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¿Por qué donan su dinero los multimillonarios?

Entregan casi el total de su fortuna, no solo por caridad y amor al prójimo, sino también para remediar la desigualdad socioeconómica.

  • Mackenzie Scott es novelista y ayudó a su exesposo Jeff Bezos a construir Amazon. Justo esta semana anunció la donación de 133,5 millones de dólares a una organización sin ánimo de lucro de Virginia, Estados Unidos, que ayuda a que los niños no abandonen las escuelas. FOTO Getty
    Mackenzie Scott es novelista y ayudó a su exesposo Jeff Bezos a construir Amazon. Justo esta semana anunció la donación de 133,5 millones de dólares a una organización sin ánimo de lucro de Virginia, Estados Unidos, que ayuda a que los niños no abandonen las escuelas. FOTO Getty
06 de febrero de 2022
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Los personajes más ricos del mundo quieren compartir sus fortunas. Mackenzie Scott, novelista y exesposa del magnate y fundador de Amazon, Jeff Bezos, luego del divorcio (en 2019) se convirtió en la persona 22 más rica del mundo, acumulando un valor neto de 60.000 millones de dólares (más de 237 billones de pesos). Cuando esto ocurrió se comprometió a entregar la mayor parte a organizaciones sociales y durante el inicio de la pandemia avanzó hacia su objetivo: donó un total de 4.100 millones de dólares (más de 16 billones de pesos) en menos de cuatro meses, lo que representa hasta ahora el 6 % de su fortuna total.

Las donaciones filantrópicas hechas “por amor a la humanidad”, según la etimología del término, suman alrededor del mundo cerca de 68 billones de dólares anuales (más de 270.000 billones de pesos) y representan casi el 85 % del Producto Interno Bruto global, de acuerdo con el informe Global Philanthropy Tracker publicado en 2020 por la Lilly Family School of Philanthropy. De manera que la generosidad es, a día de hoy, no solo un sentimiento noble sino un gran mercado que cuenta con la circulación de inmensas sumas de dinero, y que tiene entre sus motivaciones subyacentes garantizar la transformación social, la redistribución de la riqueza y la preservación del sistema capitalista.

Hacia la resolución de la desigualdad

“La desigualdad en el mundo está fuera de control”, precisó la Oxfam hace menos de dos años en la presentación de su informe sobre pobreza global. En el mundo hay más de 209 millones de personas pobres, una cifra que va en aumento por la pandemia. Los dueños de grandes fortunas no son ajenos a ese panorama, de ahí que muchos aporten sus fortunas a las causas que más lo demandan.

En Estados Unidos, que es el país que más dinero percibe gracias a la filantropía −solo en 2020 fueron recaudados 471.000 millones de dólares (casi 2.000 billones de pesos), calcula el informe Giving USA−, las iglesias cristianas son las que colectan el mayor porcentaje de las donaciones de particulares −con ellas se sostienen a sí mismas, solventan las necesidades básicas de familias pobres e invierten en educación−; luego están las causas educativas que reciben aportes de fundaciones y empresas privadas, y finalmente, las enfocadas al sector salud.

“Hay ejemplos muy bonitos”, comenta Eduardo Behrentz, vicerrector financiero de la Universidad de los Andes y especialista en filantropía. “Los donantes ponen sus recursos para que la gente se eduque. Con una beca usted se capacita, a través de esa educación resuelve sus problemas y sale adelante”. Para él, ser filántropo es mucho más que ser generoso o caritativo, pues lo que se persigue no es una solución momentánea o paternalista −de dependencia− sino resolver las causas profundas que impactan al beneficiario.

La pobreza es una de ellas, pues afecta a casi el 85 % de la población mundial. De hecho, un descontento respaldado por al menos una tercera parte de esa cantidad de individuos podría desencadenar profundas transformaciones en las formas de producción, distribución, consumo y relacionamiento entre los seres humanos, en definitiva, un cambio en el modelo socioeconómico actual. Esta certeza también influye en la decisión de empresarios y magnates de entregar gran parte de su riqueza al sector privado −al que pertenecen y en el que confían− para que haya retribución social y colectiva. Esperan paliar y dar solución definitiva a la desigualdad sin tener que acudir a una sustitución del capitalismo.

¿Cómo trasladan el capital?

En el año 2000 Bill Gates y su exesposa Melinda Ann French abrieron la Fundación que lleva sus nombres, la más grande del mundo a día de hoy, y a través de la cual encauzan sus fortunas hacia proyectos de fortalecimiento de la salud, la educación, el acceso a internet y la reforma de las leyes frente al control de armas −para prohibirlas− en Estados Unidos.

Hasta finales de 2021 la Fundación había invertido cerca de 55.000 millones de dólares (más de 216 billones de pesos) en 135 países, y en el contexto de la pandemia donó más de 1.750 millones de dólares (más de 6 billones de pesos), de acuerdo con The Washington Post. Este dinero ha sido clave, por ejemplo, en el impulso del Fondo de Acceso Global para Vacunas covid-19 (Covax, por sus siglas en inglés) que tiene como objetivo comprar biológicos para repartirlos en los países más pobres del mundo.

