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Cómo salir del infierno de una grave lesión

Parece el final para muchos y aunque es un camino fangoso hay ejemplos inspiradores.

  • FOTO JULIO CÉSAR HERRERA
    FOTO JULIO CÉSAR HERRERA
  • Cómo salir del infierno de una grave lesión
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  • Cómo salir del infierno de una grave lesión

Por Jessica quintero y
Juan felipe zuleta valencia

Varias veces, en la víspera de un sueño que se demora en llegar, vuelve a la cabeza el sonido seco del hueso hecho trizas o el recuerdo del momento exacto en el que el dolor invasivo entregó el anticipo de una noticia que todavía parece mentiras.

Este testimonio se reitera en cualquier cantidad de relatos de futbolistas que sufrieron terribles lesiones sobre el terreno de juego y pasaron por un largo camino de expiación antes de volver al lugar que, en momentos de desespero, pensaron que jamás pisarían de nuevo.

La razón es simple: la negación, la ira y la frustración son las tres etapas ineludibles que pasa la mayoría de los jugadores que acaban de vivir la traumática experiencia de una lesión de gravedad.

Diagnosticar bien el daño, intervenirlo exitosamente y elegir el tratamiento de recuperación adecuado son claves para que mejoren las posibilidades del profesional de regresar en buenas condiciones. Pero no es lo único, y eso es lo que expertos como la sicóloga Laura Arias se encargan de hacerle entender a los deportistas.

“Considero que conocer el por qué de las lesiones es importante para el jugador, sobre todo en los primeros días posteriores al trauma. Así entenderá qué causas desencadenaron el problema y cómo deberá proceder junto al equipo médico para encarar su recuperación física. Pero luego debe zanjar el asunto debe ocuparse del cómo, es decir, del mecanismo que hará posible que su proceso sea exitoso. Y eso solo lo logra con un trabajo de fortalecimento mental y emocional”, explica la profesional.

Las pautas para realizar esta labor no están sujetas a un molde, se rigen de acuerdo a la particular personalidad, historia y entorno de cada deportista.

“Hay algunos a quienes les funciona rodearse durante la recuperación del entorno familiar y tomar distancia del profesional. A otros les funciona lo contrario, mantenerse cerca del equipo porque así sienten que alguien aguarda por ellos. O para incentivarlos funciona la estrategia de identificación (si aquel que es un referente pudo, yo también puedo); o de desafío: “voy a lograrlo para demostrarles que soy capaz”, expone.

Volver, siempre volver

El caso del futbolista argentino Fernando Gago es quizás el más emblemático en los últimos años de superación ante lesiones demoledoras.

Gago, de 33 años, ha sufrido siete traumatismos de gravedad. Tres rupturas del tendón de Aquiles y el resto rupturas de ligamento cruzado. Una sola habría sido suficiente para menguar la carrera de grandes figuras. Pero él siempre volvió.

En 2018 escribió un cuento llamado “Resiliencia” en el que narra el proceso de cómo superar una lesión, que para él pasó de ser un obstáculo para volver a jugar a convertirse en un objetivo en sí mismo.

“Durante años su propósito ha sido demostrar que nadie más que él tiene la potestad de decidir cuándo se marcha del fútbol. Gago tiene un componente mental innato, pero todos pueden llegar a desarrollarlo”, explica en diálogo para este medio el sicólogo Marcelo Roffé, colaborador en Selección Colombia en los tiempos de José Pekerman.

El portero Nélson Ramos también lo cree. Es más, está seguro de que Yulián Gómez, el lateral rojo que hace pocos días se destrozó el tobillo con una luxofractura que lo hizo pensar que “no volvería a jugar”, se convertirá en un profesional más fuerte luego de esto.

“Conocí a Yulián cuando estuve en el DIM. Gran ser humano, trabajador, un hombre discreto. Creo que si se aferra a la espiritualidad de Dios y se rodea de profesionales que lo ayuden con el tema mental retornará en unos meses convertido en un jugador más brillante. Ganarle a una lesión horrible es como conquistar el paraíso”, proclama n

“QUE HAYA VUELTO A JUGAR ES UN MILAGRO”: IVÁN VÉLEZ

Futbolistas colombianos cuentan cómo salieron de graves lesiones

“El 18 de mayo de 2013 viví uno de los momentos mas difíciles de mi carrera. Jugaba para el Junior y ese día visitábamos a Millonarios en Bogotá. En una pelota en fase ofensiva con Elkin Blanco y Dayro Moreno salté para rechazar de cabeza y cuando apoyé la pierna en la caída, sentí que la rodilla se desencajó y traqueó. Me trasladaron a una clínica y ahí me dieron el diagnóstico: luxación anterior de la rodilla izquierda. Tenía todos los tejidos comprometidos. Esa misma noche me hicieron la primera cirugía para acomodar el hueso.

Me comenzó a atender el médico ortopedista Carlos Uribe Vélez y tras una ecografía dúplex, me cuenta que había corrido con suerte de que no se rompió la arteria porque lo más normal en una luxación era que eso pasara y en ese caso corría el riesgo de que me amputaran la pierna. Fue muy doloroso escuchar eso, pero gracias a Dios no era mi caso. Sin embargo, hubo un golpe peor, me dijo que no me garantizaba que volviera a jugar. Con ese riesgo y la incertidumbre de saber si no podía hacer lo que más me apasiona, me realizaron cuatro cirugías y estuve fuera de competencia por 18 meses (641 días), pero sentí que se multiplicó.

