Por juan felipe zuleta valencia
Fallar un penal en los minutos finales para asegurar la victoria y un minuto después recibir, en un contragolpe, el empate del rival y quedar prácticamente eliminado, sería motivo suficiente para rasgarse el uniforme y agachar la cabeza por un buen rato.
Pero el equipo tolimense de San Simón tuvo que pasar por tantas pruebas para llegar a la cancha Marte, que un golpe de esos es apenas una anécdota cargada de aprendizajes. ¿Qué puede ser peor que sufrir semejante revés en cancha? Bueno, para comenzar el lector puede sumar el número de integrantes del equipo que conforman la foto.
La suma da 13 niñas. Casi en su totalidad, todos los equipos participantes en babyfútbol inscriben 18 jugadores.
Así las cosas, San Simón resulta un equipo más que corto. Pero en el debut fue peor, pues solo fueron habilitadas 11 jugadoras. Una de las dos arqueras debió jugar como delantera.
La cadena de infortunios llegó en diciembre cuando tres niñas se enfermaron por dengue. “Fue una epidemia que se regó en zonas del Tolima, Huila y Magdalena Medio”, cuenta el técnico Jorge Enrique Ramírez.
Luego, en vísperas del torneo, dos deportistas tuvieron problemas con la documentación. Minucias de papeleo que estuvo cerca de hacerles perder la ilusión de disputar el certamen.
“También acarreábamos problemas económicos, porque habíamos competido en varios torneos previos y a los papás se les agotó el recurso. Muchas jugadoras no pudieron venir porque sus padres no tenían con qué enviarlas. Les pedí, al menos, que lograran recoger el pasaje ($100.000) y les decía que yo resolvía como fuera el mercado y hospedaje. Pero no fue posible”, cuenta el entrenador.
Aún así, San Simón intentó dejar atrás los impasses y enfocarse en su potencial futbolístico, ese que llevó al experimentado club que orienta Ramírez a ser semifinalista en 2015 y 2018.
Ayer estuvo cerca de un triunfo que pudo significar prolongar su permanencia en la ciudad. Pero el yerro en el arco rival, sumado al acierto del Inder Medellín, dictaron una conclusión diferente.
“Me dio tristeza verlas tan golpeadas, llorando. Pero les recordé todo el esfuerzo que hemos hecho. Seguro les dolerá un rato más, son muy jóvenes. Pero todas estas cosas nos dan muchos aprendizajes. Ahora me queda alentarlas a que disfruten la ciudad y estar acá, que se lo ganaron y saben mejor que nadie lo que costó que vinieran”, reflexiona el timonel.
Al verlas salir del camerino llorando y cabizbajas, les pidió soltar los bolsos, juntarse y sonreír para una foto como evidencia de que, a pesar de las desventuras, llegaron a la Marte, y eso no se los quita nadie.