“Estos son los herederos de grandes campeones”, así los señala, Baltazar Medina, presidente del COC, a los deportistas que lograron preseas en Buenos Aires-2018.
Estos 12 deportistas, menores de 18 años, sacaron casta y técnica para brillar por el país en los Olímpicos Juveniles.
Daniel, un hijo amoroso ganador de dos oros
Cuando Daniel Restrepo García ganó la medalla de oro en el Mundial de Ucrania en julio pasado, sus padres Lucy García y Carlos Mario Restrepo no dudaron en comprar los tiquetes para Buenos Aires, pues por nada del mundo se querían perder las competencias del antioqueño en los Olímpicos de la Juventud. Y en ellos su hijo respondió con dos oros.
“Todos los momentos con Daniel han sido únicos, pero estas medallas las vivimos con enorme emoción, en familia, con la esposa y el hijo del técnico, desde la tribuna temblando de los nervios y estallando en gritos y llanto al verlo ganar”, dice la madre. Agrega que la felicidad de acompañarlo, así fuera a la distancia (porque el deportista estaba concentrado en la Villa y ellos en un hotel) fue total al verlo alcanzar otro logro, premio a su dedicación y a la labor que Wilson Molina ha hecho con él, porque más que un entrenador se ha convertido en un amigo, en un consejero, en alguien que nos ha ayudado a formarlo como deportista y persona”.
Por eso, más que las medallas lo que resalta esta orgullosa madre es que “Daniel es un hijo amoroso, disciplinado, responsable, querido por sus compañeros y por la gente, porque es un gran ser humano”.
A sus 18 años, el antioqueño quedó instalado en las páginas doradas de los clavados no solo a nivel local sino mundial, por ser doble medallista dorado por Colombia.
Este deportista, que el próximo año iniciará su carrera de Ingeniería Automotriz, ya que los carros son su otra pasión, sueña y se proyecta hacia los Olímpicos de Tokio-2020.
Valeria Cabezas, fortalecida en Dios y sus padres
Hay dos palabras que son religiosas en la vida de Valeria Cabezas: Dios y padres. Casi siempre, en cada frase que expresa, los menciona. “Humíllate delante del Señor y Él te exaltará”, es el mensaje que tiene en su estado de WhatsApp.
“Mis papás han sido mi faro, cuando mi padre -Efrén- no me acompaña a un entrenamiento, mi mamá -Lucy- deja sus labores en casa para llevarme. Sin el apoyo de ellos y la fortaleza que encuentro en Dios creo que sería imposible salir adelante”, dice Valeria, la colombiana que impresionó en los Olímpicos de la Juventud, al ser, de principio a fin, la más rápida en los 400 metros con vallas. Efrén, su progenitor y quien labora como oficial de construcción, es una de las personas que más la inspiran.
“Es un gran hombre, se sacrifica para que a mi hermano -Junior- y a mí no nos falte nada. Pareciera como si no se cansara, creo que esa característica aguerrida la saqué de él. Además, de mi madre también tengo muchas características y valores, como el ser paciente, disciplinada y fuerte”, comenta Valeria, quien en junio pasado se graduó de bachiller del Colegio Santa María Goretty en su natal Cali. “Pero como deseo ser una persona integral, no me puedo quedar haciendo solo atletismo, la idea es estudiar Profesional en Deporte”, señala quien está feliz de retornar de nuevo a casa, en el barrio 12 de Octubre. “Desde el momento que gané en Argentina quería regresar, abrazar a mis papás, entregarles la medalla de oro y darles gracias porque sus sacrificios conmigo empezaron a dar frutos. No me puedo relajar, se vienen desafíos mayores”.
Valentina, la guerrera de la plataforma
Extremadamente decente, juiciosa, estudiosa. Así la ven quienes orientan la joven carrera de Kelly Valentina Junkar, como María Isabel Urrutia, su entrenadora y Luis Arrieta, el seleccionador nacional de los Olímpicos de la Juventud, certamen en el que alzó 78 kilos en arranque y 98 en envión que le permitieron hacerse a la medalla de plata en los 53 kilogramos.
Su tez blanca, delicadeza, fina figura, cabello largo y liso hacen de Valentina un caso que rompe estereotipos en el mundo de las pesas en Colombia, pues, erróneamente, se considera que en nuestro país solo la gente de tez morena posee condiciones para la halterofilia. “Kelly rompe esos moldes y demuestra que este es un deporte para todos, sin discriminar sexo, raza, edad”, afirma Arrieta.
La levantadora nacida en Bogotá hace 17 años y quien este año se gradúa de bachiller para emprender en 2019 una carrera universitaria que aún no decide, es una chica que, al decir de Urrutia, acata órdenes y, de ahí, su potencial y talento.
