Muhammad Ali, el indómito campeón de los pesos pesados cuyos demoledores golpes y avasalladora personalidad transformaron el deporte del boxeo y le hicieron una superestrella mundial, falleció la noche del viernes a los 74 años, informó su familia.
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El deceso se produjo la noche del viernes en un hospital de Phoenix (Arizona, EE. UU.), tras ser ingresado 24 horas antes al presentar problemas respiratorios. Ali padeció el mal de Parkinson, una enfermedad de afectó su capacidad locomotora, pero no apagó su presencia en los medios de comunicación.
Figura sobresaliente en sus mejores tiempos, Ali siguió viajando y haciendo presentaciones en sus últimos años, pese a quedar virtualmente enmudecido por los miles de golpes que recibió en su asombrosa carrera.
Gigante en el ring y fuera
Fue un gigante de su época, un peleador veloz, combativo y fanfarrón, cuya influencia fue más allá del cuadrilátero. Se trabó en algunas de las peleas más memorables de la historia del boxeo, pese a ver su carrera interrumpida por más de tres años, cuando se negó a registrarse para el servicio militar durante la guerra de Vietnam.
Doblegó al invencible Sonny Liston, protagonizó una emocionante trilogía de peleas con Joe Frazier y derrotó a George Foreman en Zaire. Pero pagó un terrible precio por los aproximadamente 29.000 golpes a la cabeza que recibió en una carrera que le hizo una de las personas más famosas en el mundo.
“¡Soy el más grande!”, gritaba una y otra vez. Muy pocos se atrevían a contradecirle.
Bob Arum, quien promovió peleas de Alí, dijo que “significó tanto para muchas personas en el mundo, tuvo un efecto tan transformador en la sociedad norteamericana y un impacto tan grande en el mundo debido a su espíritu, que será recordada como una de las personas icónicas de la época”.