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Camisetas nacionales, más allá de lo simbólico

El dominio de grandes firmas sigue marcando el

declive de la añorada singularidad de estas prendas.

  • FOTOs reutes, archivo y cortesía
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  • Camisetas nacionales, más allá de lo simbólico
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12 de abril de 2019
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1973
año en que el Leeds de Inglaterra puso a la venta la primera camisa de fútbol.

Ya sea que su origen responda a un guiño hacia una monarquía, un momento trascendental en la historia contemporánea, un concurso nacional para conjurar el fracaso o una imagen precisa asociada a la esencia de una década, las camisetas de las selecciones de fútbol tienen una importancia vital para el grueso de habitantes de cada país. No en vano hace poco la nueva indumentaria de Colombia suscitó polémica nacional por su diseño.

¿Le gusta el nuevo diseño de la camiseta de la Selección? fue la pregunta que realizaron varios sondeos y en ninguno esta salió favorecida, se rajó. Para citar un ejemplo: en el Heraldo de Barranquilla, Casa de la Selección, solo al 22% de los lectores les pareció bonita. Mientras que en las redes sociales fue tendencia a raíz de la cantidad de memes publicados burlándose de la prenda.

Y si el debate acerca de la nueva camiseta de la Tricolor pudo parecer desproporcionado, qué se diría al saber que un estudio de la Universidad de Palermo, en 2017, reveló que el 78% de los jóvenes argentinos asocian la camiseta azul cielo de su Selección al emblema nacional y que un 56% la consideran el máximo símbolo patriótico, por encima del himno o la bandera.

“En cualquier país del mundo la camiseta del equipo nacional es un elemento unificador como pocos”, asegura Jonh Devlin, un diseñador británico, autor el libro The True Colours Football Kits, la más completa guía ilustrada hecha, hasta ahora, sobre la historia de la indumentaria del fútbol.

Mercadeo devorador

Para Doug Bierton, propietario junto a Mathew Dale, de Classic Football Shirts, la colección más grande del planeta de prendas de fútbol (suman más de 500 mil camisetas), la misión que tienen las grandes marcas deportivas va más allá de la innovación y la monumental capacidad de distribución y marketing.

“Cada diseño necesita contener toda la simbología, historia, cultura y rasgos geopolíticos de un país, y enlazarlos con elementos la tecnología y la moda del momento. Pero si falla en ese primer elemento de respetar la tradición específica, fracasa”, explica Bierton, en respuesta a este medio.

Ahí está el problema, según Jonh Devlin. Pues las épocas en los que el uniforme nacional era una alegoría de la singularidad de un país son parte del pasado. “El marketing consumió la tradición”.

“Honrar el patrimonio y la identidad de los equipos, ya sean internacionales o clubes, se han acabado. Los fabricantes trabajan según su propia agenda, y como hemos visto con los diseños recientes, ya son independientes al de los países”, expone Devlin en diálogo con EL COLOMBIANO.

“El orgullo nacional es tan importante que cuanto más te metes con este, más riesgo corres de desconectarte con los fanáticos”, sentencia.

En Adidas, pionera de la vestimenta deportiva, creen, al contrario, que van por el camino indicado. “Los hinchas quieren algo con lo que puedan identificarse inmediatamente, pero al mismo tiempo deben contener las últimas innovaciones y tecnologías de hoy. Traemos las necesidades de los jugadores y los fanáticos juntos”, aseguró Juergen Rank, director de diseño de Adidas, en declaraciones que publicó la Fifa antes de la Eurocopa del año 2016.

Pero el ítem de “identidad” parece rajarse, tanto con ellos como en las otras empresas. Y es que no fue solo en Colombia donde el uniforme nacional ha causado desencanto generalizado. De hecho, según detalla Devlin solo Brasil, Dinamarca e Italia han mantenido “su integridad” en las equipaciones, evitando diseños y colores que se desvíen de su tradición. Poniendo sus propias reglas de juego en tiempos en los que son las marcas las que mandan.

“Italia, incluso, tardó hasta 1999 en permitir el logo del fabricante pues llevarlo lo consideraba una ofensa con su inmaculado color azul que conservaron despejado durante 90 años. De toda mi investigación puedo decir que solo ellos tres han logrado que la identidad esté antes que cualquier cosa”, dictamina.

Mandan las marcas

En el pasado Mundial de Rusia, Adidas y Nike reafirmaron su poderío al vestir a 12 y 10 elencos, respectivamente. Puma representó a cuatro combinados, New Balance (2) y otras cuatro firmas estuvieron presentes en un equipo cada una. Esto evidencia el dominio que unos pocos fabricantes han creado.