En Buenos Aires estuvo a un kilo de lograr el oro. Este es quizás, el sinsabor que le queda. “Estuve cerca, a lo mejor no era el momento, pero estoy feliz de mi actuación”, señala.
Su proceso la conducirá, seguramente, a mundiales y al ciclo olímpico absoluto, pues ese es el objetivo que ahora se ha trazado. No obstante, tiene algo pendiente: debe reponer clases para ponerse al día con el estudio. Así que no habrá descanso.
En el escenario, la Junkar demuestra que es toda una guerrera de la plataforma, sus movimientos y la explosión al levantar los pesos así lo evidencia.
Yineth supera los temores frente al espejo
Muchos se sorprenden cómo una mujer de 1,44 metros de estatura, 48 kilos y 17 años de edad es capaz de levantar 166 kilos: 76 en arranque y 90 en envión. La fuerza que posee en sus brazos, así como en sus piernas para soportar aquel peso es descomunal. Su poder mental también es admirable. “Es entregada a lo que hace, con una visión clara de lo que desea lograr.
Es seria, responsable, disciplinada, perseverante, líder y aguerrida”, son los elogios de Róger Berrío, presidente de la Liga Antioqueña de Pesas, para Yineth Santoya, quien en los Olímpicos de la Juventud en Argentina, ganó presea de plata y se confirmó como una de las halteras de mejor proyección en el país.
La nacida en Turbo se alegra con esas palabras, pero agrega: “Lo que él dice es cierto, esa es mi mejor pantalla. Aunque también tengo temores, cosas que me hacen sentir débil, aunque lo dejo sola para mí, no quiero que el mundo sepa de ello”. ¿Y cómo hace entonces para superarlos? “Es que a veces, ante los duros retos, los nervios se apoderan de uno, haciendo que lleguen las dudas. Pero me enfrento a mí misma mirándome al espejo, me digo que soy talentosa, que no tengo porqué tener miedos, aún más con el esfuerzo que hago en los entrenamientos”, dice la deportista, quien en sus ratos libres le gusta dibujar y leer novelas. “A todo lo que se venga en el deporte me voy a entregar, deseo ganar medalla en unas olimpiadas de mayores”, cuenta Yineth, la niña mimada de su abuela María Aidé, quien la crió, así como de sus padres Heber Santoya, albañil, y Claudia Ortiz, guardia de seguridad.
Jhony Angulo espera ver bien a su familia
“Lo mejor es que estos resultados me ayudan porque recibiré un dinero y de esta forma le puedo ayudar a mi familia”. Así resume Jhony Andrés Angulo (medalla de oro en patinaje) lo sucedido en Buenos Aires. El deportista vallecaucano reconoce que sus padres significan todo: “siempre me han apoyado y estado conmigo en las buenas y las malas. Me han ayudado a tomar las mejores decisiones para no descarrilarme del camino que llevo como deportista”.
Todavía no le pasa la alegría de haber conseguido una presea en los Juegos Olímpicos, algo que todo atleta joven añora lograr. “¿Lo que sentí ese día? Hmmm... una inmensa alegría, todavía no me pasa. Cumplí con el reto que me había impuesto de ser medallista. Y ganar el oro es toda una bendición. No lo creo todavía, lo estoy disfrutando al máximo y creo que es la apertura de lo que se viene. Es algo inigualable y más que para Colombia, es para que mi familia pueda estar mejor financieramente”.
Él se demostró que sí puede lograr lo que se propone y ahora tiene como objetivo, a corto plazo, ser campeón mundial. “Que no queden dudas que lo voy a hacer, esa es mi máxima aspiración. Además deseo estar en unos Juegos Olímpicos de verano. Para llegar a ese alto nivel, me estoy formando”.
Y para ello, sabe que todo está en la mente: “tenerla clara, saber qué es lo que se quiere y esto se obtiene con una buena capacidad de rendimiento, contar con buena base, alta técnica y ante todo, las ganas de salir adelante para convertirse en el mejor”, apunta el deportista.
Gabriela, una estratega sobre ruedas
Iván Vargas y Elías del Valle, técnicos de la Selección Colombia, resaltan en la bogotana Gabriela Rueda virtudes como la disciplina, constancia, resistencia, fortaleza mental y potencia, a pesar de su corta edad (17 años).
“Gabriela es aguerrida, comprometida, disciplinada, con metas muy claras. Es una deportista estratega, que se prepara bien para cada reto y tiene una mentalidad fuerte, por lo que siempre sale a arrollar a sus rivales”, sostiene Del Valle.
Iván Vargas, por su parte, argumenta que la bogotana adelanta un proceso a paso firme, y aunque es una patinadora de talla pequeña (1,58 metros de estatura) en la pista derrocha gran capacidad y talento.
