Con 17 años recién cumplidos, el técnico holandés Frank Rijkaard decidió enviar al campo a Lionel Messi a faltad de ocho minutos para finalizar el derbi catalán ante el Espanyol.
Esa tarde, el pequeño atacante argentino, luciendo el dorsal número 30 y en reemplazo del portugués Deco, alcanzó a realizar algunos desbordes por la banda derecha tirando las diagonales hacia dentro que acabarían siendo uno de sus sellos futbolísticos.
Hoy, después de 426 partidos y 389 goles por el torneo doméstico, la afición del Barcelona y el mundo del fútbol recuerda aquel debut de quien acabaría por darle un giro al balompié mundial.