El destino quiso que Tim Duncan, el niño que tenía la pasión de nadar y soñaba con ser el mejor de su país, las Islas Vírgenes, viera cómo el paso del huracán Hugo destruyó su piscina en St. Croix e hizo que el deporte del baloncesto entrase a formar parte de su vida, y después de 19 años como profesional en la NBA se fuera convertido en una leyenda.
A pesar de que Duncan llegó en silencio al mejor baloncesto del mundo y se fue de la misma manera, sus logros hablan por sí solos, al hacer posible que la marginal franquicia de los Spurs de San Antonio marcaran toda una era.
Seleccionado con número uno en el sorteo universitario de 1997, lo ganó todo como jugador. Pero en ningún momento pidió nada de protagonismo, ni en su despedida, que dio a conocer a través de un escueto comunicado ofrecido por el equipo.
Su acción fue el último aporte de clase, profesionalismo y respeto a la franquicia a la que entregó toda su carrera profesional, pero que comprendió que había llegado a su final cuando en el sexto partido -12 de mayo- de las semifinales de las Conferencia Oeste vio como ya no pudo ser el líder que salvase a los Spurs de la eliminación ante los Thunder de Oklahoma City.
Ganó cinco títulos de liga, fue seleccionado 15 veces para el Partido de las Estrellas, recibió dos premios de Jugador Más Valioso (MVP) de la NBA, y es el tercer profesional que más tiempo estuvo con el mismo equipo, con el exbase John Stockton (Utah Jazz) y el exescolta Kobe Bryant (Los Ángeles), este último el primero con 20 temporadas.
Duncan nunca hablaba de él, sí de tener de compañeros al expívot David Robinson en el inicio de su carrera y al base francés Tony Parker y al escolta argentino Manu Ginóbili con quienes formó el trío único de los “Tres Amigos”, que ya forma parte de la historia, pero su legado continuará .