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La mágica historia del título mundial de rugby subacuático

Camilo Díaz y sus compañeros recogieron el fruto de dos décadas dedicadas al rugby. La consagración contada por ellos.

  • Las selecciones Colombia celebran las medallas de oro y bronce en el Mundial de Austria. FOTO cortesía Camilo díaz
    Las selecciones Colombia celebran las medallas de oro y bronce en el Mundial de Austria. FOTO cortesía Camilo díaz
23 de agosto de 2019
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Por luz élida molina marín

Lo que Camilo Díaz Osorio había buscado por más de dos décadas, finalmente, llegó a sus manos. Una emoción inmensa, indescriptible, tanto que no ha podido soltarla, pues, dice, la lleva a todo lado, duerme con ella, la pone sobre la mesa en cada cena a las que los han invitado por ser campeones, y la observa cada segundo, ya se sabe con precisión cada letra y cada símbolo.

El significado de esta medalla de oro es lo más cercano a la felicidad plena que ha experimentado el jugador de rugby subacuático, quien recién acaba de coronarse campeón, con la Selección Colombia, en el Mundial de rugby subacuático en Graz, Austria.

“Esta presea no tiene precio, o mejor dicho, no hay dinero con qué comprarla”, señala Camilo mientras reflexiona con tristeza y preocupación, que las deudas que adquirió para poder pagar el viaje lo esperan en Medellín.

“Uno de los chicos me dijo, Cami porqué no nos montamos en el metro en pantaloneta, para ver si la gente nos conoce y nos aporta dinero, pero no fui capaz y eso que ya hemos hecho estriptís, calendarios, camisetas y vendimos artículos”, reconoce Díaz.

Para lo que si sacó fuerza, tiempo y dedicación fue para asociarse con Juan Camilo Marín, otro deportista que tiene una productora y realizaron un video clip sobre el deporte.

La idea era buscar recursos, a través de crowdfunding-Cooperación colectiva, llevada a cabo por personas que realizan una red de consecución de dinero por Internet para la financiación de iniciativas pero, al final, lo recaudado no sirvió de mucho: $200.000 a cada integrante para un viaje que costó $8 millones por deportista.

Hacer lo imposible

Al vallecaucano Juan Carlos Quintero le tocó emigrar a Medellín hace 3 años para vincularse al club Orcas y así seguir mejorando su nivel.

Y para ir al Mundial tuvo que vender comidas y hacer rifas con que conseguir el dinero y viajar con la Selección a Austria a cumplir su sueño.

“Ojalá esta actuación sirva para que empresas y el Gobierno nos ayuden, porque todos hicimos muchas actividades para poder viajar, pues por nada del mundo me quería perder el torneo”.

Lo mismo pensaba Camilo, quien afirma que, desde noviembre del 2018 cuando lograron el título del Mundial de Clubes en Berlín, Alemania, sintieron que podían ser campeones en Austria.

“Ninguno decía nada, pero en noviembre todos interiorizamos que ya contábamos con el nivel para ir a buscar el título en el Mundial. Por eso entrenamos fuerte, haciendo muchos sacrificios, pues le dedicamos cuatro horas diarias a la preparación y nuestro entrenador, Samuel Gaviria, hizo un trabajo mental magnífico”.

Y agrega “eso se notó en la competencia, porque fuimos fuertes, aguerridos, potentes, y aunque los demás nos doblaban en tamaño (estatura) e historial, nosotros, con técnica y agilidad, los noqueamos a todos, fue algo mágico”.

Y tiene razón pues las cifras de Colombia en el evento fueron monumentales: logró el título de manera invicta, con 76 goles a favor y ninguno en contra.

Fueron cinco triunfos: ante Canadá 29-0, Eslovaquia 25-0, España 15-0, Finlandia 4-0. En la semifinal 2-0, con gol de oro en tiempo extra, contra Dinamarca y 2-0, en el duelo por el título, contra Noruega.

Camilo recogió en Austria el premio de 22 años dedicado al rugby subacuático. En los primeros años, recuerda, regresaban derrotados, goleados, despachados en primera ronda. Poco a poco fueron mejorando, no solo física sino también mentalmente, porque en ese aspecto tuvieron que trabajar para dejar de sentirse inferiores a sus rivales, unos gigantes nórdicos que los aplastaban sin piedad.

El comodín

El campeón hace un pare y recuerda. Cuando llegaron al escenario de la competencia en Austria para realizar los entrenamientos libres, observaron unas banderas gigantes de los equipos participantes, cada una como de 4 metros, y la colombiana no estaba.

Entonces se acercó a uno de los organizadores y preguntó por la tricolor. Y este le respondió que no se había podido conseguir.

El día del inicio del campeonato, junto a las enormes banderas, apareció la amarillo, azul y roja, como de un metro, pero el tamaño era lo de menos, y fue esa, la más diminuta la que se ondeó al final, en honor el campeón.

Ese grupo de profesionales que se batieron con el alma bajo el agua sabía que cada gol era un desahogo de toda esa angustia que vivieron meses antes tocando puertas para conseguir el dinero y viajar.

Ellos dejaron todo en el agua, mientras en las tribunas las integrantes de la Selección femenina que habían logrado la medalla de bronce, tras vencer 2-0 a Finlandia, gritaban, brincaban y alentaban mirando el cronómetro, a la espera del final para celebrar el título.

El éxtasis

Por eso cuando el árbitro señaló la conclusión, la algarabía y el llanto fue estremecedor. Los nórdicos, esos gigantes de piel blanca y cuerpos corpulentos, se rindieron ante los colombianos, nada qué hacer: la superioridad fue tal que no hubo dudas, ni necesitaron tiempo extra ni ninguna definición angustiosa por penales. La Selección nacional, cuyos integrantes representaban la bandera más pequeña del Mundial, se llevó el honor.

Título que se celebró a rabiar a 9.500 kilómetros de distancia, en Medellín, donde las familias, esas que siempre han sido el respaldo de los deportistas, sintieron un alivio de haberlos ayudado, una vez más, para cumplir juntos el sueño de decir “somos los campeones mundiales”.

Camilo y sus compañeros se sienten plenos, hicieron historia, pero lastimosamente, aunque para este campeón su medalla no tiene precio, le va a tocar ponérselo para subastarla y cubrir los gastos que le representó su participación en el torneo.

Difícil decisión que le toca las fibras más profundas de su alma. Seguramente, durante el fin de semana, mientras compite con Orcas en el Campeonato Nacional, en Bogotá, se tomará el tiempo para seguir meditando y definir lo que va a hacer no solo con su presea, sino con su deuda n

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