El certamen representó 1.500 millones de dólares en ganancias para estas compañías, según un estudio de la consultora PR Marketing recogidos por la agencia Bloomberg, teniendo en cuenta que la camiseta de una selección tiene un promedio de precio de 100 dólares.

El porqué de esto, así como las razones por las cuales la gran mayoría de las federaciones deben acomodarse al estilo, indumentaria y condiciones que les pongan estas marcas tiene que ver con la capacidad de distribución y mercadeo que poseen.

La cosa funciona más o menos así, conforme lo explica el experto en mercadeo deportivo, Juan Ignacio González. Una Selección firma con Adidas o Nike, los mandamás, porque estos pueden abarcar mucho más mercado, llevar las prendas a otros países, etcétera, salvo contadas excepciones. Por esta condición las federaciones renuncian a aspectos como exclusividad en el diseño.

Así, por ejemplo, de los $190.000 que cuesta la camiseta de Colombia, siguiendo costos de otros países de la región, 5,8% ($11.000) corresponden a la fabricación y envío de la prenda; 11,5% ($21.850) es la ganancia de la marca y el 22% ($41.800) se queda entre los minoristas, sin contar el IVA y los costos de mercadeo. La ganancia para las federaciones por cada camiseta oscila entre el 4% y, en el mejor de los casos, el 10%.

Lo retro y lo local

“Con la obligación de presentar un diseño nuevo cada año es normal que falte la inspiración y recurran a modelos anteriores. Esto tiene que ver más con la necesidad de reciclar prototipos que con un resurgimiento de lo retro, como nos hacen creer”, califica Devlin, quien a pesar de esto concuerda con Bierton en que de cierta forma la moda “vintage” que se ha impuesto en la indumentaria de las selecciones últimamente ayuda a recuperar “la memoria del fútbol, anécdotas y situaciones que enriquecen el deporte”, como señala Bierton.

Una sola empresa en España, llamada Retrofootball, vendió el año pasado más de US$350.000 en réplicas de camisetas de los 70, 80 y 90. Nike, por ejemplo, lanzó esta semana una casaca homenaje al Barcelona de 1999.

Pero no parece ser suficiente esfuerzo para conservar ese “sello” de cada país. “En el Mundial de Rusia, Adidas produjo la vestimenta de Japón imitando una técnica de costura tradicional de dicho país llamada Sachiko. El color y las formas recrearon a la perfección esa técnica. Si un fabricante puede hacer esto con un equipo puede con los restantes”, sugiere.

Esto asoma improbable. Los grandes fabricantes no dejarían su método para fabricar y mejorar las ganancias por una personalización que encarecería costos de producción.

“Están más enfocados en producir novedades cada temporada y más centrados en la innovación técnica. Es una forma hacer más homogéneo el fútbol, más corporativo. Ahí no cabe lo individual. ¿Sabe por qué la moda de los 90 regresó con tanta fuerza? porque es una recuperación de un tiempo en el que las grandes personalidades marcaban diferencia: Romario, Valderrama, Batistuta. En el juego moderno no cabe el carisma, la rebeldía”, concluye Bierton.

La camisa de la unificación

Camiseta nacional: símbolo, tradición y negocio

La marca alemana Adidas y la selección teutona siempre fueron de la mano. De hecho es la única nación que jamás ha cambiado de fabricante. Esta simbiosis le permitió a la firma adelantar propuestas que desafiaron las pautas y marcaron nuevos puntos de referencia. “Cuando cayó el muro de Berlín, Alemania necesitaba un símbolo unificador. Esa fue la camiseta de la Selección. Se decidió cambiar el blanco y negro histórico y se incluyeron los colores de la bandera. La geometría y el significado de esa prenda, con la que ganaron el Mundial de 1990 (foto) pasó a la historia. Recuerdo pensar en ese momento que a partir de ahí el nivel de estética en las prendas deportivas cambiaría definitivamente”, cuenta John Devlin. “Puede ser perfectamente la camiseta más trascendental en la historia del fútbol”, se aventura a decir el coleccionista Bierton.

Casualmente, fue hasta que volvieron a empezar los colores cruzados en su pecho cuando los germanos alzaron nuevamente la Copa Mundo, en Brasil 2014.

Existe una leyenda, bonita pero apócrifa, de que el uniforme alterno alemán, de color verde, es un homenaje a la Selección Irlanda, la primera que se atrevió a jugar ante ellos cuando todos los despreciaban tras la Segunda Guerra Mundial. La verdad es que uno de los colores de la Federación teutona es el verde. Pero la historia ha hecho carrera como muestra de las barreras que puede romper el fútbol.

