Cuando en marzo pasado Alejandro González decidió regresar a Medellín, dejando atrás la idea de competir en el Indian Wells de Miami, el primero de los nueve torneos ATP World Tour Masters 1000 del año, y cuando apenas empezaba a tomar fuerza el recorrido de muerte de la covid-19 en Estados Unidos, no se le cruzaba por la mente que su “temporada” se iba a limitar a las “cuatro paredes” de su nueva casa.
Sin coger la raqueta en tres meses, haciendo las veces de “mal cocinero”, cumpliendo largas jornadas físicas en su improvisado gimnasio casero, tratando de evitar el comer de más, compartiendo con su esposa Juliana (con quien se casó el año pasado), dedicándole tiempo a ver más tenis en televisión y pensando, de vez en cuando, en qué va a ser de su futuro, el único tenista profesional de Antioquia en el circuito ATP vive estos días.
Brusco el cambio, ¿no?
“Total. Es algo nuevo. Nunca hice físico en casa, ni he pasado tres meses sin tomar la raqueta ni entrenar. Así que se valoran más estos momentos que en el pasado no se pudieron tener. Esperar con paciencia y tranquilidad a ver cómo evoluciona todo. Es un cambio demasiado brusco pues llevo mucho tiempo acostumbrado al trabajo fuerte y continuo”.
¿Echa de menos el tenis?
“Vivir nuevas sensaciones, descansar, son sensaciones iniciales y parece como chévere; luego, uno se va dando cuenta de las dificultades, de que no es fácil salir, ni siquiera a caminar, y de asumir una rutina en la casa. Llegan las preguntas y la preocupación de si iremos a jugar o no y empiezan a picar mucho las ganas de estar en la actividad, en lo que uno se ha preparado y querer competir ya. Pero, a la vez, consciente de que las circunstancias no lo permite y que no nos podemos volver locos, porque podría ser peor. Opté por controlar el peso con mi nutricionista y un programa de preparación física”.
Algunos montaron escenarios rudimentarios en sus casas, ¿usted no?
“Nada. Cero raqueta. A veces molesto pegándole a las paredes con la bola; me compré una bicicleta y un remo y eso es todo. En el tenis es muy complejo, pues se necesita mucho espacio para moverse. Lo bueno es que los callos de las manos y las ampollas de los pies desaparecieron”.
Pierde ritmo de juego...
“Llevo casi treinta años jugando y no se me va a olvidar porque lo deje seis meses. Hace falta pero dejar de practicarlo no implica que cuando se regrese uno empieza de cero; además, el tenis no empezará en julio, hay que ir con calma”.
Mejor dicho, anda como desconectándose de todo, se siente feliz, entonces...
“Pues llevo una vida plena, claro, por la familia, por lo que hago, por lo que tengo. No puedo estar triste así el tenis sea mi profesión y mi pasión. Hay jugadores que solo lo toman como su trabajo, a mí me copa la vida, los pensamientos, no me puedo quejar gracias a Dios, pero no es para morirse si no lo tenemos hoy. Me gusta ver el vaso de agua lleno. El encierro cuesta, sí, es duro, pero estamos sanos con el tema del virus, entonces son cosas que me enfocan”.
¿De qué se ha desligado?
“De tener que programar vuelos, ver calendarios de partidos y definir dónde voy a viajar, qué tiquete debo comprar que me salga más económico, en qué torneo me gustaría actuar, cuántas horas de entreno voy a tener hoy. De todo esto”.
¿La atención a la familia le ha llenado esos espacios?
“Sí, en gran parte. Y otras cosas nuevas, he leído mucho sobre todo el primer mes que no se hacía nada; me he enterado del tema de la economía de Colombia, y con mi esposa hemos cocinado mucho, cosa que jamás habíamos hecho, ver series de Netflix, películas, e incluso he querido chequear algunos de mis partidos”.
¿Cocina? Hmmm, no es como para creerle mucho...
“Sí, sí, he aprendido alguito, un poquito, además de hacer huevos y calentar arepas. Todo hace parte de esa nueva etapa en familia, nunca habíamos estado tanto tiempo juntos -y tan juntos-, como ahora con Juliana. Es aprender de esa convivencia y de experiencias como las recetas. Tal vez somos unos privilegiados porque estamos disfrutando de estos momentos que, a lo mejor en tiempo normal no lo podríamos hacer, como por ejemplo, el almuerzo hecho por ella o reírnos porque se nos quemó algo en el fogón o de las largas horas que le dedicamos a la lectura”.
Bueno y hasta tiempo para pensar en el primer hijo...
“Ah no, hasta ahora no (risas). Nos encantaría tener familia, pero digamos que todo tiene su tiempo y hay que llevarlo con calma, disfrutar ahora de nosotros y luego de los niños”.
¿Le fue difícil desprenderse del ‘hotel mama’?
“Lo que pasa es que yo me desprendí de ese hotel hace como once años, porque a los 18 me fui a vivir a Brasil. Luego, cuando tenía 20 y entré al equipo Colsanitas viví cinco años en Bogotá. Y de ahí en adelante viajo 33 semanas al año, entonces cuando venía a Medellín, pues sí, caía al ‘hotel mama’, literalmente. La experiencia nueva es ahora, pues me encuentro con que ya tengo un apartamento que había soñado tiempo atrás e independencia total”.
Hablando de responsabilidades, lleva meses sin recibir un peso del tenis...
“Así es. A diferencia de lo que pasa, por ejemplo, con los futbolistas que si se lesionan o dejan de jugar por cualquier motivo algún tiempo, el club les sigue pagando un sueldo, nosotros, los tenistas, ganamos de acuerdo a lo jugado. Y no lo hago desde febrero, así que no me entra nada. Sin embargo, debido a la pandemia, la ATP creó un subsidio para jugadores con menos ingresos (US$9.000) y eso fue un alivio. Igual, en mi caso, he sido muy juicioso y he ahorrado como para tener algo de tranquilidad en ese aspecto” .