La campeona olímpica, que se inició en el 2008 de forma recreativa en la pista del Parque El Salitre, en Bogotá, en principio no pensó que iba seguir en ese deporte, pues era la más baja de estatura y a veces no se sentía bien, pero su talento la llevó a destacarse pronto y se quedó en la pista.
La bogotana tiene entre sus logros también tres preseas alcanzadas en el pasado Mundial de Holanda donde alcanzó oro, plata y bronce.
Pero más allá del gran logro alcanzado por Gabriela y su compañero Jhony Angulo, ambos quedarán en la historia del patinaje mundial, ya que sus trajes de competencia, con los que ganaron el oro en los Olímpicos de la Juventud, fueron donados al Comité Olímpico Internacional, que se exhibirá en el museo de la organización como los primeros ganadores de medallas olímpicas, así lo confirmó desde Argentina el jefe de la misión nacional, José Luis Echeverry.
Steven José levantó su pasión entre palos de escoba
Rusmeris Villar es su tía, pesista como él. Ella, cuarta en los Olímpicos de Londres-2012, tiene 35 años y aún compite. Él, Stiven José Villar, apenas empieza a recorrer el camino que Rusmeris inició en 1999, es decir hace casi 20 años. Y lo hace, comparativamente por resultados en sus primeros torneos, mucho mejor pues su medalla de bronce en los Olímpicos de la Juventud en Argentina así lo demuestra. Rusmeris necesitó diez años (tenía 26 años) para lograr su primera medalla internacional, como campeona panamericana en 2009. “De ella he aprendido mucho, su constancia y disciplina”, cuenta Stiven, de 17 años, nacido en Bayunca.
Bolívar, y quien se inició en las pesas utilizando palos de escoba cuando era niño y siguiendo los pasos de su tía en las polvorientas calles de ese corregimiento más conocido por el desgreño que por otra cosa, como decir que no tiene alcantarillado y donde solo hay un escenario deportivo público, el de sóftbol, levantado en 2011.
Luego, con otros amigos, hicieron barras con tarros de saltín, llenos de cemento y practicaban. En ese ambiente creció Stiven, quien recuerda su fugaz paso de niño por Bogotá, a donde fueron a parar sus padres en busca de un mejor futuro. Su carrera la emprendió en Cartagena, cuando sus papás decidieron retornar a Bayunca.
“No ha sido fácil, me tocaba ir todos los días a Cartagena y no había mucho dinero para los pasajes. Al menos Rusmeris me envió a Bogotá a trabajar con María Isabel Urrutia, ella ha sido mi ejemplo”, cuenta. “A toda esta gente dedico mi medalla; me sentí algo incómodo en algunos movimientos y por eso no pudo ser de otro metal, pero esto es bueno también”.
Juan Camilo y Gabriella abrieron el camino
Colgada de la bicicleta de Juan Camilo Ramírez viaja siempre una estampita del Divino Niño que guía cada uno de sus pedalazos y saltos en la pista.
“Espiritual” es la palabra que siempre usan quienes lo conocen para describir al paisa de 17 años, que hace dos semanas, junto a la barranquillera Gabriella Bolle, se colgó la medalla de bronce en el BMX de los Juegos Olímpicos de la Juventud, la primera de la delegación colombiana en esas justas.
Esa fe en Dios, al que se encomienda antes de saltar desde el partidor, fue el impulso para obtener este logro, el que considera el más importante en su corta carrera deportiva.
“Yo he sido dos veces bronce, dos subcampeón y una vez campeón mundial, pero una medalla olímpica es otra cosa”, comenta, con orgullo, el bicicrosista envigadeño.
Juan Camilo es hijo de mayordomos en una finca en El Retiro. Allí, cuando tenía 6 años, los jefes de sus padres, Sergio Mejía y Adriana Saldarriaga, empezaron a notar sus cualidades en la bicicleta y decidieron apoyarlo. A ellos, como a sus padres, también les dedica sus triunfos. “Esto siempre me obliga a tener presente la importancia de dar lo mejor que uno tiene”, dice el joven deportista.
Su pareja en la prueba, Gabriela, quien también comenzó en el BMX en Envigado, vio en Buenos Aires la recompensa de los años en los que tuvo que entrenar sola en las pistas de Barranquilla mientras recibía a distancia las indicaciones de los técnicos que la dirigían. Esa disciplina que forjó a pulso es la que la tiene en la élite, pues es segunda en el ranquin mundial júnior. Juan Camilo y Gabriela sumaron la segunda presea de esta disciplina en la historia de las justas tras la obtenida por David Oquendo en Singapur-2010.
María Camila, la dueña de su cabeza
Algún día, recuerda, su mamá le preguntó si estaba segura de tener la fortaleza mental para afrontar un escenario que se pusiera en contra de ella.
