Antes de comenzar la Copa América de 2001, el profesor Francisco Maturana le dijo a los 23 protagonistas que esperaba que ese torneo “les dejara una casa propia”.
Y Andrés Orozco, quien con 22 años integró el equipo que jugaba como local en el certamen, recuerda con agrado que esas palabras fueron una motivación extra: “tenía un mensaje de unión que nos hizo invencibles. No sentíamos presión, siempre íbamos juntos e ilusionados por lo mejor”.
Trasegaron un camino en el que el país les pedía una alegría porque se vivían años de dificultad.
Con cinco victorias, ningún gol en contra y diez a favor, accedieron a la final ante una complicada Selección mexicana.
Por eso, el 28 de julio los nervios ya empezaban a jugar su papel, pero en la cena de esa noche, relata Orozco, los líderes como Óscar e Iván Córdoba tomaron la vocería y dieron un discurso que subiría la confianza.
El día de la gloria
Roberto Carlos Cortés, el lateral izquierdo que pertenecía al DIM, pasó la noche durmiendo cómodamente. No recuerda bien la hora de levantarse, pero fue a ducharse, se afeitó la cabeza, el bozo y se fue a desayunar. “Se sentía mucha ansiedad, pero el grupo estaba tranquilo. Se cerraba un poco el estómago”, revela.
En el bus de camino a El Campín para la batalla decisiva de las 4:30 p.m. todo fue un festejo previo: golpeo de sillas, ventanas, cánticos y risas. Así se dejaba fluir el nerviosismo. “Escuchar los pitos, ver las banderas, las caras pintadas, el mar de camisetas... todo eso nos emocionó bastante”.
Eso hizo que el estallido colectivo del minuto 64 de juego, con el cabezazo de Iván Ramiro Córdoba, fuera memorable. Todos se pararon como un resorte y se abalanzaron sobre el hombre de la gloria.
Celebración en familia
Andrés Orozco cuenta que, tras el final, la celebración se extendió con bailes, música, brincos y saltos en el vestuario. “Los que éramos de Medellín nos fuimos la misma noche porque queríamos festejar con la familia”.
El artífice de esa consagración, Francisco Maturana, reconoce que sintió un alivio grande tras el triunfo, sobre todo por el equipo que tenía. “No poseían tanto pedigrí, pero jugaban bien al fútbol. No fue la Copa de Valderrama, Rincón... fue la de Totono, Bedoya, Juan Carlos Ramírez, ellos dieron el mayor título al país”. Dice que no es de celebrar efusivamente, pero reconoce que la satisfacción de lograr el título fue única. “Uno los logros los quiere como a los hijos y ese fue especial. Me parece que en el país han sido mezquinos con esa Copa”.