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Wilson, el escultor de los clavados

  • Wilson Molina es perfeccionista y exigente, durante los entrenamientos no quita la mirada a lo que sus alumnos hacen en cada lanzamiento para luego corregirlos. FOTO jaime pérez
    Wilson Molina es perfeccionista y exigente, durante los entrenamientos no quita la mirada a lo que sus alumnos hacen en cada lanzamiento para luego corregirlos. FOTO jaime pérez
  • La Liga de Antioquia realizó una ceremonia especial por la medalla en el Mundial. Foto cortesía liga antioquia
    La Liga de Antioquia realizó una ceremonia especial por la medalla en el Mundial. Foto cortesía liga antioquia
  • El técnico junto a su esposa Eliana Rivera y su hijo Miguel, de 18 meses de edad. Foto róbinson sáenz
    El técnico junto a su esposa Eliana Rivera y su hijo Miguel, de 18 meses de edad. Foto róbinson sáenz
  • Wilson impartiendo instrucciones al saltador Daniel Restrepo durante el entrenamiento. Foto jaime pérez
    Wilson impartiendo instrucciones al saltador Daniel Restrepo durante el entrenamiento. Foto jaime pérez
13 de enero de 2019
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Cuando tenía 14 años Wilson Molina Guzmán recibió dos noticias que le cambiaron la vida y definieron su personalidad. A esa edad tuvo que afrontar el camino sin sus padres, ya que en menos de 6 meses los perdió a ambos y empezó un sendero lleno de cambios: frustración, dolor, pocas alegrías y mucha responsabilidad se apoderaron de sus días.

Su transición de la niñez a la adolescencia fue marcada por el asesinato de su padre por parte de la guerrilla y el fallecimiento de su madre, tras soportar una enfermedad. Camufló el dolor con una coraza de valentía y empezó a marcar el camino por el cual seguiría su andar.

Relata que dejó la finca en Anzá, occidente antioqueño donde, según él, aprendió “primero a montar a caballo que a caminar”; en la que su vida era ordeñar vacas, recoger café, alambrar, vacunar a los animales, bañarse en el río y estudiar, para radicarse en la casa de su abuela en Medellín.

La gran urbe se presentó llena de retos, un cambio total en el proyecto de vida como familia y nuevas responsabilidades que lo llevaron pronto a la vida laboral.

Recio, fuerte, exigente y radical, son algunas de las características que describen a la perfección el carácter del entrenador, que volvió a sonreír sin límites desde la llegada de su hijo Miguel, hace 18 meses.

En esa época los clavados no eran nada en su vida, pero ante la necesidad de contar con un trabajo para pagar sus gastos (quería ser independiente) el destino lo llevó hasta las piscinas.

Algo de gusto sí tenía por esta disciplina, pues cuando estaba en el colegio vio por televisión las competencias de los Juego Olímpicos de Atlanta y como sabía que en Medellín se practicaba, averiguó y se inscribió. “Pero con 15 años no me dio para llegar al alto rendimiento, aterricé muy tarde”, afirma con algo de nostalgia.

Su camino como técnico

A pesar de eso estuvo 4 años entrenando y cuando realizaron la convocatoria para formar entrenadores no lo dudó y se presentó. El agua empezó a copar la atención del joven que no perdía opción para aprender, leer y conocer sobre el deporte.

A los pocos meses la certificación como instructor lo instaló definitivamente en el complejo acuático, que se convertiría en su sitio de trabajo, su pasión y proyecto de vida.

Para salir adelante lo único que tenía Wilson eran su convicción, dedicación y disciplina, la cual se hizo más potente con la llegada del chino Fu Quian, quien partió en dos la historia de los clavados en Antioquia y la vida de quienes compartieron con él.

Molina se convirtió en la sombra de Quian y, como una esponja, trató de absorber todos los conocimientos del estratega. Aguantó la férrea exigencia del oriental durante cinco años, aprendiendo todos sus secretos dentro y fuera del agua, las estrategías y la planificación de entrenamientos para ser los mejores. Su segunda gran herencia en vida.

“Nunca dejó de ser exigente, iba muy en contra de nuestra cultura y sobre todo de la mentalidad de los jóvenes”, recuerda Wilson, quien en principio era igual de “duro” al chino, pero la experiencia le mostró que sin dejar de ser exigente podía estar más cerca del deportista. Al final, afirma, se trata de un ser humano como cualquiera, solo que con metas y sueños deportivos por alcanzar”.

Hace 18 meses un nuevo episodio cambió su manera de pensar y de vivir, esta vez de una manera más agradable tras el nacimiento de su hijo Miguel, quien se ha convertido en su inspiración junto a su esposa Eliana Rivera, su gran complemento.

“No fui muy noviero -confiesa-, pero cuando conocí a Eli sabía que ella iba a ser la madre de mis hijos”.

Ella es, tal vez, su fan número uno, su apoyo permanente porque son muchas las horas que Wilson le dedica a los clavados, no solo en el pozo, sino en las noches planificando trabajos: “Soy muy crítico, siempre analizo cómo mejorar, cómo lograr que los gestos técnicos sean más fluidos, me gusta ser metodológico y proyectarme”.

Estas cualidades lo han llevado a ser el único técnico nacional con dos oros en mundiales y dos más en olímpicos juveniles. Pero él quiere más, una presea olímpica en mayores que lo ratifique como un forjador de campeones n

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