Luego de que sus hombros y brazos soportaran por segundos el suplicio de la palanqueta con un peso de 142 kilos, Leidy Yesenia Solís Arboleda se desplomó en un acto consciente.
En la tarima, boca arriba, lanzó un grito que retumbó en el escenario antes de que por sus mejillas empezaran a rodar, de manera incesante, lágrimas de júbilo.
Después, en medio de los aplausos, se levantó, alzó su mirada al cielo y se arrodilló en señal de agradecimiento a Dios quien, dice la deportista, la contagia de energía para superar la adversidad y lograr más gestas en su brillante carrera deportiva. Ayer, un nuevo título mundial en el levantamiento de pesas (en total) y un oro más en envión.
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Y saber que en este momento tiene dos hernias en la columna que, durante el año, además de privarla de varias competencias, no la han dejado dormir tranquila.
En Pattaya, Tailandia, sede del Mundial de halterofilia, Solís cerró con brillo la actuación de Colombia (ver medallero) y, de paso, confirmó que es una clara aspirante al primer lugar del podio en los Juegos Olímpicos de Tokio-2020.
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En suelo asiático, la simpática morena que nació hace 29 años en Tuluá, Valle, demostró progresión y categoría en los 81 kg. Fue novena en el primer ejercicio (arranque, 105 kilos), pero impuso condiciones en el segundo (envión, 142), terminando con un total de 247.
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El podio en los dos tiempos, es decir en la cargada y alzada de la barra, lo completaron la estadounidense Jenny Arthur (139 kilos) y la española Lidia Valentín (138), mientras que en el acumulado Valentín fue plata (246) y Arthur, bronce (245).
Su tenacidad
Desde Tailandia, en charla con EL COLOMBIANO, Solís habló de los momentos duros que ha atravesado. El más complejo, hace siete años y cuando en el vientre aún estaba su hijo Alan Matías, un vidrio de una ventana que se rompió, se le incrustó en su brazo izquierdo, ocasionándole un lesión severa al verse comprometidos varios tendones y nervios. “Los médicos me decían que no podía volver a levantar pesas, hasta pensé en retirarme”, rememora la bicampeona mundial.
Las lágrimas que soltó hicieron erizar la piel...
“Es que me llené de mucha alegría, pocas personas saben lo mucho que trabajé para lograr este título. El poder de Dios se vio manifestado en mi vida, todo se lo agradezco a Él. Además, la conquista se la dedico a toda Colombia y a mi familia”.
Y venció a ilustres especialistas que no estuvieron en el Mundial de 2017 por la prohibición a sus países de competir por el asunto del dopaje...
“Eso me llena de mayor confianza. Medirme de nuevo a mujeres con tanto potencial y vencerlas me da a entender que estoy haciendo las cosas bien, que voy por buen camino y que puedo lograr más grandes cosas”.
¿Cómo es eso que tiene dos hernias en la columna?
“Así es, en algunos momentos es difícil controlarlas. Es tanto el dolor, que me impide estar en mi ciento por ciento físicamente. Hasta me privó de estar este año en el Continental en Guatemala y en un Open en Cali. De hecho, solo había estado en los Panamericanos de Lima, en el cual participé muy limitada -no logró presea-. Por fortuna tengo un grupo especializado que me rodea, como entrenadores, médico, fisioterapeuta... Ellos me ayudan día a día para poder tener una recuperación óptima. A pesar de no estar en mi mejor nivel, pude dar la pelea aquí y lograr este buen resultado”.
¿Quiere decir que aún puede levantar mucho más peso?
“Por supuesto que sí. Esta temporada he pasado por muchos momentos de dificultad, lo más complicado han sido las dolencias que obviamente no faltan en la vida de un deportista de alto rendimiento y que te frustran porque en ocasiones no puedes ni ir a entrenar. Por eso este título mundial me llena de motivación y confianza para los grandes desafíos que se vienen. El más grande, Tokio-2020, pues si adquiero mi mejor forma sé que hay una oportunidad grande de hacer un buen papel allí”.
¿Cómo ha hecho para superar tantos obstáculos, sobre todo el de las lesiones de columna, rodillas y antebrazo?
“Dios es el que me da fe y fortaleza para no desfallecer, creer en Él es tenerlo todo. Por ejemplo, tras el accidente del antebrazo, en el que el dictamen fue que no volvería a alzar una pesa, le dije: ‘Señor, levántame de aquí porque sé que puedo dar mucho más. No hay nada imposible para ti, dame la oportunidad de demostrar de que sí soy capaz’. Empecé una dura lucha en contra de mi mente y la realidad, y ahora, al hacer un flashback, se da uno cuenta que no hay nada imposible si vas de la mano de Dios. Lo importante es no quedarse en el momento de la aflicción, sino entender que verdaderamente hay una salida frente a cualquier barrera que se presente”.
Los sacrificios ya se le ven recompensados...
“Así es, por la pasión por el deporte se hacen muchos esfuerzos, entre ellos estar alejado de los seres queridos, como mi hijo Alan Matías -7 años-. Afortunadamente cuento con el apoyo de mi familia, en especial de abuela Benicia, quien me lo cuida. La recompensa ya está llegando”.
Se ve que tiene esa espinita de lograr, en competencia y no en los escritorios, una medalla olímpica...
“Aunque tengo bien cuidada en casa la medalla de plata otorgada tras los Juegos de Pekín-2008 (descalificación por dopaje de la campeona y la tercera), mi anhelo es obtener una presea el día de la prueba, lucirla en ese momento. Esta medalla mundial solo es un paso, pues lo más grande, que es ser campeona olímpica, no se ha ganado. Aún debo trabajar fuerte, con la mentalidad de ir más allá”.
Usted es claro ejemplo de superación...
“Hay más responsabilidad por la gente que quiere seguir mis pasos, soy un referente y como tal debo continuar siendo fuente de inspiración” .