurio, e iluminó la carrera. Wout Van Aert, vestido de amarillo, planeó sobre los acantilados como aquellos valientes soldados del Ejército de los Aliados que cayeron como rayos mortales sobre las aguas heladas del mar del Norte, o como aquellos náufragos celestiales que describió Salman Rushdie en sus ‘Versos satánicos’.

Un halcón libre en medio en la iluminada tarde, un dios dorado y alado, inalcanzable. Laporte puso la trampa a un kilómetro del alto de la Nariz Blanca, que se alargó mentirosa como la de Pinocho. Van Aert se inundó de viento antes de su ataque, a 10 kilómetros de la meta, y los dejó a todos atrás, encandilados por el brillo de su aura. Nadie pudo seguirlo, ni siquiera Vingegaard o Adam Yates, quienes lo intentaron para luego resignarse a ir con los mortales.

Y el belga siguió raudo hasta la meta en Calais, una jugada maestra, un golpe de autoridad.

El corredor más completo del mundo por fin reclamó su victoria, por fin saldó una deuda aplazada desde la primera etapa, cuando fue vencido en la contrarreloj de Copenhague por Yves Lampaert.

El nacido en Herentals, hace 27 años, sumó su séptima victoria en la historia del Tour de Francia, y de paso se amarró aún más al liderato.

Este miércoles se seguirá rondando el norte galo, con una etapa durísima entre Lille y Arenberg, 157 kilómetros al mejor estilo de la París – Roubaix, con 19 kilómetros de pavé

Mauricio López Rueda

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