María Camila, con una de esas sonrisas que siempre mantiene lista, le contestó “por supuesto mami”. Y si a Adriana le quedaba alguna duda de ello, la disipó completamente viendo a María Camila superando la presión de un público desfavorable en Buenos Aires camino a una más que merecida medalla de bronce en el tenis individual.
“El juego por la segunda ronda ante una rival argentina, con toda la afición a su favor, y la presión sobre mi a lo largo de todo el partido, será algo difícil de olvidar. Estoy orgullosa del carácter que pude mostrar porque en momentos así es que uno ratifica que está para el deporte de alto rendimiento”, sostiene la cucuteña de 16 años que cerró de brillante forma una temporada excelsa en el tenis juvenil internacional, en el que se adueñó del sexto lugar del ranquin mundial.
“A veces las personas a mi alrededor me dicen que no me ponga la soga al cuello al declarar una y otra vez que quiero ser la número uno del mundo o que cada vez que compito en un torneo admita que el objetivo principal es ganarlo. Pero no es soberbia sino convencimiento. Creo que cuando uno trabaja a consciencia como yo lo hago, con jornadas tan largas de entrenamiento, entregada en cuerpo y alma a los compromisos que asumo en el tenis, es casi una obligación apuntar alto”, precisa la tenista, quien le agradece en el alma a Alejandro Falla, quien la entrena desde la presente temporada, el haber inculcado en ella la exigencia y convicción.
Nicolás Mejía, una plata como combustible
Antes de debutar en el primer partido en sencillos en Buenos Aires, el caleño se echó la bendición y ratificó la promesa que le hizo a su papá Gustavo (q.e.p.d.) de disfrutar al máximo la oportunidad de estar en unos Juegos Olímpicos gracias al deporte que él le inculcó a querer desde que era un niño que apenas empezaba a caminar.
“Le cumplí la promesa, porque a pesar de quedar eliminado en primera ronda en sencillos no dejé que la alegría se me esfumara a pesar de que alrededor y, probablemente en las cuentas del Comité Olímpico Colombiano, estaban en los planes una medalla mía en dicho cuadro”, apunta la raqueta de 17 años.
Tan pronto tuvo que resignar la posibilidad de ganar para Colombia la segunda medalla en tenis masculino, tras el oro de Juan Sebastián Gómez en Singapur-2010, Mejía enfiló baterías a las medallas en dobles y dobles mixto.
Además de su talento y la ferocidad competitiva, Nicolás contó con la fortuna de hacer pareja en dobles mixto con María Camila, compañera y amiga desde que ambos eran unos niños comenzando a transitar por los torneos infantiles.
“María Camila es una tenista increíble. No es bueno caer en comparaciones pero en ella el tenis nacional puede confiar en llegar a hacer cosas como las que logró Fabiola Zuluaga. Ojalá podamos consolidar una dupla en mixtos en el circuito profesional porque podríamos darle nuevas alegrías a Colombia en un cuadro en el que nunca hemos tenido mayor representación. La plata que logré a su lado en Juegos Olímpicos es otro aliciente para seguir acercándome al tenis profesional. El otro año llegaremos más alto”, promete.
Juan Felipe Montealegre va tras los pasos de Yuri Alvear
Desde niño, Juan Felipe Montealegre se inclinó por las artes marciales. Probó distintas disciplinas pero, finalmente, se enamoró del judo. Conoció al entrenador César Vinasco y este lo motivó haciéndole ver que tenía muchas virtudes, sobre todo disciplina, compromiso y unas ansias grandes por mejorar.
“Puede que uno no tenga el mayor talento para algo en la vida, pero cuando trabajas para ser el mejor, los frutos se tienen que ver. Juan Felipe es un muchacho que sacrificó muchos juegos de niño, tiempo con sus amigos y familia, pero hoy, con la medalla de plata que consiguió en Buenos Aires, confirma que puede ser uno de los medallistas olímpicos de Colombia a futuro”, fueron los reconocimientos que lanzó su entrenador al regresar al país. Montealegre nació y se crió en Palmira; admira a Yuri Alvear porque sus logros han permitido que él y otros deportistas que se dedican a esta disciplina tengan mayores oportunidades.
“Logré la medalla de plata olímpica en la división de los -55 kilogramos, me fue muy bien gracias a Dios. Agradezco al Comité Olímpico, Coldeportes y la Federación de Judo, que me colaboraron para asistir a estos Olímpicos”, dijo este muchacho que, paradójicamente, logró la presea en una categoría llamada equipos internacionales. Él hizo parte del conjunto Atenas, junto con otros judocas de Madagascar, India, R. Checa, España, Zimbabue, Holanda y Marruecos. “Sueño con repetir esta hazaña en unos Olímpicos de mayores, esta medalla me impulsa a superarme, a saber que a través del deporte puedo salir adelante y también darle una mayor calidad de vida a mis padres”.