En sentidos muy similares operan otras grandes fundaciones que trabajan por sí mismas o enrutan dineros hacia proyectos privados específicos o fundaciones más pequeñas. Entre ellas está el brazo filantrópico de Google, Google.org que, reseña en su página web, “ayuda a resolver los mayores retos de la humanidad” enfocándose, por ejempleo, en la predicción y prevención de enfermedades, el apoyo a pequeñas y medianas empresas, y la promoción de energías renovables.

Finalmente, está la mítica y precursora Fundación Rockefeller, creada en 1913, que financia investigaciones e influye incluso con su discurso político en temas globales como la crisis climática y la sostenibilidad. A menudo apoya a otras fundaciones como la de Gates, llegando a subvencionar hasta 162 millones de dólares (más de 640 millones de pesos) en conferencias, proyectos e investigaciones.

Hija y amante del capitalismo

Si bien el concepto de filantropía podría rastrearse desde la época de Platón, entendiéndola como el conjunto de hábitos que surgen por amor a la humanidad, de acuerdo con la economista Linda Paz-Quezada, en el artículo Solidaridad, Altruismo, Filantrocapitalismo, ¿generan el mismo impacto en la consecución del bien común? (publicado en la Revista Auctoritas Prudentium, 2021), fue el emperador Flavio Claudio Juliano, en el siglo IV, el que acuñó el término como se conoce en la actualidad.

El cristianismo y su concepto de caridad se habían establecido en Roma, por eso para restaurar el paganismo el emperador instauró un término similar, pero propio, nuevo: el de filantropía.

Hasta finales del siglo XVII estuvo vinculado al ámbito religioso, pero a raíz del proceso adelantado por las sociedades (ya consolidadas bajo lógicas capitalistas y burguesas, orientadas a la propiedad privada, el mercado y la acumulación de riqueza) para “independizarse” de quienes tradicionalmente habían ejercido las funciones sociales (separar Iglesia y Estado), termina implantándose como una idea laica.

Es en ese contexto en el que personalidades acaudaladas locales como Pablo Tobón Uribe, en el siglo XIX, ofrecen su fortuna y parte de sus tierras para dejar una “herencia social y cultural”, explica el filósofo y docente del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia, Lenin Ernesto Pineda.

Ya en el siglo XX la filantropía se institucionaliza, deja de estar motivada desde la individualidad y se crean entidades “canalizadoras” como la Fundación Rockefeller. Desde entonces hay una búsqueda por la consolidación de una “economía fraterna” y de una sociedad en la que ricos y pobres persigan el mismo destino, alejados de la idea de que son fuerzas opuestas y de que existe la lucha de clases. “Sobre todo en Estados Unidos la filantropía pretende que se abandone la idea de que el capitalismo crece sobre la explotación de unos sobre otros. Además defiende que el sector privado debe subsanar las deficiencias del Estado (del sector público) en tareas que le son propias, por ejemplo, la educación, la salud, el favorecimiento de la movilidad social, etc”, apunta el docente.


Un concepto evolucionado

Es a partir de esa convicción (y de la crisis del Estado de Bienestar que buscaba suplir las necesidades básicas a través de lo público) que surge la noción de “responsabilidad social empresarial”. La intención simple de donar se transforma en algo mayor: en el objetivo de ejercer un tipo de “gobierno corporativo” para propender por el bienestar de los trabajadores, la sociedad y el medioambiente. Es en el marco de este propósito que estarían posicionados los actuales magnates filántropos (Mackenzie Scott, Bill Gates, Mark Zuckerberg, etc).

El fenómeno contemporáneo lo explica Juan Carlos Hernandez Sierra, director de la Fundación Solidaria de la Universidad Pontificia Bolivariana, como una cuestión de supervivencia empresarial, pues las sociedades, dice, son mucho más exigentes ahora, buscan que sus compras beneficien a otros y quieren compartir valores con las compañías. “Apoyar y fortalecer los esfuerzos filantrópicos de una empresa se ha vuelto imperativo para retener el talento humano”.

Ahora bien, en vista de que para la inversión de recursos privados en cuestiones sociales ya está (determinado por ley, como una obligación) el pago de impuestos, tiende a haber desconfianza en razón de que las donaciones adicionales sirven para la evasión fiscal.

Según datos de la Oxfam, los superricos evaden hasta el 30 % de sus obligaciones. No obstante, puntualiza Hernandez, “aunque sin duda hay empresas que tienen fundaciones corporativas solo para tener beneficios, mi experiencia me ha permitido ver que hay en muchas otras un interés real de impactar socialmente en las comunidades, propiciar un avance, progreso y un sentido de responsabilidad, de transformación social”.

85%

del PIB global lo aporta la filantropía, según el

informe Global Philanthropy Tracker

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