Un guiño a la monarquía y a la rebeldía

Camiseta nacional: símbolo, tradición y negocio

“Holanda es una gran paradoja del fútbol. Sus colores están ligados a la tradición monárquica de la casa Orange-Nassau con casi 500 años de historia. Pero su importancia en el fútbol está lejos de ser tradicionalista. De hecho es la Selección más transgresora de todas, de la que emanan cambios drásticos en el desarrollo de este deporte”, explica el historiador de la Universidad Nacional, Ómar Buitrago Serna. Para el académico la importancia de la Selección holandesa, a través de jugadores como Johan Cruyff, principalmente, pero también de Marco Van Basten, Ruud Gullit -foto-, entre otros, está ligada al progreso en fútbol.

Seguramente fue esa la razón por la que en 1988 Adidas se atrevió a ensayar con ellos una camiseta llena de formas y geometría (en la foto) que después perfeccionaría con Alemania. Es una de las favoritas por los coleccionistas de prendas por varias razones: La usaron en ese torneo y con esta, el entrañable combinado que ha sido uno de los favoritos por parte de la gran mayoría de aficionados de todo el mundo, logró su único título, en la Eurocopa, ante la Unión Soviética, que por cierto vestía una indumentaria roja con las siglas CCCP, que traduce Unión Soviética, y que es uno de los fetiches de las nuevas generaciones. Incluso es de las más vendidas en el mercado de las réplicas de prendas de antaño.

El concurso para salir de la tristeza

Camiseta nacional: símbolo, tradición y negocio

El “Maracanazo”, que le propinó Uruguay a Brasil cuando le arrebató el título mundial en 1950 en su casa, fue una tristeza que duró más de dos años a los brasileños, tiempo en el que la Selección no disputó partidos. En 1953, el periódico Correio da Manhã se inventó un concurso en el que participaron 301 personas con el fin de proponer el nuevo diseño de su equipo nacional, que hasta ese momento, era tradicionalmente blanco. Aldyr García Schlee, aprendiz de diseñador, presentó una propuesta inspirada en el verde infinito de los bosques brasileños y la riqueza por la producción petrolera. Desde entonces se convirtió en la “Verdeamarela”. Para 1973, cuando el medio que gestó la idea cerró por presión de la dictadura de la época, Brasil ya era bicampeón mundial y Pelé y compañía habían inmortalizado los colores como distintivo de excelencia. Aldyr García se convirtió en un prolífico escritor y traductor. Paradójicamente, como nació en Yaguarón, frontera con Uruguay, fue simpatizante del seleccionado que tanto daño le hizo al combinado de su país. Tradujo profusamente autores uruguayos. Con una historia que desencadenó en los colores amarillo y verde el sumo respeto que mantienen por su camiseta es apenas lógico. Para el Mundial de Rusia, un grupo de diseñadores de Nike pasó meses tratando de replicar en la camiseta que usó Brasil el tono exacto de amarillo de la indumentaria que usó cuando ganó el Mundial de 1970.

La pinta que “encapsuló” una época

Camiseta nacional: símbolo, tradición y negocio

El año pasado tuvo lugar en Manchester, Inglaterra, una convención de coleccionistas de fútbol de todo el mundo.

Allí, recuerda Mat Dale, coopropietario de Classic Football Shirts, que factura anualmente US$2 millones vendiendo camisas de equipos de todo el planeta, una de las piezas de culto fue la indumentaria de la Selección Colombia con la que disputó la Copa Mundo del 90, y con el número 10 del Pibe Valderrama.

Para el diseñador e investigador Jonh Devlin “la tonalidad del amarillo y el rojo de fondo y las tiras en las mangas, unidas a la melena y la clase de Valderrama trabajaron como un conjunto cohesivo para encapsular la identidad de Colombia y por extensión de la década del 90, que pedía fuentes de inspiración, que rompieran el molde”, dilucida el británico.

La vestimenta del combinado tricolor no está asociada como a otros representativos nacionales a matices históricos, políticos o sociales. Pero esa línea estilística que reprodujo entre 1985 y 1992 -fondo despejado en el torso y franjas grandes o delgadas en los costados- para la memoria colectiva de la afición colombiana y hasta en el exterior como se destaca en las declaraciones de estos dos ingleses, podría traducirse en la identidad del fútbol tricolor ante el mundo y debería ser un elemento a explotar en ese plan de internacionalizar la Selección como marca.

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