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Ciento cuatro años después

  • Ilustración: Sstock. Intervención El Colombiano.
    Ilustración: Sstock. Intervención El Colombiano.
  • Ciento cuatro años después
06 de febrero de 2016
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Ciento cuatro años antes los voceadores de prensa anunciaban por las calles de Medellín la aparición de un modesto bisemanario promovido por don Francisco de Paula Pérez y que, desde su propio título, comunicaba su vocación nacional: “El Colombiano”.

El país intentaba en ese entonces superar las heridas que había dejado la Guerra de los Mil Días, la separación de Panamá y la dictadura de Rafael Reyes. Desde la Presidencia de la República el antioqueño Carlos Eugenio Restrepo, a través del llamado Republicanismo, proclama la necesidad de formar un Estado moderno, pese a la furibunda oposición de las alas más radicales de los partidos tradicionales. En su lucha contra toda forma de fanatismo, Restrepo escribía: “En todo hombre debe prosperar, hasta prevalecer e imponerse, un criterio superior de tolerancia y de justicia, que concilie antagonismos sociales y políticos que la generalidad cree irreductibles, y que deben concordarse mediante el respeto a todos los derechos y la práctica legítima de todas las libertades”.

Esas ideas coincidían con una mentalidad empresarial imbuida en los ideales de progreso expresado en la creación de industrias transformadoras en los rincones del Valle de Aburrá, la construcción de ferrocarriles como el de Antioquia y Amagá, la transformación de la aldea en ciudad mediante la adopción del plano de “Medellín futuro”, la conformación de empresas de servicios públicos y la fundación de grandes centros hospitalarios como el San Vicente de Paúl. Como telón de fondo, en el ámbito internacional, la sociedad se aprestaba a presenciar la hecatombe humanitaria de la Primera Guerra Mundial.

Ciento cuatro años después, El Colombiano sigue en pie como espejo y faro de esta sociedad. Al ojear los titulares de las miles de ediciones queda condensada la historia de esta última centuria. Pero en los editoriales y las páginas de opinión se observa la posición vertical en defensa de los más altos intereses públicos.

Para esta edición conmemorativa, proponemos abordar cuatro grandes temas que de manera imperativa marcarán el rumbo de la sociedad en los próximos años: reconciliación, equidad, cambio climático y transformación productiva. Bajo diferentes géneros periodísticos desarrollamos cada uno de estos capítulos auscultando la opinión de expertos y presentando cómo cada uno de estos aspectos afectan la vida de las personas del común.

El país se encuentra ad portas de firmar un acuerdo de paz que pretende dar fin a décadas de un conflicto que ha degradado el más elemental principio de humanidad. Pero este hecho político, de indudable importancia, si no está acompañado de un verdadero espíritu de reconciliación entre los colombianos será fugaz y con seguridad frustrante. El ejemplo de Cruz Elena, una mujer que al cumplir sus cien años recuerda los ultrajes a que fue sometida por la chusma, la guerrilla, los paramilitares y los combos urbanos, sintetiza la dolorosa historia de la nación de los últimos decenios. Pero a su vez, con su alegría de vivir, encarna la resiliencia, ese gran valor que permitirá a los colombianos sobreponerse a los años de degradación y desencanto.

En 2015 se suscribieron importantes documentos que servirán de guía para la construcción de políticas que incumben el futuro de la humanidad entera. Tal vez el más trascendental de esos acuerdos lo constituyen los diecisiete objetivos de desarrollo sostenible, los llamados ODS, que, en su conjunto, pretenden asegurar a cada habitante del planeta una vida plena y con dignidad. Los primeros objetivos están dirigidos a erradicar la pobreza y el hambre, y por tanto a cerrar las brechas de la desigualdad.

El Banco Mundial, en sus más recientes informes sobre América Latina, demuestra que con la bonanza económica de los últimos diez años se logró sacar de la pobreza a un importante número de habitantes, pero, esfumado el boom de los recursos mineros, los indicadores evidencian que la tendencia se ha revertido y empezamos a sentir un retroceso en los indicadores sociales debido a que no se realizaron las reformas estructurales necesarias. Como ejemplo de estas tendencias mostramos a Medellín como caso preocupante de desigualdad y a Urabá con su cambio estructural positivo.

Otro texto de indudable trascendencia que vio la luz el año pasado es la encíclica Laudato Si´, promulgada por el Papa Francisco y que hace un urgente llamado para salvar la Tierra, nuestra casa común. Plantea la necesidad de modificar el modelo de producción que ha generado el acelerado deterioro del ambiente y que afecta de manera especial a los más débiles. Este llamado de un líder espiritual coincide con los diagnósticos que llevaron a las naciones del mundo a firmar el denominado Acuerdo de París, en el que se comprometen a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para limitar el aumento de la temperatura global.

Según la ONU, Colombia es el tercer país del mundo más vulnerable por el cambio climático. Están en juego nuestros ecosistemas, la agricultura y por consiguiente la seguridad alimentaria. Sin embargo, seres humildes como Rodrigo de Jesús Tobón trabajan en el anonimato para repoblar nuestros campos con especies en vías de extinción, sin seguramente haber leído ninguna de las declaraciones mundiales.

El cambio del modelo económico lo muestra el seguimiento fotográfico a la paulatina transformación del paisaje urbano de Medellín. Poco queda de los inmensos establecimientos fabriles del siglo XX, que hoy, en su mayoría, son centros comerciales. Hay también un gran cambio en la mentalidad empresarial, la cual, a pesar de las dificultades del entorno, logró leer las posibilidades regionales y dio el trascendental paso de lo local a lo multilatino.

Los grandes problemas son al mismo tiempo inmensas oportunidades. De las decisiones que hoy tomen los dirigentes dependerá el futuro de millones de personas que apenas inician su paso por la vida. A pesar de los preocupantes indicadores, existen también ejemplos de vida que inducen a la esperanza.

Ciento cuatro años después, el mundo, el país y por supuesto la ciudad se han transformado. Adecuado a las condiciones de cada época, el periódico sigue aportando sus luces a la sociedad a la que se debe. ¡Larga vida para EL COLOMBIANO!.

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