Subir al barrio La Sierra de Medellín hace inevitable recordar esas épocas de encarnizada violencia por las que pasó esta zona de la ciudad años atrás. Hoy, la gente quiere sacudirse de ese estigma, te sonríe y te saluda en las esquinas, y hay cafetales hermosos que germinan en su periferia. Sin embargo, aún se sienten el abandono y la pobreza.
Villa Sierra es la tercera y última estación de la Línea H del metrocable, allá donde se divisa Medellín de una manera hermosa y empalagosa, en medio de humildes casas, tal como si se tratara de un inmenso pesebre.
Después de subir más de cien escalas, entre laberintos de cemento, una cancha emerge empotrada en la montaña. Es la única placa que tienen niños y jóvenes para divertirse.
Hasta ese sector del oriente medellinense llegó, el domingo pasado, Cris Cyborg, una peleadora brasileña que descrestó en la UFC (la empresa más importante de promoción de combates de artes marciales mixtas) y campeona mundial, quien, en su niñez, sufrió las inclemencias de las favelas (zonas de extrema pobreza en ese país) y que, no obstante, le sirvió para valorar su vida creciendo con carencias pero con valores.
Invitada por David González, entrenador y líder del club Muay Thai Medellin, Cyborg comprobó el fervor que allí sienten los pequeños que, religiosamente, acuden todos los domingos a clases.
Ellos, con su inocencia a flor de piel, esperan ávidos, desde temprano, el inicio de las prácticas para ponerse los guantes de boxeo y sonreír, dejando atrás tristezas e incluso malos momentos mientras sus padres andan en la búsqueda de una libra de arroz para el almuerzo o un par de huevos, porque el hambre es cuestión de todos los días.
“Es muy importante que los niños tengan un referente que les muestre que sí se puede ser campeones en la vida, que los superhéroes sí existen y que los sueños son realizables”, cuenta González.
“La idea es traerles historias de vida, ejemplos, que ellos vean que para llegar a ser el mejor del mundo solo se necesita ser de carne y hueso”.
Esta iniciativa lleva año y medio y si un domingo el grupo de atención que montó González no va, los niños lo extrañan y reclaman. Ya hacen parte de una nueva familia.
David, quien también es entrenador de la colombiana Sabina Mazo, dice que si la vida te sonríe hay que devolverle a la sociedad. “La idea es traerles deporte, pero además ya les dotamos una biblioteca con computadores, salones de juegos. El mensaje para ellos es que sí se puede, que no se necesita ni tener plata ni nada, solo ganas, disposición y sacar el tiempo para hacer el esfuerzo”.
Sus alumnos en el club tienen la obligación de ir donde los niños, porque un verdadero campeón debe demostrarlo con actos. De a poco se empieza a vincular la empresa privada, y otros sectores. “Ahora se vinculó Rhino, una empresa de bucales que ayudará con el tema de salud dental, y la concejala Daniela Maturana, quien nos apoyará con la gestión deportiva”.
Y aunque los cerca de cincuenta niños se vieron sorprendidos por el acento portugués de la campeona, nunca dejaron de mirarla ni atender lo que decía, sus instrucciones de cómo moverse, tirar golpes o esquivar los del contrincante, a través de un traductor.
Al final, la visita de Cris Cyborg sirvió de aliento. Ella dejó su corazón en La Sierra, donde sintió que en esos chicos antioqueños, la gran mayoría llegados de desplazamientos y con carencias, se reflejaba parte de su vida de niñez en las favelas de su país