El ciclismo profesional cambió mucho en los últimos años. En este momento, no solo importa que un pedalista tenga una buena condición física, logre mantener las pulsaciones controladas en los entrenamientos, sea un buen escalador, gregario, contrarrelojero o velocista.
Ahora, también es determinante saber cuáles son los números que hace en el día a día: cuántos vatios genera cuando pedalea, cuál es la velocidad promedio a la que corre, cuánto tiempo se demora haciendo un trabajo específico y cuál fue el gasto de energía que tuvo en un recorrido.
Esa información se recoge por medio de diferentes aparatos tecnológicos que, en los últimos años, los equipos de ciclismo han empezado a utilizar para potenciar el rendimiento de sus deportistas. El más común es un garmin, una suerte de pequeño computador que los pedalistas llevan pegado al manubrio de su bicicleta que activan cuando empiezan un recorrido y lo apagan al finalizarlo.
En el caso de un entrenamiento, el aparato les mide con exactitud el tiempo que gastaron, la distancia que recorrieron, la altitud que subieron, la potencia, en vatios que alcanzaron durante una unidad temporal específica (segundos, minutos), cuál fue el ascenso total que hicieron, la velocidad a la que andan en tiempo real, el promedio de celeridad que tuvieron durante el trazado, la cadencia o ritmo al que pedalearon y las calorías que quemaron.
Después de que termina la práctica los ciclistas deben subir la información a páginas que crean bases de datos como TrainingPeaks, que tiene un software que analiza el big data llamado WKO5. Esto le permite a los entrenadores saber lo que pasa en el cuerpo de sus corredores y pueden planear, en poco tiempo, cómo ayudarlos a mejorar.
“Estas plataformas ayudan a que todo sea más rápido, a tener datos en tiempo real. Cuando un ciclista te descarga el entrenamiento sabes si lo hizo, si paró o no, para luego consultarle a qué se debió la parada después de la retroalimentación. También ayuda a que, a partir de los indicadores, uno pueda tomar decisiones, porque al final el entrenador es uno y no las máquinas. Sin embargo, sí se toman decisiones a partir de la información que arrojan las plataformas”, comentó Alex Cano, técnico del equipo Orgullo Paisa.
Pero este tipo de tecnología, sumada con los profesionales en nutrición que tienen equipos grandes en el pelotón internacional como el Visma, Ineos, Movistar, EF Easypost, entre otros, también ayuda a que los pedalistas se alimenten mejor para competir en la élite del ciclismo.
“Ahora uno no come por llenarse, como lo hacía antes, sino que lo hace de acuerdo con el gasto de energía que hizo el día y lo que necesita para el otro. A mí eso me ha dado duro”, le dijo a este diario el ciclista antioqueño Rigoberto Urán, que es uno de los pedalistas que se ha tenido que adaptar a los cambios que del ciclismo.
La otra obsesión del ciclismo
En el tiempo reciente una rama de la física se ha convertido en otra obsesión para el ciclismo de élite: la aerodinámica, la parte de esa materia que estudia las reacciones del aire sobre los cuerpos que se mueven, en los deportistas.
Por eso, ahora los ciclistas de las escuadras que corren en el Tour Mundial (máxima categoría del ciclismo), hacen pruebas en espacios como el túnel del viento, un test en el que los deportistas se sientan en sus bicis y reciben fuertes ventarrones que salen desde una turbina que está ubicada detrás de ellos.
Todo mientras son escaneados en tiempo real por unos computadores que les ayudan a mejorar la posición en la bicicleta y a calcular cómo se tienen que ubicar para poder rendir de mejor forma. Aunque este tipo de tecnología, por lo general es más útil para velocistas y Contrarrelojeros, también se han sometido a ella escaladores como el boyacense Nairo Quintana y sus compañeros del Team Movistar.
Así fue la experiencia de Juan Manuel en el túnel
El pedalista del equipo Orgullo Paisa, Juan Manuel Barboza, que a sus 23 años es considerado como uno de los mejores contrarrelojeros del país, viajó a finales del 2023 a Bélgica para someterse, por segundo años consecutivo, a la prueba del túnel del viento. Tuvo que ir hasta Europa porque en América Latina no hay ningún sitio que cuente con esta tecnología para los ciclistas. En el continente solo se puede hacer el test en Estados Unidos. “El objetivo es lograr ser más aerodinámico en la bicicleta. Es decir, hacer menos tiempo e ir a mayores velocidades en el menor tiempo posible. Esta vez fui con una mejor bicicleta, un mejor manubrio, una bicicleta de crono mejor que la que tenía en la primera vez y tuve un buen balance”. El ciclista, oriundo de Córdoba, se dio cuenta que con un casco y unas zapatillas diferentes podía ganar más vatios, lo que le ayudó a mejorar su coeficiente de arrastre, que es lo que hace que pueda romper más eficientemente el viento cuando compite. Una hora en el túnel tiene un valor de 500 euros.