Tal vez el barrio más conocido en la historia del fútbol sea Villa Fiorito, lugar desde el que surgió Diego Armando Maradona, quien jugando descalzo o con unos guayos rotos se convirtió en ejemplo de miles de futbolistas a nivel mundial que gambetearon a la pobreza, delincuencia, droga y violencia para salir adelante.
En Colombia hoy es escaso el futbolista de barrio, ese al que se le acuñaba la “malicia indígena” y que en 70 y 80 brotaba por montones. Con su desparpajo nutrió los procesos que llevaron a Nacional a conseguir la Copa Libertadores de 1989, y a la Selección a tres clasificaciones consecutivas a los mundiales (Italia 90, USA 94 y Francia 98).
El de hoy es un jugador hecho en las escuelas de fútbol y en las inferiores de los equipos. Mientras James Rodríguez se forjó en Academia Tolimense y en las inferiores de Envigado Fútbol Club, Carlos “El Pibe” Valderrama salió del barrio Pescaíto de Santa Marta.
Ambos son los dos 10 más representativos de sus respectivas generaciones.
“El Pibe” reconoce que en las calles de su barrio fortaleció su carácter. “Te hacés fuerte, aprendés a luchar contra la adversidad, a perder el miedo y ganarte el respeto”.
Víctor Aristizábal, el goleador histórico de Nacional (207 tantos), también surgió de la barriada. Comenzó a jugar en las calles de Belén, pero hoy se dedica a moldear jugadores en su escuela Aristigol, así que es una voz autorizada para hablar de las ventajas y desventajas de ambos procesos formativos. “El de barrio, tarde o temprano, llega a la academia. Lo que sucede es que hay que mirar con detalle qué es lo que pasa con los jugadores que están llegando a las ligas y cómo se seleccionan para los equipos profesionales”.
Para Aristi, en épocas anteriores, el jugador antioqueño se caracterizaba por mantener esos principios que aprendió en el barrio. “Hay que revisar cómo se están surtiendo los equipos de las ligas y de dónde está llegando la materia prima”.
El exgoleador dice además que los tiempos han cambiado. “Antes había más jugadores de barrio también por obligación, porque carecíamos de canchas de fútbol. Hoy hay más facilidades y más herramientas. En mi época se jugaba en cualquier parte, en la calle, en parques y en las famosas canchas de potrero. Pero creo que el jugador de barrio siempre ha existido y hay que buscarlo con lupa”.
¿Está en extinción?
El técnico antioqueño Juan José Peláez, por el contrario, piensa que sí se ha perdido el deportista de barrio y que por eso hay escasez de talento.
“El que está hecho en escuela tiene muy buena técnica, pero quizás es más limitado de malicia, creatividad e imaginación. El hecho es que la distancia que hay entre el barrio y la academia debería recortarse y recrear al máximo lo que un niño vive en su cuadra, en el potrero. Es decir, debe haber mucho espacio para la inspiración”.
Responsabilidad de los DT
Indica Peláez que el entrenador de academia debe ofrecer esos espacios donde el niño pueda imaginar y ser intuitivo básicamente, porque el fútbol de calle anda en extinción. “Es la academia la que está obligada a no dejar perder ese talento natural”.
Por su parte, Ramiro Ruiz, presidente del Envigado, considerada la mejor cantera del país, opina que hoy es muy difícil que un jugador de barrio vaya directamente a un equipo profesional.
“Eso ya no pasa. Que se críe allí y sea identificado por un club de primera categoría y lo lleve es muy difícil, además los barrios ya están llenos de academias”.
Cuenta Ruiz que el club naranja, por ejemplo, tiene escuelas en La América, la comuna 13, Manrique y Aranjuez. “Reclutamos jugadores de barrio y tratamos de que no pierda esa malicia con que nace. Lo que pasa es que ahora los padres vinculan a los niños a las escuelas desde los dos años”.
Para el directivo, lo que le sucede a este tipo de jugador cuando llega a las escuelas es responsabilidad de los técnicos. “Son las formas, los métodos y las metodologías, lo que hacen que en algunos jugadores, que tienen esa chispa de calle, se vaya apagando”.
Eduardo Lara, exseleccionador nacional y también de selecciones juveniles, expresa su admiración por el jugador hecho en la calle, pero que lastimosamente se ha ido perdiendo por las circunstancias del fútbol actual.
“Todas las academias que hay no le dan la libertad al futbolista de potrero, el que encara, hace la gambeta, tira un túnel, que busca la pared con la piedra o la acera. El irreverente, el atrevido, jugadores exquisitos”.
Explica que las escuelas deben acomodarse a lo que pida el entrenador y la sistematización del juego que pretenden inculcar. “A mí dame el jugador de barrio, el de la riqueza técnica, y ahora que murió Maradona, más que nunca admiro a ese tipo de jugador. Él Se crió en la calle y a todo el mundo le encantaban sus condiciones”.
En conclusión, es necesario conciliar el barrio con la academia para seguir disfrutando del niño que crece con la convicción de sacar adelante a su familia divirtiéndose con un balón .