Si usted se desplaza por la vía a Las Palmas, el Túnel de Occidente o La Catedral en Envigado y se encuentra un “loco” que baja a más de 100 kilómetros por hora en patines, esté tranquilo, no se asuste, seguro se trata de Diego Mauricio Posada Echeverri, el antioqueño campeón de los Juegos Mundiales, el hombre más veloz del mundo.
Extrovertido, alegre, positivo y amante de la velocidad, así es este paisa que logró en Barcelona, España, la primera medalla de oro para Colombia en la modalidad de inline down hill.
Los patines son su vida. Con estos sueña conseguir que el descenso en línea se convierta en una de las nuevas potencias del país, por eso trabaja fuerte, entrena duro y ofrece su testimonio, pues es reflejo vivo de que cuando se quiere, se puede.
“Todos los días, luego de cada jornada saco tiempo para entrenar. El patinaje es mi pasión, me encanta ser referente sobre todo para los niños. Yo empecé a los tres años y mi sueño siempre fue ser campeón mundial”, resalta.
Ahora que lo logró sabe que tiene un reto más grande: defender dentro de dos años esa corona. Ahora se compromete a avanzar y mejorar, quiere conservar ese título para el país.
“Cuando logré la medalla le di gracias a Dios porque no es fácil encontrar un campeón mundial de 33 años. Él me mantiene con salud, activo y rejuvenecido. Además una de las cosas más maravillosas que viví fue recibir felicitaciones en todos los idiomas y escuchar el himno nacional, lo que siempre había soñado desde niño”.
El próximo mes estará en Manizales realizando una clínica deportiva, poniendo en marcha su objetivo de masificar la práctica del inline down hill en Colombia de manera profesional.
Hasta ahora, tanto él como sus colegas, han dado una dura pelea para hacerse a un nombre, ganarse un lugar y dar a conocer un deporte, a veces estigmatizado. “Es importante que la gente aprenda que somos deportistas poco convencionales, nos apasiona el vértigo, la velocidad, pero lo hacemos de manera profesional, con los elementos de seguridad y buscando mejorar para ser más competitivos y dejar el nombre del país en lo más alto a nivel internacional”, expone.
Sus padres, Nora Ligia Echeverri y Jorge Enrique Posada, junto a su hija Nicole, son sus principales motivaciones y sus grandes fanáticos, a ellos dedica cada uno de sus logros, y aunque su pequeña (9 años) aún no dimensiona lo que representan las medallas, Diego espera que su ejemplo y tenacidad sean las principales enseñanzas que le pueda dar.
Lo vivido hace dos años en China, en sus primeros Juegos Mundiales, fue clave para sumar experiencia y ganarse un lugar, un reconocimiento en el exterior. Allí pudo conocer el nivel de los europeos y así llegar este año a Barcelona con la mente puesta en el oro, el cual logró y ahora exhibe con satisfacción en cada colegio al que va para animar a los niños a que practiquen algún deporte, ya que enfatiza que en ellos radica el futuro de un país para seguir abriendo puertas en diferentes latitudes del planeta.