Pasé momentos muy duros, pero también unos muy gratos. Todo esto me enseñó que cuando uno quiere puede, que para Dios no hay cosas imposibles. Me apegué a mi esposa Angélica y mi hija Valeria, Uber, mi papá y Duván, mi hermano, tampoco me desampararon. Conocí a mis verdaderos amigos y logré una fortaleza mental muy fuerte. Cuando volví a la cancha nadie lo podía creer, pero yo sí porque mi deseo siempre fue volver a competir y que haya vuelto es un milagro, incluso, el médico Uribe presentó el caso ante la Fifa y soy el único futbolista en el mundo que volvió a jugar después de sufrir una luxación de rodilla”.

“LAS HISTORIAS DE SUPERACIÓN FUERON INSPIRACIÓN PARA SALIR ADELANTE”: HERNÁN PERTÚZ

Futbolistas colombianos cuentan cómo salieron de graves lesiones

“El momento más difícil de mi carrera empezó el 9 de febrero de 2019. Ese día enfrentábamos a Unión Magdalena en el Atanasio. En una jugada acabándose el partido nos atacaron por el costado derecho, salté para cabecear y dirigirle el balón a David González y cuando estaba en el aire, Ricardo Márquez, delantero del Unión, me tocó en el aire. Pisé con la pierna derecha para apoyarme y de una sentí que la rodilla se me quebró en pedazos, hasta alcancé a escuchar cómo sonó... Fue impresionante.

Me llevaron al camerino y de la adrenalina y el dolor no dejé que me tocaran. Me inmovilizaron la pierna, a la semana siguiente los médicos del club me hicieron el examen que arrojó el diagnóstico definitivo: rotura de ligamento cruzado anterior y colateral medial, la peor lesión que puede sufrir un futbolista. Esperaron tres semanas para que bajara la inflamación y el día 28 el médico Johnny Márquez me realizó la intervención. Después de la cirugía me empezaron a invadir los pensamientos negativos y entré en depresión. Le decía a Merceditas Loaiza, la fisioterapeuta del equipo, que solamente me ayudara a poder caminar porque ya no quería volver a jugar. No veía partidos, me alejé de todo lo relacionado con el deporte, estaba en negación y eso me afectó en la recuperación porque la pierna no mejoraba y en junio me dijeron que me debían hacer otra operación. Dije que no y a diferencia del primero, ese segundo diagnóstico fue un empujón porque al día siguiente reaccioné de una forma diferente. Me levanté con menos dolor y con ganas de regresar a jugar. Cuando los compañeros notaron mi cambio me alentaron demasiado. Los hinchas del DIM y de otros clubes me enviaban mensajes de apoyo por redes sociales y personas que habían pasado por lo mismo me contaban sus historias de superación que fueron una gran inspiración para salir adelante. Mi familia me arropó, mis hijos Aldair y Derek y mi esposa, Caterine García, me motivaron aún más.

Al final todo fue cuestión de actitud y paciencia. Despejé la mente con estudios virtuales y disfrutando el tiempo con mis hijos para evitar pensamientos tóxicos, y luego de 12 meses y 7 días, volví a jugar”.

“DESPUÉS DE 15 DÍAS SOLO QUEDA LA FAMILIA”: NELSON RAMOS

Futbolistas colombianos cuentan cómo salieron de graves lesiones

“Fue en un clásico contra Santa Fe. Iba a hacer un despeje y sentí como un fuerte golpe en el pie. El famoso síntoma de la pedrada. Cuando volteé a ver quien me había lanzado algo no vi a nadie, sentí un dolor horrible y caí sobre el césped. Me había destrozado el tendón de Aquiles de mi pierna izquierda.

La primera reacción fue de impacto cuando me dijo el médico de qué se trataba. Esa lesión es un “demonio” que nadie quiere. Al otro día me operaron y aún no había salido del quirófano cuando la prensa empezó a sacar notas asegurando que era mi retiro, que figuras como Marco Van Basten habían sucumbido ante esa lesión. Que era el fin. Yo desde entonces ya confiaba en el apoyo de entrenadores mentales para saber afrontar profesionalmente esas situaciones (actualmente tengo dos). Así que me dediqué a rehabilitarme. No sabría describir lo duro que fue. Debí aprender a caminar nuevamente, en las terapias me sentía feliz solo por lograr gatear y permanecí cuatro meses con el pie inmovilizado.

Pero lo logré porque jamás dejé que el ambiente externo me pusiera a dudar. Lo que sí aprendí es que para el fútbol sirves solo si compites. Los primeros 15 días todos están pendientes de vos, pero luego se olvidan y te quedas únicamente con tu esposa, tu hijo y tu mamá, quien se mudó para cuidarme porque yo no podía ni bañarme solo. Pero está bien, uno entiende que estar activo es lo único que te hace importante.

También me mostró las facetas del colegaje. El técnico que tenía en esa época en Millonarios (Hernán Torres) jamás fue a mi casa ni me hizo una llamada para ver cómo iba. En cambio, a los tres días, recibí dos llamadas que me llenaron el alma: una de Juan Carlos Osorio y la otra del profesor Luis Fernando Montoya. Jamás había trabajado con ellos, pero llamaron para ver cómo seguía, colmarme de tranquilidad y ponerse a mi disposición para lo que necesitara.

Volví a la cancha, me costó más de un año, pero lo hice. La fuerza espiritual de Dios, la familia y mi madurez me regresaron a una cancha. De esa lesión que sacó a tantos grandes jugadores del fútbol yo salí triunfante. Ocho años después sigo activo, jugué en el exterior (Ecuador) y siendo arquero me di el lujo de hacer un gol con mi pierna izquierda (estando en Fortaleza).

¿Secuelas? sí, varias, la obsesión de cuidarme, de ir al gimnasio, de alimentarme bien, de hacer todo lo necesario para que el cuerpo responda a todo lo que aún sueño hacer”.

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