Por JHEYNER A. DURANGO HURTADO
A sus escasos cinco años, Luciana Monsalve Sepúlveda recuerda con gracia la primera vez que montó en bicicleta sin la ayuda de nada ni de nadie.
En 2016, cuando le quitaron las ruedas de apoyo de la cicla de barbie que le obsequiaron en una Navidad, de inmediato salió disparada. “Es que yo soy un rayo”, manifiesta de manera espontánea.
“Ese día yo me fui solita, pero a mi mamá le dio tanto susto que salió corriendo detrás de mí, y me frenó cogiéndome del pelo”, cuenta mientras ríe y con una inteligencia que sorprende, la hija de Avellaneda y Óscar.
Mientras Luciana delata dulzura, sus padres se llenan de orgullo al ver los alcances de la menor, quien ahora domina un caballito de carbono más grande que ella y en el cual ya ha ganado 10 medallas en los festivales de semilleros del BMX.
“No tenemos la fecha exacta en la que nos empezó a insistir en que le compráramos una bici, pero sí recordamos que cada vez que veía a alguien montar se quedaba paralizada hasta que esa persona se perdía en el camino”.
Así señala la madre, al rememorar que Luciana se encariñó más con esta disciplina durante las competencias de BMX de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, en los que Mariana Pajón alcanzó su segunda medalla de oro y Carlos Ramírez logró bronce.
“En la escuela le decía a la profesora que la dejara ver el bicicrós de los Olímpicos. Es que es impresionante el amor que le generó este deporte, tanto que hasta le puso de nombre a su bici ‘estrellita fugaz’”, indica Avellaneda.
En las tardes, religiosamente, luego de salir de clases, Luciana entrena en la unidad en la que reside en la Loma de Los Bernal, y los sábados, de 8:00 a 10:00 a.m., sus papás la acompañan a la pista de Belén.
Allí, mientras la pequeña pedalea con fuerza para subir a un montículo de arena, su mamá se aferra a todos los santos para que el descenso de la niña sea exitoso.
“Yo le digo que no se preocupe tanto, que no se tensione porque yo ya manipulo muy bien la bici”, le manifiesta la niña a la progenitora, y de inmediato prosigue. “Yo quiero ser mejor que Mariana Pajón, y ganar muchas medallas”.
Avellaneda asegura que si bien le da alegría ver cómo su hija maniobra este vehículo, le genera mayor satisfacción el progreso que ha tenido gracias a la disciplina que genera practicar un deporte.
“Es que es realmente increíble sus avances desde que hace bicicrós. Ha superado, a su edad, lo que uno era en ese momento; es demasiado tenaz, independiente y segura. Es como una cajita de sorpresas. Se somete fácil a la autoridad, siempre quiere aprender más, es curiosa y responsable”, confiesa la madre al señalar que entre otros gustos de Luciana está escribir, leer y pintar.
“Le enseñamos que todo lo que haga lo realice con amor. Posiblemente a los 10 años ya no esté en esta especialidad, pero lo importante es que en su mente siempre disfrute lo que hace”, añade la mamá, mientras la hija la interrumpe.
“¿Hasta los diez años? No, por mucho más tiempo porque quiero viajar por el mundo y ganar muchas medallas” -insiste-, y hasta le envía un mensaje a los demás niños en su mes. “Lo más importante es que siempre sigan la palabra de Dios y que los malos se vuelvan buenos”, afirma Luciana, quien se roba los suspiros de las personas que la escuchan hablar n